*** El silencio en el despacho de Enzo era sepulcral. Él se encontraba sentado en una silla sirviendo la sexta copa de whisky para seguidamente beberla de un trago. El hombre estaba destruido. Su mente se encontraba en una neblina oscura sin fin que lo atormentaba llenándolo de recuerdos. De cuando golpeaba y gritaba a su hija pequeña, su verdadera hija. De la muchas veces que le dio la espalda para estar con su esposa y sus supuesto hijos que terminaron siendo falsos. Cada palabra, cada acción, cada grito, se hacen lentamente presentes en su dañada cabeza. Al hombre ya no le importa nada, porque en sí, ya no le quedaba nada ni nadie. Ni la mujer que amaba, ni a su hija, ni su fortuna. Todo se esfumó en un santiamén dejándolo hundido en un pozo oscuro de una desesperación interminable. Toda su vida vivió creyendo que tenía una familia perfecta, cuando en realidad tenía hijos falso, y una mujer que mató al amor de su vida por celos. ¿Qué más se espera de una vida tan miserable? So
***—¡Asesino! —eran las palabras llenas de dolor y odio que Lorna le gritaba a su padre esposado, el cual estaba siendo llevado por agentes de policía —¡Eres un maldito asesino! ¡La mataste!. El hombre no decía nada. Su mirada estaba vacía, como si no estuviera cuerdo. Miraba como su hija era tomada de ambos brazos por Louise para calmarla porque quería lanzarse encima del hombre y matarlo. La policía fue informada minutos después de que se llevaran a Lucrecia al hospital, y como la mujer murió por los golpes propinados por su marido, lo llevaron detenido. Enzo ni siquiera puso resistencia, simplemente le leyeron sus derechos y se dejó esposar. —¡Cálmate, Lorna! —le grita su hermano, sacudiendo sus hombros para que reaccione —¡Ya se lo llevaron! ¡Cálmate!. —¡Mató a nuestra madre! —exclama, con los ojos rojos de tanto llorar —¿¡No te importa!? ¡Está muerta! ¡Mi madre está muerta!. —¡Ha no hay nada que hacer! —proclama, soltando su agarre —¿¡Qué quieres que haga!? ¡Se murió!. Lor
[***]Louise se inclina logrando poner sus rodillas en el verde pasto. Sus ojos se nublan por las lágrimas al dejar esas rosas blancas en las lápidas de su hermana y su madre. Las lágrimas empiezan a caer en ese duro pedazo de concreto que lo separa de sus seres queridos. Golpea con fuerza las lápidas logrando asomar sangre en sus nudillos. Hace unos días atrás, una mañana después de haber llegado borracho, encontró a su hermana colgada del candelabro sin vida. Asumió una segunda pérdida, y como si la vida no fuera lo suficientemente cruel, fue una pérdida seguida de otra. Dos golpes certeros para destruirlo por completo.Solo recuerda haberle gritado a su hermana la última vez que la vio, y ya al día siguiente la encontró muerta. Era una devastadora situación que muy pocas personas podrían soportar. La noticia de la desgracia Jones no dudó en esparcirse por los medios. El esposo asesina a su esposa a golpes, es llevado a la cárcel por sus actos delictivos, y esa misma noche su hij
***Hoy era un día hermoso para salir de compras con Callum. Teníamos tiempo que no la pasábamos tan bien por todo lo que había ocurrido las últimas semanas. Y justo hoy, donde la primavera nos vuelve a sonreír, decidimos tomar este día para los dos. —¿Te gusta el de flores? —le pregunté, modelando para él un vestido blanco con flores amarillas muy primaveral —¿O prefieres el anterior?. —Ambos me gustan —confirma, mirándome de pies a cabeza —. Quiero los dos. Le sonrío volviendo al vestidor. No ha habido alguno que no le guste, excepto el que tenía una escote de encaje en mi espalda. Cuando salgo nuevamente ya vestida como mi ropa casual, no lo veo sentado en el sofá, sino hablando con la mujer de la boutique. Ella asentía a todo lo que decía, movían sus labios, pero no podía escuchar nada. Justo en ese momento mi cara se pone roja al ver las prendas de lencería que trae la mujer en sus manos. Se las enseñó a Callum, y este las escogió casi todas. Entre ellas unas color rojo, y