Capítulo 162
La luz del amanecer acariciaba silenciosamente la tierra, se filtraba a través de las rendijas de las puertas y ventanas, y caía sobre ellos, creando la pintura más hermosa.

Después de un rato, Benedicto finalmente se detuvo y sonrió antes de llevar a Fabiola a la habitación.

Fabiola, después de un breve momento de distracción, finalmente recuperó la compostura y agitó las piernas, diciendo: —Benedicto, deja de jugar, ¡hoy todavía tengo que ir a trabajar!

Benedicto llevó a Fabiola al baño y dijo: —Lo sé, probablemente no quieras ir a trabajar de esta manera.

Mientras hablaban, ambos estaban frente al espejo del baño.

Fabiola notó de inmediato su propio rostro sonrojado y sus ojos vidriosos en el espejo, lo que la hizo sentir avergonzada.

Benedicto sonrió ligeramente y llevó a Fabiola a la bañera, diciendo: —Primero date un baño.

Aunque Fabiola no quería seguir la sugerencia de Benedicto, lo hizo obedientemente y se deshizo de la pasión que la había envuelto.

Cuando salió, se puso otro
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