¿TARÁNTULA ERES TÚ? Irene enfrentó a Leandro con una mirada desafiante que chispeaba determinación. ―Ni sueñes con que volveré contigo, Leandro. No seré tu luna ni llevaré a cabo tu fantasía de tener un hijo juntos ― espetó con un tono que dejaba claro que sus decisiones eran inquebrantables. El Alfa, al percibir su negativa, dejó que una expresión dominante y celosa se apoderara de su rostro. ―¿Ese imbécil tiene algo que ver en esto? ¿Eh? ¿Es él la razón por la que te resistes? ―preguntó con una voz ronca, intentando ocultar la intensidad de sus emociones. Irene, sin inmutarse, lo desafió con una mirada indiferente. ―Esto no tiene nada que ver con Arthur. Vine aquí con intención de recuperar y proteger a mi manada, Leandro. No de tener alguna relación contigo ―declaró, segura de sí misma. El Alfa gruñó y ella retrocedió queriendo mantener la distancia. Pero, Leandro estaba decidido a no dejarla ir, así que intensificó su postura. ―La única forma de salvar a tu manada es conver
SOLO ES UNA UNIÓN TEMPORAL. El silencio pesaba en la habitación, pero fue roto por la respiración agitada de Arthur, el beta de la manada Silver. Sus ojos reflejaban una mezcla de frustración y angustia mientras miraba a Irene, quien sostenía la firmeza de su decisión. —Irene, ¿cómo pudiste aceptar eso? — inquirió Arthur con voz tensa, y su corazón latiendo con fuerza —No puedo soportar la idea de que estés con él. Irene, sintiendo la preocupación sincera de su amigo, suspiró antes de responder con calma. —Arthur, es temporal. Yo… no tengo intenciones de desarrollar sentimientos por Leandro. Esto es por la manada — explicó, tratando de que entendiera que esta unión no iba más allá de la necesidad del momento. El beta, sin embargo, no podía ignorar la tensión que se apoderaba de su pecho. Se acercó a Irene, y sus brazos la rodearon con fuerza en un abrazo desesperado. Besó su cabeza con ternura, como si temiera que este fuera el último momento que compartían. —No quiero perderte,
FINALMENTE UNIDOS.La tarde se cernía sobre la mansión de la manada Alerón, y con ella, la inevitable ceremonia de apareamiento que cambiaría el destino de Irene. En su habitación, una empleada entregó una caja adornada con un lazo negro. —Es un regalo del alfa — anunció la sirvienta. Irene, con indiferencia, asintió y le indicó que lo dejara sobre la cama.El nerviosismo se filtraba en cada rincón de la habitación, aunque intentaba mostrarse imperturbable, por dentro su pecho estaba a punto de explotar. Finalmente, se convertiría en lo que había soñado y estaría unida al lobo que era dueño de su corazón, sin embargo, las razones no estaban basadas en el amor. Estaba segura de que Leandro le había propuesto este trato, únicamente por la mina, todo aquel que se acercaba lo hacía con la esperanza de poner sus garras en ella.Esta noche sería su unión oficial con Leandro, convirtiéndose en la luna de la manada Alerón. Pero si Leandro creía que metería en una cama con él, estaba muy equ
NOCHE DE APAREAMIENTO. Las omegas se movían con destreza alrededor de Irene, ayudándola a prepararse para la ceremonia de apareamiento. A pesar de sus esfuerzos por mantener la calma, el corazón de Irene, latía con fuerza y también estaba teniendo una lucha interna con su lobo. Su lobo interior anhelaba la unión con el lobo de Leandro, gritando por la conexión que ella se negaba a aceptar. Irene apretó los dientes con fuerza y regañó a su loba, recordándole la manera en que Leandro las rechazó y el dolor que les causó. Sin embargo, el lamento doloroso de su loba y su agitación por su compañero era fuerte. Cuando finalmente estuvo lista, las omegas le informaron que debían dirigirse a la habitación del Alfa. Un nudo se formó en su estómago mientras asentía, y con pasos vacilantes, salió de la habitación. Al llegar a la imponente puerta de la habitación de Leandro, inhaló profundamente antes de girar el pomo. La habitación era un despliegue de masculinidad, y el corazón de la recién
