Decidida

Sofía y Camila, después de comer, continuaron paseando por la ciudad. Mientras caminaban por las calles tranquilas, Sofía suspiró profundamente y confesó:

—No quiero regresar a casa temprano. Cada vez que vuelvo, siempre termino discutiendo con mi madre. No aguanto más esa presión.

Camila, comprensiva como siempre, le ofreció una sonrisa cálida.

—Te entiendo, amiga. No te preocupes, podemos quedarnos por aquí hasta que estés lista para volver. Estoy contigo toda la tarde.

Sofía sonrió agradecida. Tener a Camila a su lado hacía que todo el peso que llevaba en los hombros fuera más llevadero. Decidieron visitar algunos cafés y tiendas de ropa para matar el tiempo y distraerse de la tensión familiar que tanto agobiaba a Sofía.

Mientras tanto, en la mansión De Santos, Rafael había logrado quedarse a almorzar, un paso más en su calculado plan. Isabella lo había invitado, sintiéndose cada vez más cómoda con su presencia después de la información que le había dado sobre Mateo. La mesa estaba
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