En lo más profundo del corazón de aquel hombre, Ana, a sus ojos, no era más que una mujer intrigante y desvergonzada. Incluso el niño que llevaba en su vientre fue rechazado y desechado por él, quien había ordenado que le fuera arrebatado por la fuerza. ¿Por qué habría de esforzarse Ana en vano por alguien que nunca creyó en ella? Aquel lugar no le había regalado ningún recuerdo hermoso, solo una vida llena de sufrimiento. Lo mejor era escapar.—Por supuesto que deseo marcharme, pero necesito hablar primero con mi madre... ¿Puedo ir a verla?Ana no sabía si su madre estaría dispuesta a abandonar la tierra donde había vivido la mayor parte de su vida. Después de todo, su madre había sido testigo de cómo Lucas la arrastraba. Seguramente estaría muy preocupada, y Ana deseaba asegurarle que estaba bien. Al percibir esto, Lucío respondió: —No creo que tu madre tenga objeciones, pero ¿por qué no la contactas primero?Ana asintió enseguida. Lucío sacó su móvil y realizó una videollamada a Te
Lucas reposaba en la cama del hospital, sumido en un sueño profundo engendrado por el influjo de los sedantes.No obstante, su sosiego era efímero, pues su mente se veía poblada de ensoñaciones ambiguas.Parecía haber retornado al quirófano, pero en esta ocasión no aguardaba en el exterior, sino dentro del recinto, observando con una mirada glacial.Presenció a Ana llorar y clamar desgarradoramente, rogando que no procedieran, que no dañaran a su hijo; su voz rebosaba desesperanza y agonía.Lucas experimentó un dolor insoportable, como si miles de saetas traspasaran su corazón, desesperadamente extendió su mano, exclamando en un frenesí:—¡Deténganse todos, retírense!Gritó con desesperación, procurando contener a aquellos que estaban a punto de actuar, mas todo fue en vano.Las personas en el quirófano, gélidas como autómatas, no manifestaban emoción alguna, continuaban despiadadamente con cada paso de la cirugía.Lucas sólo podía contemplar el inicio de todo aquello, presenciando cóm
Lucas, que estaba luchando con todas sus fuerzas, se quedó quieto al escuchar las palabras de David. Parpadeó y miró a David:—¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Acaso esas palabras se pueden decir a la ligera?David nunca había visto a Lucas así, este hombre que siempre había sido fuerte, de hecho, también tenía un momento en el que no se atrevía a enfrentarse a la realidad. Pero no podía engañar a Lucas, seguir engañándolo solo lo haría más reacio a enfrentar la realidad.—Ella realmente murió, señor Hernández, estuviste inconsciente durante tres días, el cuerpo... ya ha sido cremado...David desvió la vista y habló con un tono doloroso. Aunque estuvo en desacuerdo con algunas acciones de Ana, al fin y al cabo, era una persona con la que había convivido, y David tampoco podía creer que Ana hubiera muerto así.Pero David estuvo allí cuando el cuerpo fue cremado, y vio con sus propios ojos cómo se convirtió en cenizas. No hay vuelta atrás después de la muerte.—¿Dijiste qué, ella...?Luca
Hugo se negaba rotundamente a aceptar los resultados proporcionados por el psicólogo. Sin embargo, no tenía otra opción más que insistir en que estos profesionales encontraran una solución. Ya fuera a través de terapia psicológica o de cualquier otro medio, Lucas debía ser tratado y curado. Pero sin importar qué esfuerzos se hicieran, Lucas seguía en su autodestructivo aislamiento, sin prestar atención a nada ni a nadie, completamente apático al mundo exterior. El proceso de tratamiento psicológico se volvió increíblemente desafiante.Al ver a Lucas volverse cada vez más demacrado, Hugo sintió el impulso de revelar la verdad. Sin embargo, se contuvo. Ahora era evidente que los sentimientos de Lucas por Ana eran profundos. Si él descubría que Ana en realidad no estaba muerta, posiblemente intentaría encontrarla. Y no había manera de predecir cuánto caos podría causar eso. Sin opciones, Hugo sólo podía seguir vigilando a Lucas mientras buscaba otras soluciones.Pronto, pensó en una perso
