Luego de haber visitado a Tito, Enzo y su gente regresaron a las camionetas con destino a otra propiedad que se encontraba no muy lejos de donde se encontraban. Enzo de cierta manera se sentía incómodo al acabar con la vida de una persona, había prometido dejar aquel mundo oscuro, pero de lo único que estaba seguro era que iba hacer hasta lo imposible por recuperar a sus hijos con vida.

Pocos minutos más tarde las camionetas se detuvieron frente de una propiedad más pequeña que la que habían acabado de visitar, Enzo junto con sus hombres descendieron a toda prisa y fueron directo a la puerta.

Unos cuantos golpes fueron suficientes para que el mayordomo atendiera, Enzo llevó la mirada en aquel hombre y sin decir una sola palabra ingresó.

—¿Pero quiénes son ustedes y qué rayos pretenden hacer, acaso no se dan cuenta que esta es una casa decente y antes de pasar a la sala se deben anunciar? —gruñó aquel hombre mostrando la molestia ante el atrevimiento por parte de Enzo y de sus hombre