LAMENTO MUCHO LA DEMORA. ESPERO AUN PUEDAS DISFRUTAR LA HISTORIA
Pensé que moriría. Pensé que lo había matado. Mientras corría hacía él, sin saber por qué exactamente, de verdad pensé que lo vería morir. El banquillo estaba roto y Gerard estaba cayendo. Tal vez era la adrenalina disparada en mi sistema, pero pude ver con detalle todo lo que ocurrió en ese breve instante. Miré el banquillo fracturarse y Gerard, que estaba recostado sobre ella, perder el equilibrio de la barra que sostenía y ladearse con ella. Uno de los discos más pequeños se salió de la barra y le golpeó en la cabeza a Gerard. La sangre manó de inmediato y sus músculos tensarse en un último intento por equilibrar el enorme peso de los discos restantes. Di por sentado que moriría bajo el peso de todos ellos. Pero me equivoqué, mejor dicho, lo subestimé. Las venas y tendones de sus brazos se tensaron bajo la piel, antes de apretar los dientes y lograr arrojar la pesada barra a un costado. La barra cayó con un sonoro golpe y los discos de hierro fundido se dispersaron. —¡Gerard!
¿Un hijo suyo era el precio para escapar legalmente de ese matrimonio? ¿Cómo podía ponerle ese precio al divorcio? Ni siquiera nos agradábamos e imaginar toda una vida juntos era una locura. —Nunca —le dije y quité su mano de mi nuca. Él me soltó y yo retrocedí. Pero seguimos viéndonos con ojos suspicaces. Ninguno estaba dispuesto a ceder ante el otro. —¿Estás segura? No creo que malgastar mi dinero te haga feliz para siempre. En algún momento te cansaras y querrás salir corriendo —sonrió sin humor—. Una mocosa como tú no soportará ser mi mujer por mucho tiempo, especialmente en la cama. Enrojecí ligeramente, pero logré mantener la compostura y decir: —Estoy segura de que... surgirá otra oportunidad que me separe de ti —y era oportunidad era matarlo cuanto antes. Vengarme de él debería ser una tarea rápida. —¿Oportunidad? —se burló irguiendo la cabeza y torciendo el gesto—. No habrá ninguna. Ríndete con eso. Mi oportunidad era matarlo. Pero sí nunca lo lograba y los meses se v
A pesar de saber desde el fondo de mi ser cuál sería el resultado, no vacilé en salir corriendo del departamento y buscar de una prueba de embarazo casera. Recé por un resultado negativo mientras me la hacía y esperaba, rogué al cielo que estuviese equivocada... Sin embargo, cuando me atreví a verla, todo el mundo me cayó encima y perdí incluso la capacidad de respirar. Ni siquiera pude llorar o gritar, solo pude maldecirme en mis pensamientos por haber sido tan estúpida. Me había embarazado de ese criminal. Aunque sabía sobre la cámara y había mudado todas mis cosas, esa noche volví a mi habitación y me quedé toda la noche tendida sobre la cama, mirando al techo y sin pensar en nada, solo con la imagen de mí, embarazada, cimentándose en mi cabeza. Escuché a Gerard llegar a casa, pero no salí a verlo y él tampoco fue a buscarme. Intuí que me observaba a través de la estática luz roja de su m*****a cámara, pero apenas y me importó. Permanecí acostada hasta el amanecer, muda y quieta,
A partir de ese momento en la pista de hielo, nuestra relación comenzó a mejorar de una forma que nunca creí posible. Nos comenzamos a llevar mejor y las salidas con él, que antes consideraba un castigo, ahora eran algo que esperaba y disfrutaba mucho. Conocí mejor a su equipo, especialmente a Marco, su mánager y también a su círculo de amistades; quienes eran mayormente peleadores, entrenadores y empleados de sus gimnasios. Incluido Samuel, un chico joven y muy agradable que Gerard patrocinaba y entrenaba personalmente para volverlo un hábil peleador. Todas las noches, mi marido y yo cenábamos fuera con conocidos de mi padre para entablar relaciones con ellos, y durante el día, cuando él no estaba, yo trataba de entablar una amistad con su hermana. Pero ella era recelosa, y pronto descubrí que tan intuitiva como su hermano. —¿A quién llamas cuando mi hermano se va a entrenar? —inquirió un día, tecleando en su celular. No me miraba, y eso fue un alivio. Porque la impresión estaba e
