Capítulo 968
Santiago tenía una aura fuerte que hacía que las personas en la sala se quedaran con el cuerpo rígido, sin atreverse a hacer ruido.

Era Mónica rompió el silencio.

—Tú... ¿Qué más quieres?

Santiago la miró.

Mónica era una mujer corriente de mediana edad, gorda y hortera de los pies a la cabeza.

Esta mujer parecía que era diez años mayor que su madre.

Pero en ese momento seguía enfrentándose a él, a pesar de su miedo, como un viejo gorrión que agitaba las alas para proteger a sus crías.

Santiago pensó de repente en la frase —Amor de padre, que todo lo demás es aire—.

El amor maternal de Mónica por Berta era nada menos que el que su madre siente por él.

—Oye, mujer...—Pablo tiró suavemente de Mónica, con cara de ansiedad, y le susurró—. No provoques una pelea con él, no puedes luchar con él...

—Basta—Mónica lo fulminó con la mirada y luego miró alertamente a Santiago.

Santiago no se preocupó por ellos y, tras un momento de silencio, dejó las maletas en un rincón y se sentó en el porche.

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