Belleza maldita: La luna fea del alfa
Belleza maldita: La luna fea del alfa
Por: Lizzy Bennet
1. Ser libre

Penelope

Mi padre está muerto…

La sensación de pérdida y dolor hacen que se forme un nudo en mi garganta, ni siquiera entiendo cómo fue que esto pasó, por qué nos atacaron. 

Nosotros no tenemos nada. 

No somos nada…

Voy camino al cementerio donde se llevará a cabo el entierro, aún cuando mi madrastra me dejó en claro que no quería verme aquí, pero eso es algo que ella no puede quitarme, no puede impedirme que le de el último adiós ante la bendición de la diosa Luna.

Sin embargo, no consigo alejarme mucho de la casa cuando dos hombres interceptaron mi camino, uno por detrás y otro por delante.

—Mira nada más que pajarito más feo ha salido de su jaula—me dice el que tengo enfrente y siento como todos los músculos de mi cuerpo se tensan.

—Parece que además es un pajarito desobediente, ¿No te enseñaron a acatar una orden?

El miedo se filtra en mi cuerpo, pues aunque recientemente he cumplido los 18 años y mi loba ha hecho acto de presencia, son apenas indicios de poder, nada comparado con estos dos hombres enfrente mío.

—N-No quiero pr-problemas… Solo quiero pasar.. solo..

—Oh, pero es que no puedes, tenemos entendido que no tienes permitido hacerlo y estamos aquí para enseñarte que le pasa a las niñas desobedientes.

Entonces el aturdimiento llega a mi cuando un golpe seco me da de lleno en el rostro, segundos antes de que uno más me golpee en el abdomen consiguiendo que mis piernas se doblen y caiga de lleno en el suelo.

El dolor en mi cuerpo estalla en miles de fragmentos al tiempo que puños y patadas golpean cada parte de mi y el pensamiento de que voy a morir se hace muy presente junto a uno mucho más fuerte: No quiero hacerlo, no quiero morir.

—¡Déjenme! NOOO—Grito, cuando siento como uno de los hombres se monta encima mío y sus manos sucias y bruscas comienzan a rasgar la tela de mi blusa.

NO, NO. NO…

La conciencia me amenaza con abandonarme, pero se que si cedo será mi fin y no puedo permitirlo, las risas y palabras obscenas de los hombres llenan mis oídos y mis ojos se nublan debido a las lágrimas contenidas, entonces cuando las palabras de mi padre se filtran en mis recuerdos.

”Lleva esto siempre contigo, Penelope, no es mucho pero te ayudará a defenderte”

Con el cuerpo cansado y lleno de dolor estiro una de mis manos hacia mi bota y consigo sacar la pequeña navaja de plata que me dio mi padre, con dificultad le quito la funda y en el instante en que las manos del hombre aprietan mis senos levanto la mano y la entierro con fuerza en su espalda, consiguiendo que un grito de dolor salga de él.

Ni siquiera sé de donde saco las fuerzas para quitarmelo de encima y ponerme en pie. 

Mis ojos van hacia el segundo atacante que parece que está a punto de lanzarse sobre mí, pero entonces sonidos de pasos se escuchan a la distancia y el cobarde no hace más que tomar a su amigo y largarse.

Mientras tanto me quedo sola en la mitad de la calle, los pasos ya no se escuchan y sé que nadie vendrá por mi, por lo que apoyándome de las paredes y tratando de mantenerme despierta llego hasta mi casa, en dónde nada más entrar dos pares de ojos llenos de odio me encuentran.

—Ayuda…—digo con un hilo de voz hacía mi madrastra, pero esta solo me da una mirada asqueada antes de decir.

—Como tu asquerosa sangre me manche la alfombra, tendrás que pagarla… Quédate aquí, no por segunda vez.

Después de que se fue, me sigue doliendo el cuerpo, pero el dolor que siento en el pecho al saber que no pude despedirme de papá es mucho más fuerte.

Entro en el baño y me doy una mirada en el espejo para observarme. 

Mi rostro lleno de morados que se han vuelto verdes,  granos en las mejillas, mi mirada vacía, mi cabello pastoso.

Soy horrible y eso es lo único que me ha mantenido a salvo y también la razón por la que no salgo de casa, mi fealdad me hacía una vergüenza a ojos de mi madrastra y la burla y el blanco de abuso de su hija.

Sin embargo, ser bella es mucho pero. 

La belleza es una maldición

Esas fueron las palabras con las que crecí, las que mi padre me dijo una y otra vez mientras vivíamos lo más apartados posibles de la manada y no podían tener más verdad.

Somos parte de la manda SkarMoon, dónde nuestro alfa, un hombre siniestro y retorcido se lleva a todas las mujeres bellas una vez cumplen los 18 años y las convierte en esclavas. 

Más nunca ven a su familia, más nunca vuelven a ser las mismas.

Sin embargo, ya mi padre no estaba y ahora no había nadie en el mundo que pudiera defenderme. 

No me extrañaría que mi madrastra me echara de la casa después de hoy, ni siquiera me permitió asistir a su funeral. No me consideró digna.

—¿Qué voy a hacer ahora, papá? ¿Cómo voy a sobrevivir sin tí? ¿Cómo seguiré ocultando…?

Un sollozo escapa de mi garganta y siento las fuerzas dejarme poco a poco, no se si pueda soportar esta vida sin él. 

Lo único que quiero es irme de aquí. Ser libre. 

Poder ser yo misma sin miedo a que me pase algo.

Un estrépito en la sala me hace fruncir el ceño y salgo con cautela de mi escondite para ver que pasa, pero todo está vacío. 

Estoy  a punto de llamar a mi madrastra, cuando todo sucede con demasiada rapidez.

Siento un golpe en la parte trasera de mi cabeza que hace que caiga con fuerza sobre mis rodillas, segundos antes de que un par de manos intenten agarrarme y es ahí cuando mi instinto de supervivencia se activa.

—NOOO, ¡Suélteme!—Grito, pero el sonido se pierde en la nada, pues nadie viene a ayudarme.

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