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Capítulo XXVII. Las primeras satisfacciones de venganza de una renacida.
Samary.

Cuando abrí los ojos, sentí que la luz entraba levemente por la ventana, al moverme un dolor en sitios de mi cuerpo que ni conocía me trajo a la memoria la noche que había pasado en brazos de Daimon. Definitivamente, Constantine Nikolaus, tenía algo de demonio en su sangre, porque lo que me había hecho, sobre pasaba la posesión, directamente mi marido había conquistado mi mente y mi cuerpo, y si no tenía cuidado, pronto conquistaría mi corazón.

Gemí al girarme por las sensaciones extrañas que atravesaba mi cuerpo, pero al mirar el lugar donde había dormido Daimon, a mi lado, me di cuenta de que no estaba, aunque aún conservaba algo de su olor y su calor.

Busqué mi móvil en la mesilla, sabía que anoche antes de ir medio desnuda a buscar a mi esposo, lo había dejado allí, cargando. Y no tardé en encontrarlo, necesitaba ver la hora.

Si lo llego a saber en ese momento lo que al abrirlo me iba a encontrar, sinceramente, hubiera esperado unas horas hasta estar lo sufrientemente
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