Capítulo 233
En el plato había un pescado, ya sea porque el tiempo de cocción no fue controlado correctamente o por otro motivo, la mitad estaba quemada y la otra mitad, increíblemente, estaba cruda. Ana apenas se acercó cuando un hedor invadió su nariz, provocándole una sensación de malestar en el estómago.

Ana rápidamente cubrió su boca y nariz con la mano, retrocediendo dos pasos y respirando profundamente para sofocar las náuseas. La sirvienta a su lado, al ver su malestar, mostró una sonrisa malévola.

Ana levantó la vista y vio a la sirvienta riéndose. Inmediatamente entendió que no se trataba de una simple falta de habilidad en la cocina, sino de un intento deliberado de hacerle la vida difícil.

—¿Qué pretendes con esto?

—preguntó Ana, apretándose el pecho.

No recordaba haber hecho nada para que la sirvienta la detestara tanto.

—Considera un lujo que te dé esto para comer, eres un verdadero desastre. Todo es tu culpa, el señor Hernández sigue en cama, entre la vida y la muerte.

La sirvienta,
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