Capítulo XXXII. En casa de las castradoras II: El retorno de recuerdos.

Valerie.

El trayecto fue rápido, seguro que el pervertido no lo hizo más largo de los normal, pero ¿Por qué me parecía que no terminábamos de llegar a mi cuarto, a mi cama y a los dos desnudos disfrutando el uno del otro?

¿Quizás por qué hacía tanto que ansiaba esto, que una décima de segundo de espera más de lo normal, para mí, era un mundo? Nada era comprensible para mí, sus besos, y sus caricia se me hacían conocidas, deseadas. Mi cuerpo absorbía su tacto, como si reconociera a su dueño, en un momento me vi depositada en la cama, el intentó alejarse, para quitarse la ropa, pero ni eso le dejé, si hacía falta arrancaría esas prendas con mis dientes, pero Bacon Martin tenía prohíbo alejarse de mí, y sólo había una razón, no quería ni deseaba recuperar la razón, quería perderme en todas esas sensaciones, y quedar tan agotada, que ni me diera tiempo de repetirme a mí misma el “Te lo dije”.

Lo agarré fuertemente y le quité el suéter que olía tan bien, olía a su perfume mezclado con ese
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