En un momento tan importante de la humanidad donde la ciencia avanza y la tecnología no deja de sorprendernos, a veces las personas se cuestionan por qué están difíciles ser tú dentro de tanto progreso. Alejandro es un arma noble que le ha costado hacerse de una coraza para no ser lastimado y vivir su verdad dentro de cuatro paredes donde no puede ser juzgado. No es el enemigo; sin embargo, a veces le toca fingirlo. —¿Demitrius quiere que te encargues de la empresa?Pregunta el caballero que está sentado frente a él. Luego de un día agitado, Alejandro solo quería llegar a su casa y compartir una deliciosa cena con su pareja, el hombre que ama desde hace cinco años y aún no ha podido mostrarlo ante su familia. ¿Cómo lo va a hacer? Los Constantino son muy tradicionales, con pensamientos reaccionarios que a él no le interesa cambiar. Prefiere guardar todos esos momentos para compartirlos con la persona que ama. —Así es - responde, mientras corta su filete. —No sé en qué está metido mi
Atenas, Grecia. En la mañana… Un palacio es considerado una casa suntuosa con amplios espacios para desplazarse y múltiples habitaciones equipadas con todo lo que tendría un apartamento de tan solo cincuenta metros, así como el que vivía Ann. Justamente es la propiedad donde una mujer con cabello de plata camina por la sala principal con la mente perdida. Es la primera vez que Elena siente que ya no tienen el control de nada de lo que pasa a su alrededor. Primero fue con su esposo, luego pasó con Andreus y ahora es la persona que siempre creyó que estaría bajo sus alas, Demitrius. El sensato hombre es el hijo favorito de Elena. Él nunca tuvo una negativa para ella. Nuca se fue al otro lado del mundo sin consultarle primero, quizás no siempre hizo las cosas como ella las quería; no obstante, siempre la ha obedecido, hasta ahora. No tiene claro cuándo comenzó a perder su poder con Demitrius, cuando dejó de ser relevante para que él ya no le comente sobre los pasos que dará a futuro.
Antenas, Grecia Al día siguiente… Una taza de café humeante de un lado y una de té de manzanilla en el otro lado, se encuentran sobre la mesa que separa dos cuerpos que parecen querer volver a encontrarse en la intimidad que les puede ofrecer las cuatro paredes de una habitación. Sin embargo, volver a tener esa clase de encuentro sería contraproducente, sobre todo, porque las personas en cuestión aún no identifican lo que siente. Demitrius mira a la joven sin saber qué decirle o cómo explicarle que aún no es el momento. Es terca, no es una chica que simplemente acata órdenes. Él fue muy claro con ella, le dijo que descansara y que luego planificarían juntos su estadía en el país; no obstante, se negó a obedecerlo. Ann está sentada con un vestido ejecutivo unos centímetros por encima de las rodillas. El color es un sutil tono amarillo, el cual combinó con unos zapatos beige. Su cabello está suelto a largo de la espalda baja y su rostro no refleja todas las horas de cansancio que v
Hay tantos kilómetros que dividen a Europa de América, tantas horas de vuelo que alejan a Atenas de Florida. Hay tanta distancia entre dos personas que no se conocen, que cuesta entender cómo es que tienen a alguien, con tan poca relevancia, según Celia y Eleonor, parada frente a ellas. No solo eso, sino que pareciera que las dos personas que acaban de llegar están utilizando un uniforme que los hace ver compenetrados y muy unidos. El traje azul marino, más la corbata amarilla de él, queda a la perfección con el vestido de mangas largas y cuello redondo, también amarillo, que usa la joven que no deja de sonreírles. Ambas se preguntan en sus adentros: ¿qué está pasando? ¿Por qué ella está junto a él? —¿Qué hace tu asistente aquí, Demitrius?Celia es la primera en romper el hielo, pero no la tensión que se ha creado entre los cuatro. En ese momento todos se encuentran en el pasillo que conduce a las oficinas principales. Son pocos los empleados que trabajan en el último piso, así que
