Londres 1890

Recién entrado el verano Edwin Pethings contrajo matrimonio con una duquesa viuda, aunque había escuchado que se trataba de una mujer a la que le gustaba despilfarrar el dinero no pudo resistirse a sus encantos.

En menos de dos meses se hallaban casados, solo esperaba que su adorada Elisabeth se sintiera igual de dichosa, al fin tendría una madre y unas hermanas con las que compartir confidencias y tiempo.

En unos días se reuniría con ellos, el internado había acabado y a sus dieciocho años debería ser presentada en sociedad, de todos era sabido que solo se presentaban en sociedad los hijos de los nobles pero como él ahora estaba casado con una de ellos no le veía impedimento alguno.

Es más su nueva esposa había aplaudido su idea, haciéndole saber que también presentaría a su hija Clarisa a la vez.

Nada ni nadie podía romper la felicidad de esos días, Edwin un hombre con casi cincuenta años se había casado con una dama que aún no cumplía los cuarenta por lo tanto igual si