CAPÍTULO 11

La mansión Anderson se encontraba a unos cuantos kilómetros de la ciudad, rodeada de colinas ondulantes y árboles verdes y frondosos. Parecía perfecta, desde los jardines bien cuidados que se extendían a lo largo del largo y sinuoso camino de entrada hasta el granito pulido que brillaba bajo el sol de la mañana. Sentí garras en el estómago cuando el coche conducido por el chófer se acercó al enorme edificio y tragué saliva con fuerza. Una cosa era estar casada con Caden y a unos cuantos miles de kilómetros de la realidad, pero estar tan cerca de Harold hacía que mis intestinos se sintieran como si estuvieran hechos de gelatina.

Benny, el conductor, detuvo el lujoso auto frente a la entrada principal, pero Caden abrió la puerta de golpe y salió furioso hacia la casa antes de que esta se detuviera por completo. Sin siquiera decirme una palabra. Mierda. Iba a tener que enfrentarme a eso por mi cuenta. La puerta que estaba a mi lado se abrió con un clic y se extendió hacia afuera antes de
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