Lucas se encontraba de pie frente a la puerta del quirófano, los sonidos emergiendo de ahí eran una cacofonía que gradualmente se convertía en un murmullo sereno. Podía imaginar la meticulosa operación que debía estar ocurriendo en el interior. Sin embargo, esta imagen mental no le brindaba el alivio esperado. Por el contrario, sentía una opresión en el pecho, como si un gran peñasco descansara sobre él, de una manera inexplicadamente sofocante. Así, el tiempo fluía minuto a minuto, una eternidad en cada instante.Lucas no pudo resistir la tentación de sacar un paquete de cigarrillos de su bolsillo. Estaba a punto de encender uno cuando recordó que estaba en un lugar donde estaba prohibido fumar. Lenta y deliberadamente aplastó la caja de cigarrillos. Justo entonces, se escucharon apresurados pasos detrás de él.Volteó y vio a Lucío acercándose a toda prisa. Preocupado por la seguridad de Ana, Lucío no tuvo más opción que pedirle ayuda a Hugo. Hugo no quería involucrarse de nuevo, pero
Al escuchar las impactantes palabras del médico, ambos hombres cesaron de inmediato. Lucas, incrédulo y con el corazón agitado, se precipitó hacia adelante:— ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué hay tanta sangre? ¡Este era solo un procedimiento menor!Lucío se levantó, sus ojos, cargados de intensidad, parecían capaces de quemar un agujero en Lucas:— No hay ninguna cirugía que pueda garantizar un éxito absoluto. ¡Estás jugando con la vida de Ana!En ese momento angustiante, Lucas se sumió en un silencio ensordecedor, desesperado por regresar al quirófano. Al percatarse de su angustia, varios médicos y enfermeras se apresuraron a detenerlo:— Sr. Hernández, este es un entorno estéril, ¡no puedes ingresar!Temerosos de que Lucas irrumpiera imprudentemente y desencadenara consecuencias aún más graves, varios guardias de seguridad se apresuraron hacia él y lo contuvieron.Lucas fue arrastrado fuera del quirófano, despojado de su visión, pero aún podía percibir el olor a sangre, denso e impregn
El doctor miró a Lucas, lamentándose mientras negaba con la cabeza:—Lo siento profundamente, Sr. Hernández. La Señorita López, ella ya ha...Lucas escuchaba absorto las palabras del doctor. Escuchaba claramente cada palabra, pero de alguna manera, no podía procesar el verdadero significado que encerraban.Después de un momento, Lucas reaccionó como un león enfurecido, agarrando con ímpetu el cuello de la bata del doctor: —¡No puede ser ella, cómo podría ser ella, ella no va a morir!El doctor, observando los ojos rojos de Lucas, explicó con un dolor profundo: —Sr. Hernández, le ruego que mantenga la calma. Nosotros tampoco deseábamos presenciar este desenlace, pero pusimos todo nuestro empeño.La mano de Lucas, sujetando firmemente el cuello de la bata del doctor, crujía bajo la fuerza aplicada. Al ver esto, el doctor temió que Lucas pudiera reaccionar violentamente, por lo que llamó a varias personas para separarlos.Sin embargo, antes de que las manos de aquellos individuos pudier
Ana se sentía como si hubiera caído en el profundo abismo del mar, siendo arrastrada y sacudida sin cesar. Alguien le suplicaba con voz entrecortada que no abandonara la vida, como si lágrimas desgarradas resbalasen por sus mejillas. Esos sonidos desordenados no le permitían reposar en paz.De repente, Ana abrió los ojos de manera abrupta, encontrándose recostada en una cama amplia y mullida. Sentía su cuerpo tan liviano como una pluma, como si careciera de todo peso terrenal.Ana se quedó perpleja por un instante y luego, su mente aturdida comenzó a funcionar de nuevo. Los sucesos previos a perder la conciencia inundaron su mente de manera implacable.Lucas la había obligado a ingresar en la sala de operaciones para someterse a un aborto. Recordaba las palabras del hombre, afiladas como una espada, mientras le decía que ella, una mujer como ella, no merecía tener a su propio hijo.Al rememorar las palabras punzantes del hombre y su figura indiferente alejándose, Ana sintió un dolor ag
