Capítulo 862
Ánsar entrecerró los ojos e hinchó las mejillas, limitándose a mirar a Polo, con una mano metida en el bolsillo, apretando estúpidamente la caja de agujas de plata.

En ese momento llegó de repente desde no muy lejos una voz dulce pero mal pronunciada:—Ab...no...

Ánsar se detuvo.

Vio al pequeño Santiago correr temblorosamente hacia él, pareciendo desde lejos una blanca y gorda bola de arroz glutinoso, con unos grandes ojos que simplemente podían adorar los corazones de la gente.

El bebé sonreía bajo la luz del sol, y era como si Dios hubiera puesto toda la bondad del mundo en sus hoyuelos.

Lucía no sabía si debía llorar o reír y se apresuró a corregirse: —¡Encanto, es abuelo! ¡Abuelo!

Ánsar tenía el corazón blando, no importaba la pronunciación, mientras fuera lo que gritó el nieto, creía que era música celestial.

En ese momento no se dio cuenta de que se estaba riendo a carcajadas, e inclinándose y abriendo mucho los brazos, gritó: —¡Eh! Estoy aquí, ¡Abno viene a ver al encanto!

Lucía
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