UNA LUNA FURIOSA ―¿Noche de apareamiento? Irene lo miró con una mezcla de emociones contradictorias, en ese momento, sentía conmoción, dolor, rabia y, aunque lo odiaba, una pizca de felicidad la golpeó que casi le quitó el aliento. Vestido nada más que con una túnica negra y dejando al descubierto su perfecto torso, Leandro Alerón era dueño del espacio del alrededor. Mientras que el Alfa miraba a la mujer delante de él y no podía dejar de admirar su belleza. ―Hermosa. Eres tan malditamente hermosa, que casi me duele mirarte ―Leandro detalló su rostro en forma de corazón, su nariz pequeña, su piel delicada y las hermosas pecas que anhelaba trazar con su lengua. Su lobo caminaba de un lado al otro, contento, pero también inquieto y más vivo que nunca. «Eres mia. Finalmente eres mia» Un feroz anhelo, tanto emocional como físico, atravesó al Alfa, haciendo que su cuerpo cobrara vida. La recorrió con la mirada, volviéndose familiar con cada línea y curva. ―Irene… ―Vete. ―lo interrum
OSCURA OBSESIÓN. En la penumbra de la cabaña, Arthur ahogaba sus penas en el amargo licor, su mente perdida en la figura de Irene vestida para la ceremonia y aceptando a Leandro como su compañero, era demasiado difícil de asimilar y por eso, opto por mitigar el dolor que estaba sintiendo con una botella de hidromiel. El viejo alfa, tío de Irene, se aproximó a él con la sabiduría que solo los años pudieron conferir. ―Arthur, muchacho, esto no te conducirá a nada bueno. Debes dejar ir ese enamoramiento por mi sobrina. El Beta, con la mirada turbia por la bebida, alzó la cabeza con desafío. ―No entiendes. Leandro no la merece. ―gruño ― Él solo le ha causado dolor. El viejo alfa suspiro, apoyando una mano firme en el hombro de Arthur, intentando transmitirle sensatez. ―Entiendo que te sientas en desventajas, pero… ―el anciano hizo una pausa sabiendo que lo que diría a continuación iba a lastimarlo. Sin embargo, entre más rápido lo entendía mucho mejor ―Ellos son pareja, Arthur. Irene
PORQUE TE AMO. Irene forcejeó un poco antes de corresponder a su beso y por un momento se perdió en el mar de recuerdo de esa noche que habían compartido. Leandro inició como un beso posesivo, que pronto se volvió suave, dulce, cargado de amor. Sus lobos finalmente estaba lo suficientemente cerca, un suave gemido escapo de los labios de Irene y Leandro soltó el agarre de sus muñecas. ―Sé que estás enojada conmigo y no te culpo, pero tenemos que hablar. ―dijo cuando rompió el beso y la miro con el pecho agitado. ―Hablaremos como adultos, Irene. Lo haremos de la manera fácil o de la manera difícil, tú decides. Ella lo miró un segundo sin responder, sintiendo los latidos erráticos de su corazón. ―Está bien, pero apártate de mí. ―gruño tratando de sonar fría. Decir que, al Alfa, no le lastimo su rechazo, era una mentira. Pero tampoco pensaba obligarla o utilizar sus vibraciones dominantes y reprimirla, él nunca le haría eso a su pareja. ―Bien. ―se levantó de inmediato, pero sin quita
RECUERDA TU LUGAR.El sol brillaba sobre el territorio de la manada Alerón. Irene, en su nuevo rol de Luna, se dirigía hacia la zona donde los cachorros jugaban, y las Omegas se ocupaban de sus quehaceres diarios. Aunque tenía sus diferencias con Leandro, no tenía intenciones de dejar de lado sus responsabilidades. El tiempo que estuviera allí, se encargaría de ser una Luna en toda la extensión de la palabra.Pero la tranquilidad se vio interrumpida cuando Arthur, dominado por celos, interceptó a Irene de manera brusca.―Arthur… ¿No deberías estar con mi tío? ¿Qué haces aquí?El Beta no se molestó en responderle, en cambio, fue directo al grano.―Irene, necesito saber qué pasó entre tú y Leandro. ―pregunto en tono áspero.―Arthur, ¿has estado bebiendo? ―El olor a alcohol era demasiado evidente y la culpa se apoderó levemente de Irene. ―Creo que debes descansar, ¿Por qué no vas a…?―No. No quiero descansar ―replico en un gruñido ―Quiero que me respondas, dime, ¿Qué pasó?―Arthur, suélta