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La Mercedes-Benz Clase S blanca se detuvo con elegancia frente al imponente edificio de la Comisión. Dos hombres vestidos con gabardinas negras, con tatuajes de serpiente en el cuello, salieron del coche y uno de ellos se apresuró a abrir la puerta del pasajero, permitiendo que Tommaso Grecco saliera. Con una enorme sonrisa de confianza, Tommaso ajustó su impecable traje granate, mostrando una actitud de autoconfianza.

Mientras caminaba hacia el edificio, Tommaso sentía una energía vibrante dentro de él. Creía firmemente que esa reunión con la Comisión finalmente le daría el reconocimiento que tanto anhelaba y merecía. Sus pasos eran firmes y decididos, reflejando su determinación de conquistar su lugar en la cima del submundo del crimen.

 

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