RASGUÑO

—¿Por qué me miras fijamente? — Me pregunta mientras mastica.

—¿Eh? — Me quedé boquiabierta.

—Me estás mirando fijamente. Es muy espeluznante—. Murmuró.

De repente me sonrojé y aparté la mirada con una mueca de burla. —No te estoy mirando, comadreja.

—No soy ciego ni tonto, mi señora. Ya se lo he dicho, sé lo que es diferente de mirar y mirar—. Dijo con voz monótona. —Si sientes algún tipo de incomodidad, dímelo inmediatamente. Ahora no soy sólo tu guardaespaldas personal.

—Sí, lo sé—. Inhalé. —Pero estoy bien. Es sólo que no sé qué es...—. Decidí cortarme ahí porque él seguirá haciéndome preguntas.

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