Probablemente, reflexionó Lucas, lo despreciaba tanto que ni siquiera deseaba tenerlo presente en sus sueños. Mientras se sumía en la repugnancia por sí mismo, unos pasos resonaron desde el exterior de la estancia. Un hombre ataviado con una impecable bata blanca hizo su entrada. A diferencia de otros psicólogos que mantenían una distancia prudencial al ingresar, este se acercó sin dilación a Lucas. Con un movimiento enérgico de su mano, comprobó que Lucas no mostraba señales de reacción ante su presencia, mientras una chispa de fascinación cruzaba sus ojos.Aprovechando un momento de distracción, extrajo de su bolsillo una diminuta botella atomizadora y dispersó un líquido de fragancia peculiar en torno a Lucas. Tras unos instantes, desplegó un colgante de cristal y lo balanceó con delicadeza frente a los ojos de Lucas. En jornadas anteriores, se habían realizado intentos de hipnoterapia en Lucas, pero su resistencia psicológica era inquebrantable y nunca dieron frutos. No obstante, e
—Por supuesto, mi éxito está garantizado. Con mis habilidades hipnóticas y una poderosa dosis de alucinógenos, ese hombre llamado Lucas indudablemente se precipitará desde lo alto del edificio y decidirá acabar con su propia vida esta misma noche.Al escuchar que Lucas sería borrado de la existencia en esa oscura velada, una chispa de éxtasis danzó en los ojos de Luz.No obstante, considerando el estado semivital en el que Lucas se encuentra ahora, si llegara a perecer, la gente probablemente creería que sucumbió ante el abismo de un amor desgarrador, sin sospechar jamás de alguien más.Cuando llegue el momento, todo lo que pertenece a la ilustre familia Hernández quedará sometido a su dominio. Serán libres para forjar su propio destino, sin tener que soportar a nadie más.Al imaginar esos días en los que podrían ejercer su poder, Luz ansiaba fervientemente que la medianoche se aproximara velozmente para ser testigo del salto de Lucas desde el edificio, dejando atrás su existencia mort
Las palabras de Lucas fueron interrumpidas abruptamente por una feroz bofetada de Isabel.—¿Qué estás balbuceando? ¡Despierta, por Dios!Lucas tardó un momento en reaccionar, pero el dolor en su rostro fue suficiente para aclarar su mente. Se llevó una mano a la mejilla, miró a Isabel y su expresión reveló sorpresa. —¿Madre...?—Sí, soy yo.Al ver la sorpresa en el rostro de Lucas, Isabel sintió un nudo en el estómago.— Vine a ver cómo estabas, no esperaba que me dieras un susto de muerte. ¿Todavía tienes ganas de saltar? Si insistes, salto contigo.Lucas comenzó a tranquilizarse suavemente. No podía ser tan egoísta como para llevar a su propia madre a la muerte consigo. Se alejó lentamente de la ventana, apartándose con calma y mesura.Al percatarse de que parecía haber recuperado la cordura, Isabel dejó escapar un suspiro de alivio:—Morir es algo sencillo, pero si partieras de esta manera, ¿acaso crees verdaderamente que ella encontraría la felicidad? Si te sientes verdaderamente
Hugo captó el significado subyacente tras sus palabras, sumergiéndose en una mezcla de júbilo y tristeza. Se regocijaba porque Lucas, finalmente, podía recibir el amor materno que tanto le había sido negado durante tantos años. Sin embargo, su pesar radicaba en la incertidumbre de cuándo ella podría liberarse del rencor que anidaba en su corazón...En una habitación sumida en la penumbra, Ana reposaba en la cama con los ojos cerrados, aferrando con firmeza la manta entre sus manos. Varias noches habían transcurrido sin que pudiera conciliar un sueño reparador. Cada vez que cerraba los ojos, la sala de operaciones se desplegaba en su mente como un interminable filme. Aunque era consciente de encontrarse a salvo ahora, no lograba desprenderse de esa pesadilla que la acosaba.Esa sensación de desesperación y desamparo la mantenía temerosa de entregarse fácilmente al sueño reparador. Ahora, al lograr conciliar el sueño, se debía a que había agotado su energía más allá de los límites que su