—Quizá es momento de conseguir la ayuda de una becaria. — Sugirió la mujer. Greta asintió en silencio.—No te convoque para hablar particularmente de trabajo. Recordé que hoy acudirás con el Doctor C a esa elegante cena, solo esperaba animarte un poco.Greta conocía a la perfección a Violette; aun recordaba cuando esa temerosa jovencita fue puesta a su cargo durante todo el trayecto de su residencia médica, nunca olvidaría la expresión de miedo trazada en cada acción de la chica. Pese a esto, Greta sentía cierta responsabilidad al ver a Violette sobreexponerse a largas jornadas labores, tenía la certeza que ella lo hacía con el fin de escapar de su propia realidad.—Me satisface ver hasta dónde has llegado, Violette. Pronto dirigirás un gran hospital por tu propia cuenta. Como tu maestra, estoy sumamente orgullosa de ti. — Greta sonrió. Consideraba a esa problemática mujer la hija que la vida le negó.—No todo fue gracias a mí, de no haber sido por usted yo…—La modestia no va contigo
Tan rápido como la voz masculina paladeo el nombre del hombre, el mágico momento termino hecho trizas. Presas de un violento sonrojo, ambos optaron por apartarse y simular que nada pasaba entre ellos dos. Edmond, ajustó la corbata, carraspeo para aclararse la garganta y viro sobre sus tobillos para encontrarse con un antiguo compañero de pasantía.—Carlo. — Saludó ásperamente, estrechando su mano en un gélido acto de cortesía.—Es un placer verte de nuevo, ha pasado tanto tiempo desde las prácticas en la constructora.—Más de ocho años— Coincidió. Divisó a su bella acompañante de reojo, leyendo la incomodidad en cada rincón de su linda faz.— Te presentó a Dubois Violette.— Introdujo seriamente, situando una mano detrás de la cintura de la mujer, obligándola a avanzar dos pasos hacia el frente para integrarla en la conversación.— Violette, te presento a Carlo, un antiguo compañero de pasantías.—Un placer conocerla. — Replicó el hombre de cabello castaño mientras realizaba una cordial
Deambuló de círculo en círculo en compañía del respetado doctor. C le abría el camino a nuevas oportunidades en su vida profesional, los asistentes al banquete eran hombres y mujeres de renombre en el campo de la medicina, doctores reconocidos, investigadores galardonados, la crema y nata de la esfera de la salud congregada en el mismo sitio para festejar. El hecho que C hubiese elegido la velada para nombrarla subdirectora del hospital comenzaba a enfermarla; como era habitual en ella, buscó la manera de salir huyendo, sin embargo, parecía que C podía leer sus pensamientos y predecir cada uno de sus movimientos, procuraba mantenerla cerca, observada y no muy apartada, se contoneaba entre sus colegas presumiéndola como un objeto inalcanzable.¿Lista para ser arrojada a los lobos?— Cuestionó el rubio en voz baja, dándole un elegante sorbo a la tercera copa de champagne.¿Me disculpa un segundo? Debo ir al tocador. — Masculló, lanzando una súplica muda para escapar durante dos minutos d
—La última vez que seguí tus consejos pase doce años buscándola. — Le recordó sin inmutarse a mirarlo.—Lo sé, pero esta vez será distinto. — Aseguró el rubio con una sonrisa. — Ahora vete, yo te cubro.—Gracias, hermano. — Con la bendición de Bastian en la bolsa, Edmond puso el auto en marcha. Actuar desairadamente no era lo suyo, pero por Violette valía la pena salir de los convencionalismos.: : : : : : : :Tomó una bocanada de aire al salir del tocador. El nerviosismo había desaparecido, y con este las inseguridades, después de varias semanas de divagar, Violette tenía la respuesta apropiada para la propuesta incorrecta, aceptar el puesto supondría lanzarse a las fauces del lobo, quedar a su merced y dejar el destino a la deriva.Segura de sí misma, viro sobre sus tobillos, no prolongaría la espera, seria justa con C aun cuando él no lo había sido con ella. El sonido de los zapatos retumbaba por el elegante pasillo a medida que ingresaba al barullo de la fiesta, sin embargo, los g
