Capítulo 1437
Cuando Ana llegó, se dio cuenta de que el lugar todavía estaba muy caótico. Muchos padres estaban esperando a que sus hijos salieran, y aquellos que ya habían recogido a sus hijos se apresuraban a irse, temiendo que pudiera ocurrir otro desorden.

Ana observó a esas personas abrazando a sus preciados hijos mientras se alejaban, y rápidamente se abrió paso entre la multitud.

El delincuente que había herido a alguien ya había sido controlado y detenido por la policía, por lo que no había peligro. Sin embargo, al ver un charco de sangre fresca en el suelo, uno no podía evitar sentir un escalofrío.

Ana se abrió paso hasta el frente y, tras buscar durante un buen rato, finalmente encontró a Javier y José. Cuando posó su mirada en ellos, las pupilas de Ana temblaron ligeramente. Los niños, que normalmente llevaban ropa limpia y ordenada, tenían manchas de sangre en sus prendas. No eran tan rojas, ya empezaban a secarse, pero eran insoportablemente llamativas.

—¡Mamá! —Javier y José, también a
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