CAPÍTULO VI ¡PROFECÍAS!

Apartamento del capitán Zílog

 Zílog oraba meditabundo y desnudo frente al altar de sus dioses. El cuarto estaba iluminado a media luz mientras Sálax esperaba respetuosamente, también desnuda, bajo las sábanas de la cama. Cuando notó que Zílog se removía en su asiento, dijo:

 —¿Oras porque Nam esté bien?

 —Sí, o porque tenga una muerte rápida.

 —¿Te han tomado prisionero alguna vez?

 —Sí, fui prisionero de los sarconianos durante la Segunda Guerra de Carixis. Me torturaron de forma horrible. Sé lo que se siente esa oscura desesperación que produce un dolor perpetuo y sistemático. A veces, deseas morir. —El comunicador de Zílog sonó.  —¿Sí?

 —Capitán –dijo alarmada Cheng— una flot

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