La penumbra de la celda era más abrumante de lo que había imaginado, nunca se vio a si mismo pasando una noche en la cárcel, ni siquiera cuando era un chico rebelde, su padre lo había advertido un millón de veces y cuando su hermano ingresó a una celda al verse envuelto en una pelea, Magnus Lemaire cumplió su sentencia y permitió que el mayor de sus hijos pasara la noche en una fría celdilla.Apesumbrado, tomó asiento en el suelo y recargo su cabeza contra los barrotes. Lamar a Violette había sido un error garrafal, de todas las personas disponibles en su lista de contactos, eligió el número de la mujer, algo en su interior le decía que ella no lo abandonaría a su suerte o tal vez sí. Cerró los ojos para calamar sus pensamientos, estaba hecho un traste.¿Qué mierda está pasándome?— Susurró para sus adentros, dirigiendo la mirada hacia la insípida pared de concreto, dañada por los años por el paso de unos cuantos individuos en las mismas o peores condiciones. Violette lo estaba perturb
Durante el corto lapso de relación entre él y Violette, sabía que en algún punto ese día llegaría.Algo en su interior le decía que tal vez no sería bien recibido; en su defensa, podía decir que era una víctima de las circunstancias, no obstante, plenamente consciente de sus actos y de lo que derivó de una pasión juvenil en una noche de verano, Lemaire Edmond era el padre de Katherine.Habían transcurrido doce largos años, donde su identidad se mantuvo en total secreto.Desde el momento en el que ingresó a la no tan discreta residencia Dubois pudo darse cuenta de la gravedad del asunto; Antoine estaba muriendo y no existía nada en el mundo que remediase tal hecho. A todo esto, se le sumaba los atenuantes momentos de tensión entre él y la peli-negra, los cuales, parecían tornarse habituales conforme cada uno se sumergía en sus propios problemas.Para su buena fortuna, fue bien recibido por los padres de Violette. La tarde transcurrió tranquila, entre placidas anécdotas relatadas por An
—Señor, yo…— Edmond se detuvo a contemplar como las lágrimas se acumulaban en los ojos claros del padre de Violette. Le otorgó unos cuantos minutos para que recuperara la compostura y continuara con aquel discurso tan emotivo que tenía preparado exclusivamente para él y nadie más.—Solo quiero que las hagas felices, me refiero a Katherine y Violette. Las he visto crecer a ambas, llorar antes de entrar al colegio, sentirse nerviosas al presentar un examen, afrontar todos los retos que la vida tiene preparados para ellas. Estoy preparado para dejarlas partir. Siempre me aterró esta idea, pero estoy completamente seguro que ellas se encontraran seguras, amadas y felices a tu lado. — Las lágrimas rodaron por las mejillas del emotivo hombre, permitiéndole a Edmond contemplar aquella faceta que mantenía tan oculta de su familia y de todo aquello que tanto amaba.—Puede confiar en que así será. — Replicó el hombre, posando una mano sobre su hombro, mostrándose un poco titubeante.—He visto l
—No toda la iniciativa debe venir de Edmond. — Mascullo Lena casi inaudible.¿A qué te refieres?— Preguntó Violette.—Quizá, tú deberías proponerle matrimonio esta vez. — Profirió tímidamente. La oji-verde suspiró resignada y dirigió su mirada hacia Katherine, quien sumergía sus pies descalzos en la calidez del agua. Tal vez Lena tenía razón, puede que era su turno.: : : : : : : : :No era extraño que madre e hija se reunieran en las noches en la habitación de la mujer para charlar sobre todos los acontecimientos del día; Violette había implementado esta linda tradición desde que Katherine era una pequeña niña de mejillas rechonchas invadida por un montón de dudas, así pues entablo un vínculo estrecho con ella.¿Te gusta la nueva casa?— Inquirió, deseosa de escuchar a Katherine. Fe, esperanza, felicidad y amor eran los cimientos del nuevo hogar de la familia Lemaire. Bien sabía que su hija soñó con ese momento desde que era pequeña, y por fin se realizaban sus sueños.—Es sorprendent