Transitaba el más rápido que sus piernas y condición le permitían; sus ojos permanecían fijos al frente, no tenía el tiempo suficiente o la paciencia para prestar atención a sus alrededores. Esbozó una sonrisa triunfante al atisbar la moderna edificación erguirse frente a sus narices. Caminó por el pabellón, por el cual transitaban algunas personas. Recuperó la respiración al cruzar el umbral de las puertas deslizantes, una vez que ubicó la recepción la longeva mujer detrás del aparador le indicó como llegar al pabellón de ginecología, donde seguramente Violette se encontraría. —Buenas noches, busco a la paciente Lemaire Violette, ingresó en la madrugada. — Habló. Dubitativa, la chica lanzó un vistazo a la pantalla de la computadora y luego al pelinegro. Podía asegurar que su aspecto dejaba mucho que desear, no esperaba lucir como un súper modelo cuando había atravesado más de diez calles corriendo bajo la nieve, mucho menos cuando las ojeras decoraban la parte inferior de sus ojos
—Bien, Violette, es momento de que te prepares para pujar. Dudo demasiado que este pequeño desee permanecer más tiempo ahí adentro. Tan pronto como el anuncio tan esperado fue emitido, Edmond abandonó su asiento. Aun con el semblante cansado trazado en cada gesto y movimiento, el pelinegro disipó cualquier atisbo de extenuación, Violette lo necesitaba. Del mismo modo, una nerviosa Katherine se colocó a un costado de su madre, contemplando con desconcierto como algunas enfermeras deambulaban por la sala. —Muy bien, comencemos. — Gesticuló Samantha. A pesar del dolor y el miedo, Violette asintió. La respiración se le corto en el primer momento que su fuerza se dirigió a un sitio en especial, era como si el aire se hubiese solidificado en sus pulmones. ¡Duele!— Chilló, agravando el significado de la palabra al ceñir con mayor poderío la mano de Edmond. Luego de varios intentos, la cansada madre derramó unas cuantas lágrimas de frustración. —Tranquila mamá, todo va a estar bien. — Su
: : : : : : : El paisaje distaba inconmensurablemente al cálido y placentero clima de primavera; era pleno mes de enero y los primeros días del nuevo año cargaban consigo la frigidez del tempero. Odiaba con firmeza las datas álgidas, suponía que el paisaje adquiría cierto aire de melancolía que de verdad detestaba. Entre la oscuridad de la noche, contempló su reflejo en el espejo; lanzó un gran suspiro al examinar atenta el atavió, esperaba que las prendas elegidas con rapidez la cubrieran del aterido aire del amanecer y le ayudaran a llegar sana y salva al punto de encuentro con su compañero de crimen. Al lanzar una mirada al reloj de pulsera corroboró el tiempo del que disponía antes de que sus padres despertaran y comenzaran su rutina, sabía que el lapso era limitado y debía darse prisa si entre sus contemplaciones no entraba que todo resultara un plan frustrado. Una vez que el escalofrió desapareció de su cuerpo, llevó la mochila hacia su hombro, resguardó el celular entre lo
Presa de un escalofrió, se encogió de hombros, buscando apaciguar el temblor de su cuerpo en respuesta al gélido clima. Suspiró resignada al verse en la posición de llamar a Miranda Lemaire para cancelar una vez más su visita al campo, con un diluvio así, las carreteras se tornaban peligrosas, los caminos se cerraban y las personas se tornaban anárquicas. Los techos de las casas, el pavimento y los carros estaban cubiertos por una densa capa de nieve. Una vez más, la familia Lemaire permanecería en casa, buscando como matar el tiempo libre y hacer de las tardes algo pasadero para todos los integrantes. —Detesto este clima. El hombre apareció en la cocina revestido por la cellisca. Sin más remedio, abandonó el resguardo de la cómoda y caliginosa vivienda para enfrentarse a las inclemencias climatológicas. Las reservas se les estaban agotando, por lo que, en vista de que Violette temía conducir bajo la tormenta y Edmundo aún no contaba con la edad y capacidad para hacer ese trabajo,