En lo más profundo del corazón de aquel hombre, Ana, a sus ojos, no era más que una mujer intrigante y desvergonzada. Incluso el niño que llevaba en su vientre fue rechazado y desechado por él, quien había ordenado que le fuera arrebatado por la fuerza. ¿Por qué habría de esforzarse Ana en vano por alguien que nunca creyó en ella? Aquel lugar no le había regalado ningún recuerdo hermoso, solo una vida llena de sufrimiento. Lo mejor era escapar.—Por supuesto que deseo marcharme, pero necesito hablar primero con mi madre... ¿Puedo ir a verla?Ana no sabía si su madre estaría dispuesta a abandonar la tierra donde había vivido la mayor parte de su vida. Después de todo, su madre había sido testigo de cómo Lucas la arrastraba. Seguramente estaría muy preocupada, y Ana deseaba asegurarle que estaba bien. Al percibir esto, Lucío respondió: —No creo que tu madre tenga objeciones, pero ¿por qué no la contactas primero?Ana asintió enseguida. Lucío sacó su móvil y realizó una videollamada a Te
Lucas reposaba en la cama del hospital, sumido en un sueño profundo engendrado por el influjo de los sedantes.No obstante, su sosiego era efímero, pues su mente se veía poblada de ensoñaciones ambiguas.Parecía haber retornado al quirófano, pero en esta ocasión no aguardaba en el exterior, sino dentro del recinto, observando con una mirada glacial.Presenció a Ana llorar y clamar desgarradoramente, rogando que no procedieran, que no dañaran a su hijo; su voz rebosaba desesperanza y agonía.Lucas experimentó un dolor insoportable, como si miles de saetas traspasaran su corazón, desesperadamente extendió su mano, exclamando en un frenesí:—¡Deténganse todos, retírense!Gritó con desesperación, procurando contener a aquellos que estaban a punto de actuar, mas todo fue en vano.Las personas en el quirófano, gélidas como autómatas, no manifestaban emoción alguna, continuaban despiadadamente con cada paso de la cirugía.Lucas sólo podía contemplar el inicio de todo aquello, presenciando cóm
Lucas, que estaba luchando con todas sus fuerzas, se quedó quieto al escuchar las palabras de David. Parpadeó y miró a David:—¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Acaso esas palabras se pueden decir a la ligera?David nunca había visto a Lucas así, este hombre que siempre había sido fuerte, de hecho, también tenía un momento en el que no se atrevía a enfrentarse a la realidad. Pero no podía engañar a Lucas, seguir engañándolo solo lo haría más reacio a enfrentar la realidad.—Ella realmente murió, señor Hernández, estuviste inconsciente durante tres días, el cuerpo... ya ha sido cremado...David desvió la vista y habló con un tono doloroso. Aunque estuvo en desacuerdo con algunas acciones de Ana, al fin y al cabo, era una persona con la que había convivido, y David tampoco podía creer que Ana hubiera muerto así.Pero David estuvo allí cuando el cuerpo fue cremado, y vio con sus propios ojos cómo se convirtió en cenizas. No hay vuelta atrás después de la muerte.—¿Dijiste qué, ella...?Luca
Hugo se negaba rotundamente a aceptar los resultados proporcionados por el psicólogo. Sin embargo, no tenía otra opción más que insistir en que estos profesionales encontraran una solución. Ya fuera a través de terapia psicológica o de cualquier otro medio, Lucas debía ser tratado y curado. Pero sin importar qué esfuerzos se hicieran, Lucas seguía en su autodestructivo aislamiento, sin prestar atención a nada ni a nadie, completamente apático al mundo exterior. El proceso de tratamiento psicológico se volvió increíblemente desafiante.Al ver a Lucas volverse cada vez más demacrado, Hugo sintió el impulso de revelar la verdad. Sin embargo, se contuvo. Ahora era evidente que los sentimientos de Lucas por Ana eran profundos. Si él descubría que Ana en realidad no estaba muerta, posiblemente intentaría encontrarla. Y no había manera de predecir cuánto caos podría causar eso. Sin opciones, Hugo sólo podía seguir vigilando a Lucas mientras buscaba otras soluciones.Pronto, pensó en una perso