—¿Ann? ¿Eres tú?Andreus lanza la pregunta divisando con mayor exactitud a la joven que acaba de entrar a la oficina de su hermano. Es un hallazgo sorpresivo para él, no la había visto después de darle la llave equivocada aquella noche en Bahamas, cuando también se fugó con Dionela olvidando su compromiso anterior. El incorregible observa a la joven con detenimiento, él percibe un brillo especial en ella que no le había visto en las pocas semanas que tuvo conociéndola. También la ve más voluptuosa de cómo la recuerda. Entonces es cuando él vuelve a ver a su hermano con una ceja levantada. Puedo comprender la confusión que hubo y que terminó con su gemelo cayendo rendido en los brazos de ella. Lo que no esperaba es ver la mirada de un hombre enamorado que tiene Demitrius, quien evita mirar a Andreus. —¿De qué me perdí?Cuestiona nuevamente, perdido entre lo que está pasando. Ann mira al incorregible, y en su interior se libera una batalla entre la vergüenza y el enojo. Siendo el eno
“Ann, vamos a casarnos”. Esas fueron las palabras que su jefe pronunció, mientras ella degustaba un solomillo en salsa agridulce y un cremoso puré de papas. Estaba contenta, poco a poco su apetito empieza a regresar, a pesar de que los tensos momentos aún permanecen. Igual ella siente que el curso de su vida va tomando una buena dirección. Ahora no sabe qué responder o qué hacer, nunca pensó en que se casaría tan joven y menos con su jefe. —Disculpe, ¿qué? - dice Ann incrédula ante la absurda propuesta. Horas antes… Ann y Demitrius entran al consultorio sin tener que esperar en la sala. Es una hora peligrosa del día y cualquiera podría reconocerlo; sin embargo, el sensato hombre apela a la discreción de su cuñada. No encontró a otra doctora mejor preparada para atender a la futura madre. Miriam, la hermana mayor de Samira, es una mujer con los pies bajo la tierra que no ha entrado en el juego de tronos que tiene su familia, así como otras de renombre y poder en Grecia. Por lo q
¿Casarme o no casarme? Esa es la cuestión. Va reflexionando Ann, mientras da vueltas por toda la cama a media noche. No ha podido dejar de pensar en la propuesta de Demitrius, cuando lo hizo se veía muy angustiado y eso no le gustó. Ella ya empieza a conocer las facciones de su jefe: la forma en la que cierra los ojos cuando cree que está hablando de más, es como si se hiciera un recordatorio de que no puede expresar todo lo que de verdad siente. Tener sus reservas no sería un problema si no mencionara implícitamente la muerte.Supone que él se refería a la muerte como un hecho a lejano y como parte de la realidad de todo ser viviente; sin embargo, a la joven le alerta lo que dijo: “cuando ya no esté en esta tierra”. ¿Por qué no iba a estar si es un hombre joven, aún tienen una hija que criar y una criatura que ver nacer? ¿Dónde iría él?—Demitrius, ¿qué está pasando contigo? Cuestiona con la mirada fija hacia el oscuro techo, con todas las ganas de correr hacia el palacio de los Con
El imprevisto beso lo tomó por sorpresa. Que ella tomara la iniciativa de hacerlo, era algo que no tenía contemplado para ese momento. Él sí sabía que de alguna forma iba a terminar uniendo sus labios con los de Ann. Lo supo cuando entró a la cocina y, antes de emitir una palabra, se quedó por unos segundos parado viendo cómo le quedaba la bata de seda color champán. La prenda le llega, hasta las rodillas, moldeándole todo su cuerpo. Lo que no esperaba es ver tan majestuosa figura cuando ella se diera la vuelta y lo dejara apreciar sus voluminosos y redondos pechos. A partir de ahí, dejo de pensar con claridad. La dulce joven separa sus piernas para que él se coloque en medio y así tener más acceso a sus labios. Ella rodea el cuello de Demitrius con sus brazos, mientras él acaricia su espalda. Así comienza a sentir el bulto de su jefe en su entrepierna. Fue tan rápido, apenas ellos llevan unos cuantos segundos besándose; sin embargo, para el sensato hombre no es problema llegar a la