o
[***]—¿Cómo te llamas? —la pequeña niña que merodeaba por el parque se detuvo a preguntar al niño que yacía en el suelo hecho un ovillo —¿Estás jugando?. No le contesta, solo se levanta del suelo sacudiendo la arena de sus pantalones listo para irse sin darle importancia a la chiquilla curiosa. —¡Espera! —ella lo sigue —¿Quieres jugar conmigo?. —No. Vete —contesta por fin, avanzando sin darle interés. —¿Como te llamas? —sigue sus pasos dando pequeños brincos —¿Vienes a jugar aquí también?. —Oye, niña —el chico se detiene, irritado —¿Vas a seguirme todo el camino? Eres molesta, desaparece. Al decir eso, retoma su camino de nuevo, pero frena en seco cuando escucha los sollozos de una niña. Se voltea, y la niña de hace un momento estaba llorando. —¿Qué...? —reacciona confuso —¿Estás... llorando?. —Eres malo —gimotea, y corre hacia el parque de nuevo. Se esconde en una pequeña casa de madera donde los niños suelen jugar. El chico suspira y la sigue dando con ella en su escondite
Esos pequeños labios carmesí se curvan en una gran sonrisa al ver la silueta del chico de mal humor que viene a lo lejos. Su figura se postula en la misma dirección del sol mostrando a un chico de cabello color negro en forma de cuaderno, acompañando ese rostro de niño rico y malcriado con esos ojos de similitud ámbar casi semejantes al dorado. —¡Llegaste! —la niña se abalanza sobre él para darle un abrazo —te estaba esperando. Elizabeth sonreía felizmente mirando hacia arriba para encontrarse con un rostro confuso y lleno de desagrado por el contacto. Se aleja temerosa y titubea antes de decir:—Lo siento. —No me gusta el contacto físico —aclara, peinando su cabello con sus dedos —¿Sabes que me haces perder el tiempo?. —¿No...querías venir? —lo sigue mirando con inocencia. —¿Por qué querría?. —Pero...estás aquí. Él permanece callado ante esa alegación. Si, está ahí, justo parado enfrente de ella y todavía no puede creer que le haya hecho caso a una niña porque de cierta manera
Los labios de Callum se curvaron hacia abajo al caminar por el pasillo que conlleva a su habitación y escuchar unos sollozos provenir de una de las recámaras. Se detiene y suspira porque sabe que es su madre. Cuidadosamente abre la puerta de aquella habitación y la ve a ella sentada en el borde de la cama sosteniendo un pañuelo. —¿Callum? —ella se percata de su presencia y limpia sus lágrimas rápidamente —¿Qué haces ahí? Ven, acércate. Callum termina de abrir la puerta y entra caminando hacia su madre. Se detiene en frente de ella y ve la punta de su nariz roja, y sus ojos húmedos así como vio hace unas horas a Elizabeth cuando lloraba. —¿Otra vez peleaste con papá? —le pregunta, extendiendo su mano para alcanzar la mejilla de su madre. Emplea el mismo acto que hizo con Elizabeth, y seca sus rastros de lágrimas con el dedo pulgar. —Tu papá no me quiere —suelta ella de la nada —deberías saberlo. No me quiere. El chico bajó la mano de inmediato, sintiéndose confuso y al mismo tiem
***—¿Qué me pasó? —la niña parecía confusa al despertar, y encontrarse en una sala de hospital. —Te has caído por las escaleras cuando estabas jugando —responde su padre que estaba sentado a su lado. —Pero no te preocupes, pequeña, no resultó grave, solo tienes algunas lesiones mínimas —le explica el doctor brindándole una sonrisa amistosa —¿Como te sientes?. —Me duele un poco la cabeza —se queja —y un poco el cuerpo. —Es normal, te pondrás bien al tomar medicamentos, ¿De acuerdo?. —De acuerdo —asiente. Por suerte sus lesiones no terminaron por ser graves. Su padre se lavó las manos cuando preguntaron por esos golpes recientes diciendo que son producto de las caídas contundentes que ha tenido. Y al su hija no recordar nada, le fue muy fácil mentir. Pero por dentro estaba furioso porque por su culpa ha tenido que perder tiempo estando con ella en el hospital. Sin embargo, eso cambió después de haber llamado a la niñera para que se quedara con la niña en el hospital y así él irs