CALOR

—Buenos días—. Su ronca voz mañanera acelera el flujo de mi sangre en las venas.

—B-buenos días—. Se me quiebra la voz, pero no giro la cabeza para mirarle.

Se le escapa una risita suave y, en un segundo, siento su calor detrás de mí. Está tan cerca. Mierda.

—Oye, estás temblando—. De repente me cogió la mano que sujetaba la sartén haciéndome saltar y encararme a él. ¡¡¡Y nuestras caras a escasos centímetros!!! Juro que mi cara se puso como un tomate.

Sus cejas se fruncieron cuando tuvo una visión clara de mi cara como si la estuviera memorizando.

Sus ojos se clavaron en los míos durante unos segundos, luego bajaron hasta el puente de mi nariz y luego se detuvieron en mis labios ligeramente separados. Mierda. Me va a estallar el c

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