Cap. 112

Al encontrase rodeados por la intimidad de la soledad, Edmond no dudo en acorralar el cuerpo de su ahora esposa entre su gallarda figura y el escritorio de cristal.

¿Qué estás haciendo?— Preguntó con un hilo de voz tembloroso. Edmond le sonrió con afabilidad, pero ella supo que ese gesto era el preludio de algo atroz.

Aprovechando la cercanía entre los dos, Edmond susurró en el odio de la mujer su respuesta.

—Nada que tú no quieras.

Un vivo color carmín coloreo las mejillas de Violette. Todo a su alrededor se prestaba para protagonizar una aventura con el hombre en la sala de juntas. El simple hecho de imaginarlo ocasiono que un escalofrió recorriera su columna sin contemplaciones, el nudo en su estómago se desató para liberar a las mariposas, era peligroso arriesgarse a tener sexo en la oficina, no obstante, la carga de advertencia llevaba consigo la adrenalina y excitación.

Débil a las tentaciones carnales, desanudó la corbata de seda del pelinegro mientras sus labios repartían
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