Al tiempo que la leche hervía y el chocolate se deshacía, Violette se tomó la libertad de revisar con cautela los recibos. Algunos de los avisos pertenecían a sus tarjetas, otros a los servicios de luz y agua y unos cuantos al colegio de Edmundo. Enmarcó una ceja al atisbar un sobre blanco, sin remitente o dirección. —Edmond, cariño, ¿sabes de donde proviene esto?— Extrañada, elevó pliego para que quedara a vista del aludido. —Hn. —Edmundo, ve a despertar a Katherine. — Indicó Violette. Examinó el pliego sellado. Lo estudio por fuera una y otra vez, durante algunos segundos, prestando atención a la falta de datos. —-Antone no está en su habitación. — ¿A qué te refieres con que no está en su habitación?— Quiso saber Edmond; no comprendía del todo el mensaje encriptado de Edmundo. —Ella se fue de casa, aún estaba oscuro. Llevaba una mochila. No mencionó nada sobre viajar, pero había algo extraño en su rostro. Confundidos y a la vez temerosos, Edmond y Violette intercambiaron mira
Violette sonrió apenada; había interrumpido en casa de Eugene sin aviso previo hace dos horas. A pesar de ser bien recibida por Teresa y su pequeño hijo, la mujer no deseaba incomodarlo, hacia frio, afuera estaba nevando y posiblemente acudirían a ese lugar solo para encontrar una cabaña vacía. No obstante, comportándose como un caballero, el castaño no dudó en tomar su mejor abrigo y salir disparado en la búsqueda en conjunto. Ambos descendieron del automóvil con algo de dificultad, la nieve llegaba por encima de unos cuantos centímetros, cubriéndoles los pies. Bajo la oscuridad, siguieron las luces de la cabaña tal cual luciérnagas. Una vez en el pórtico, Eugene llamó a la puerta, preparándose para utilizar las llaves de la casa en caso de que fuese necesario. Había conservado un par desde que era adolescente. Tras aguardar unos cuantos segundos, alguien atendió al llamado. Después de esperar pacientemente, Eugene y Violette no ocultaron su sorpresa al contemplar a Carlo bajo el u
Antes del fin, Violette recuerda el como era que toda aquella travesia habia comenzado. Las cosas para la familia Dubois estaban mejorando.Sasha y Antoine Dubois, tenían un millón de motivos para celebrar y uno de ellos era su legado, el regalo más preciado que la vida podría otorgarles; Dubois Violette, la única hija del matrimonio.Los planes de la vivaz peli-negra caían en gracia de sus padres, quienes le inculcaron una estricta e impetuosa educación durante sus dieciochos años de vida, mismos que rendían exquisitos frutos para los orgullosos progenitores.Aquella decisión no sería la excepción para ambos. Sasha y Antoine confiaban plenamente en su preciada hija, quien los acompañaba en la cena familiar después de su ansiado retorno del internado en Europa.La peli-negra aun llevaba puesto el uniforme puesto, su madre estaba impaciente por tener a Violette con ellos, por lo tanto, al poner un pie fuera del automóvil, la chica se vio obligada a acompañar a sus padres en la cena de
El gélido aire rozo las mejillas sonrojadas de la peli-negra, quien trataba de ocultar su rostro entre la calidez de la bufanda. Los últimos meses del invierno siempre eran los peores, o al menos eso pensaba ella. Salir a trabajar diariamente para conseguir el pan de ella y de su hija, era realmente muy duro, pero así era la vida de una madre soltera después de todo. —Pienso tomar un largo baño, comer y dormir, lo necesito. Mi cuerpo ya no se recupera tan fácil como hace diez años — le dijo a su mejor amiga Lena sin demasiado ánimo, aun cuando todo esfuerzo valía la pena, era muy duro ser una médica cirujana y la madre de una casi adolescente. —Lo sé, a veces deseo tener veintitrés de nuevo. La vida parecía sencilla. — Lena Crawford también provenía de una familia acomodada, su madre era una famosa organizadora de bodas, mientras su padre poseía una gran cantidad de viveros por todo Francia que repartían hermosas flores por el mundo. Era extraño que su única heredera enfocara la ate