—Esperaba lograr prolongar este momento hasta que todos estuvieran ebrios, sin embargo, creo que es hora de darles una noticia— Edmond pudo notar cuando todos contuvieron la respiración. Nadie parpadeaba, el ambiente cálido se tornó tan aterido, como si hubiesen abierto una tumba. ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué tanto misterio?— Preguntó Sasha, dirigiendo su mirada hacia Violette en búsqueda de una respuesta. —Lo que pasa es que, Edmond y yo nos casamos el día de hoy. — Replicó la mujer de golpe. — Acudimos al registro civil para llenar una solicitud, y oficialmente somos marido y mujer. — Añadió. Acto seguido, disipó el escozor en la garganta al darle un largo trago a la copa de vino, aguardando por una respuesta. ¿Hablan en serio?— Cuestionó el rubio, inclinados unos centímetros hacia adelante, como si eso fuese a resolver sus dudas. —Bastian-…—Mascullo la tímida Caroline, instando al aludido a mantenerse calmado. —No tendría razones para mentir ¿o sí?— Manifestó el Lemaire, enma
—Me tome la libertad de invitar a Eugene y a su esposa a la reunión. — Explicó el hombre. Aprovechó un momento de soledad en el centro comercial para realizar una llamada a Caroline y después al heredero Da Silva. Luego de emitir una disculpa, relató el motivo del llamamiento, sabia la importancia que Eugene tenía en la vida de Violette, y si al inicio le causo conflicto el tipo de relación que llevaba, posteriormente entendió que no valía la pena dejarse cegar por los celos y la desconfianza. —En ese caso, vengan con nosotros al jardín, hay comida y licor. : : : : : : : : Necesitaba un momento para descansar. Sentía como la pesadez se apoderaba poco a poco de sus parpados, el cuerpo le dolía y conforme los minutos pasaban iba perdiendo el control a causa del alcoholo. A tientas, logró llegar sana y salva a uno de los sillones del jardín, permitiéndose recostar su cansada hechura en la comodidad del colchoncillo. Sus oídos escuchaban con delectación la calmada melodía, el baile ha
Inmerso en el paisaje inteligible desde su asiento, Edmond Lemaire se encontraba a bordo de un Boeing 747. El gigantesco avión había comenzado su descenso, arrancando un suspiro de alivio de lo más profundo del pecho de aquel estoico hombre, atravesaron los densos nubarrones, disponiéndose a aterrizar en el aeropuerto de Paris.La mirada desentendida del hombre atrapaba atenta la melancólica en tonos grises y blancos, simulaba una escena extraída de alguna película de antaño. Tras completarse el aterrizaje, las señales dentro del avión se apagaron y de los altavoces comenzó a sonar alguna tonadilla comercial. Las azafatas amablemente indicaron el rumbo de salida a los pasajeros.Mientras descendía de la enorme aeronave, Edmond se tomó unos cuantos minutos para mantenerse tan recio como el tronco de un añejo árbol, llevó una mano hacia su cabeza, tratando de apaciguar el punzante dolor situado en la frente. Ciertamente las horas de vuelo dejaban marcas en forma de cansancio, pese a tod
Transitaba el más rápido que sus piernas y condición le permitían; sus ojos permanecían fijos al frente, no tenía el tiempo suficiente o la paciencia para prestar atención a sus alrededores. Esbozó una sonrisa triunfante al atisbar la moderna edificación erguirse frente a sus narices. Caminó por el pabellón, por el cual transitaban algunas personas. Recuperó la respiración al cruzar el umbral de las puertas deslizantes, una vez que ubicó la recepción la longeva mujer detrás del aparador le indicó como llegar al pabellón de ginecología, donde seguramente Violette se encontraría. —Buenas noches, busco a la paciente Lemaire Violette, ingresó en la madrugada. — Habló. Dubitativa, la chica lanzó un vistazo a la pantalla de la computadora y luego al pelinegro. Podía asegurar que su aspecto dejaba mucho que desear, no esperaba lucir como un súper modelo cuando había atravesado más de diez calles corriendo bajo la nieve, mucho menos cuando las ojeras decoraban la parte inferior de sus ojos