Después de ese enfrentamiento, donde descubrió que me comunicaba con un hombre a sus espaldas, Gerard se volvió irritable y desagradable conmigo. Dejó de llevarme a patinar y también cambió de acompañante en esas fiestas a las que tantas veces me arrastró, llevando a una entusiasta Grettel en mi lugar, pensando que mi “amante” se encontraba en esas fiestas, donde seguramente nos habíamos conocido. En su furia, Gerard había visto el número de Alek antes de romper mi celular, sin prestar atención y ver que pertenecía a otro país. Ahora pensaba que mi amante vivía allí, cerca de mí. Y por ello no me quitaba el ojo de encima. Aun así, cuando se acercó el fin de semana y llegó el día en que saldría de la ciudad para asistir a una pelea, no tuvo más opción que irse y dejarme sola. —Espero que no comentas una imprudencia —me advirtió ya con su maleta en mano—. Mantén a tu amante lejos, sí te es posible. Dejaré a Samuel contigo, y él me informará sí te reúnes con ese hombre. Torcí el gesto
Apunté mi rifle a la cabeza de mi marido y apoyé el pulgar en el gatillo. Sostuve el aliento, viéndolo reír y fruncir el ceño en señal de concentración, mientras él y Marcos apuntaban sus armas a la bandada de aves en el cielo, volando por encima de las copas de los pinos. Estábamos lejos de la fiesta, su equipo bebía y comía sin percatarse que nos habíamos ido, y Marcos estaba tan ebrio que no sabría ni qué ocurrió. Solo debía concentrarme y acabarlo allí mismo. Entrecerré un ojo, mirando por donde entraría la bala, mientras apretaba los dientes y se me venía a la cabeza todo lo que había hecho, el cómo había matado a su esposa, a mi hermana y cómo vivía sin el menor remordimiento. Estaba lista para dispararle y acabar con su egoísta existencia, sin embargo, terminé por bajar el arma y exhalar hasta calmarme. Esta vez se presentaba la oportunidad perfecta, no había nadie cerca, yo tenía un arma y él estaba distraído. El único inconveniente era que yo no sabía disparar y segurament
¿Qué pensaría Alek de mí sí me viera ahora? Esa fue la única pregunta que rondó mi cabeza durante toda la mañana, mientras permanecía boca arriba sobre la cama, semicubierta por las sábanas, con ojos vidriosos y un molesto dolor en la entrepierna. Con cada día que transcurría, yo traicionaba más al chico que amaba, le fallaba y me volvía tan poca cosa para él. Sí volvía a Alemania, ¿qué le diría? ¿Vería a través de mí todas las veces que le había engañado con otro? El solo pensar en verlo me asustaba. Cuando volviera, ¿llevaría a un bebé en mis brazos? Al mediodía, al fin me sentí capaz de levantarme y darme una larga ducha. Mientras me ponía un vestido ligero, pude ver las marcas que Gerard siempre dejaba en mi piel, y no solo eso, tenía un dolor recurrente en el vientre bajo, producto de esa noche brutal. Cuando me dirigí a la cocina por algo de beber, apenas podía caminar y mantenía una mano sobre mi abdomen bajo. —Gerard es como una bestia en la cama, ¿verdad? No la había
Haberle confesado a Alek mi infidelidad, me rompió el corazón y me dejo hueca. En el césped húmedo del jardín, sollocé amargamente por nuestra ruptura y por todos los planes que terminaban allí. Tenía un dolor que me aturdía totalmente, tanto que ni siquiera noté cuando Gerard y su equipo volvieron de la cacería con una buena presa. Mi marido fue a verme, pero no sacó nada de mí, solo indiferencia y desprecio, así que termino yéndose para dejarme en paz. Desde el sofá en la sala, los observé preparar una fiesta en la noche, cocinar y beber con camaradería, bailando con Grettell, la unica chica allí, conversando y riendo entre ellos. Miré en silencio como Grettel, ebria, bailaba con Gerard y le lanzaba miradas sugerentes al son de la música, restregándose contra él, hasta que lo vi apartarse de ella y mostrar una expresión molesta. Sonreí un poco. Las cosas serían difíciles para ella sí pensaba gustarle. Al día que siguió, todos subimos a los coches y nos pusimos en marcha para vol