—Bien, Violette, es momento de que te prepares para pujar. Dudo demasiado que este pequeño desee permanecer más tiempo ahí adentro. Tan pronto como el anuncio tan esperado fue emitido, Edmond abandonó su asiento. Aun con el semblante cansado trazado en cada gesto y movimiento, el pelinegro disipó cualquier atisbo de extenuación, Violette lo necesitaba. Del mismo modo, una nerviosa Katherine se colocó a un costado de su madre, contemplando con desconcierto como algunas enfermeras deambulaban por la sala. —Muy bien, comencemos. — Gesticuló Samantha. A pesar del dolor y el miedo, Violette asintió. La respiración se le corto en el primer momento que su fuerza se dirigió a un sitio en especial, era como si el aire se hubiese solidificado en sus pulmones. ¡Duele!— Chilló, agravando el significado de la palabra al ceñir con mayor poderío la mano de Edmond. Luego de varios intentos, la cansada madre derramó unas cuantas lágrimas de frustración. —Tranquila mamá, todo va a estar bien. — Su
: : : : : : : El paisaje distaba inconmensurablemente al cálido y placentero clima de primavera; era pleno mes de enero y los primeros días del nuevo año cargaban consigo la frigidez del tempero. Odiaba con firmeza las datas álgidas, suponía que el paisaje adquiría cierto aire de melancolía que de verdad detestaba. Entre la oscuridad de la noche, contempló su reflejo en el espejo; lanzó un gran suspiro al examinar atenta el atavió, esperaba que las prendas elegidas con rapidez la cubrieran del aterido aire del amanecer y le ayudaran a llegar sana y salva al punto de encuentro con su compañero de crimen. Al lanzar una mirada al reloj de pulsera corroboró el tiempo del que disponía antes de que sus padres despertaran y comenzaran su rutina, sabía que el lapso era limitado y debía darse prisa si entre sus contemplaciones no entraba que todo resultara un plan frustrado. Una vez que el escalofrió desapareció de su cuerpo, llevó la mochila hacia su hombro, resguardó el celular entre lo
Presa de un escalofrió, se encogió de hombros, buscando apaciguar el temblor de su cuerpo en respuesta al gélido clima. Suspiró resignada al verse en la posición de llamar a Miranda Lemaire para cancelar una vez más su visita al campo, con un diluvio así, las carreteras se tornaban peligrosas, los caminos se cerraban y las personas se tornaban anárquicas. Los techos de las casas, el pavimento y los carros estaban cubiertos por una densa capa de nieve. Una vez más, la familia Lemaire permanecería en casa, buscando como matar el tiempo libre y hacer de las tardes algo pasadero para todos los integrantes. —Detesto este clima. El hombre apareció en la cocina revestido por la cellisca. Sin más remedio, abandonó el resguardo de la cómoda y caliginosa vivienda para enfrentarse a las inclemencias climatológicas. Las reservas se les estaban agotando, por lo que, en vista de que Violette temía conducir bajo la tormenta y Edmundo aún no contaba con la edad y capacidad para hacer ese trabajo,
Al tiempo que la leche hervía y el chocolate se deshacía, Violette se tomó la libertad de revisar con cautela los recibos. Algunos de los avisos pertenecían a sus tarjetas, otros a los servicios de luz y agua y unos cuantos al colegio de Edmundo. Enmarcó una ceja al atisbar un sobre blanco, sin remitente o dirección. —Edmond, cariño, ¿sabes de donde proviene esto?— Extrañada, elevó pliego para que quedara a vista del aludido. —Hn. —Edmundo, ve a despertar a Katherine. — Indicó Violette. Examinó el pliego sellado. Lo estudio por fuera una y otra vez, durante algunos segundos, prestando atención a la falta de datos. —-Antone no está en su habitación. — ¿A qué te refieres con que no está en su habitación?— Quiso saber Edmond; no comprendía del todo el mensaje encriptado de Edmundo. —Ella se fue de casa, aún estaba oscuro. Llevaba una mochila. No mencionó nada sobre viajar, pero había algo extraño en su rostro. Confundidos y a la vez temerosos, Edmond y Violette intercambiaron mira