—¡Pan tostado y café caliente para que empieces el día con mucha energía! —exclama Roberto sentado a la mesa del desayuno al ver a su compañera salir del baño ya preparada para irse a la oficina. —Nunca me has parecido el tipo de hombre que espera a la mujer con un desayuno, al menos que quieras conseguir algo por haber tenido que tomarte esas molestias —murmura Lucía tomando una taza de café de manera antipática.—Pues lo que me gustaría conseguir sería poder dormir en tu cama y no en la habitación de invitados, pero entiendo si quieres que me tome el trabajo de cortejarte primero, eso siempre hace las cosas más encendidas —replica el hombre con una sonrisa divertida en los labios esperando la reacción de su compañera.—Sobre eso, creo que lo mejor sería que te busques una habitación de hotel, esta no es una pensión, y la verdad es que tampoco me gusta tener invitados, la única razón por lo que existe esa habitación es para algún caso excepcional, y ese caso ha sido solo por una noc
Sebastián sale del ascensor de la empresa pasándose la mano por el rostro nerviosamente, durante toda la noche estuvo despertándose cada cinco minutos, su consciencia cargada por el secreto que carga ha comenzado a alterarlo. Mucho más de lo que habría imaginado, creyó que sería capaz de lidiar con eso como con tantas otras cosas, pero lo cierto es que no está muy seguro de que ocultar el asesinato de un hombre resulte tan sencillo como ocultar una mala decisión administrativa.Caminando hacia su oficina intenta pensar la manera en que justificará la prolongada ausencia de Lucía en la compañía, sabe que Uriel no perderá esa oportunidad para terminar de enterrarla. Aunque dadas las circunstancias no está muy en desacuerdo de que quizás sea lo mejor para ella, no tiene idea cuál es la forma en que alguien es capaz de recuperarse de la experiencia de haber quitado una vida, pero duda que tener que lidiar con los problemas de la empresa sea una buena opción.—¡Sebastián, querido, te estab
Caminando nerviosamente en la sala de la casa de la playa de Samantha, Alexander espera a su invitada. Sabe que ante esa oportunidad que ha tenido de entrar a esa casa debería mostrarse más confiado o al menos un poco más cuerdo, pero lo cierto es que ante la propuesta que ha decidido hacer no puede evitar sentir que pierde el control de cada fibra de su cuerpo.—Para alguien de tu edad y experiencia esperaría más confianza, ¿O acaso es una especie de acto para mí? —cuestiona Samantha con una media sonrisa divertida mirándolo con cierta curiosidad ap9yada en el umbral de la puerta de la cocina.—Aunque te cueste creerlo hay gente que es capaz de ser honesta, que no tienen un motivo oculto detrás de todo lo que hacen —replica el empresario sin importarle arruinar el reciente acuerdo de paz que ha logrado con ella.—Eso no es lo que yo he aprendido a lo largo de estos años, rara vez la gente llega a ser sincera, sobre todo si al serlo pueden poner en peligro lo que quieren conseguir —re
Desde la ventana Samantha observa a su hija subiendo al vehículo y marchándose hacia esa cita, abrazándose a sí misma no puede evitar sentir cierta inquietud. Por un lado desea que su hija sea feliz, que pueda vivir lo bello de amar y ser amada, pero por otro solo quiere que eso llegue a su fin, y no solo porque ahora supondría un gran beneficio con el trato que Alexander ha propuesto, sino porque no cree que ese hombre pueda ser suficiente para su pequeña.—¿Crees que alguna vez tu madre dejará de mirarme como si fuese un ladrón que le está robando una joya? —pregunta Alexander divertido entrando en la ruta para conducir hacia Palermo Hollywood.—No, no lo creo, y supongo que es entendible, no solo le estás robando lo más valioso que posee, sino que le quitas a su niñita —responde Antonia con una sonrisa divertida en los labios, si bien es capaz de comprender las razones de su madre, desearía que confiara un poco más en ella y la creyese capaz de decidir sobre su vida amorosa.—Pues
Caminando nerviosamente en la sala de la casa de la playa de Samantha, Alexander espera a su invitada. Sabe que ante esa oportunidad que ha tenido de entrar a esa casa debería mostrarse más confiado o al menos un poco más cuerdo, pero lo cierto es que ante la propuesta que ha decidido hacer no puede evitar sentir que pierde el control de cada fibra de su cuerpo.—Para alguien de tu edad y experiencia esperaría más confianza, ¿O acaso es una especie de acto para mí? —cuestiona Samantha con una media sonrisa divertida mirándolo con cierta curiosidad ap9yada en el umbral de la puerta de la cocina.—Aunque te cueste creerlo hay gente que es capaz de ser honesta, que no tienen un motivo oculto detrás de todo lo que hacen —replica el empresario sin importarle arruinar el reciente acuerdo de paz que ha logrado con ella.—Eso no es lo que yo he aprendido a lo largo de estos años, rara vez la gente llega a ser sincera, sobre todo si al serlo pueden poner en peligro lo que quieren conseguir —re
Parada al lado del ataúd de su marido, Lucía cierra las manos en puños para obligarse a mantener la compostura delante de los invitados. Pues si bien probablemente entenderían que rompiera en llanto presa del dolor, aún sigue siendo la Ceo de Research Tecnology, la mujer fuerte e implacable a la que nunca han visto quebrarse ni tambalear, y no piensa cambiar eso ahora.—¿Acaso crees que a esta gente le molestará verte llorar? —pregunta una voz masculina parándose al lado de la mujer que se mantiene parada casi estática.—Creo que no hay ninguna razón para montar un escándalo, puedo asegurarte que nunca en mi vida he sentido un dolor capaz de retorcer cada fibra de mi cuerpo como este, pero la imagen que tengo debo seguir cuidándola, incluso en estas circunstancias —plantea la mujer que sabe que en cuanto una puerta la separe de toda persona viva romperá en llanto hasta morir o caer presa del cansancio.—¿Así que siquiera la muerte de tu marido es suficiente para que te comportes como
Lucía contempla el cristalino lago Nahuel Huapi, siempre le ha resultado uno de los lugares más bellos del mundo, ni siquiera el inmenso mar le parece comprable a ese bello ojo de agua rodeado de árboles que han sido cubiertos por la nieve. Con una sonrisa en el rostro se sienta en la orilla dispuesta a pasar un momento más en ese lugar, a Leonardo le encantaba tanto como a ella ese lugar, él solía decir que con una cabaña junto a ese lago en compañía de su esposa era todo lo que necesitaba para ser el hombre más feliz del mundo.—Cuanto te echo de menos —susurra la mujer soltando un largo suspiro de melancolía al recordarlo, hay muchas personas que le han dicho una y otra vez que debe seguir adelante, rehacer su vida, pero tal cosa le parece simplemente imposible. No es capaz de imaginarse junto a otra persona, ella le entregó todo a Leonardo, cada sueño, cada pizca de amor, cada parte de su ser, y todo eso parece haber muerto junto a él.La nieve que comienza a caer sobre su cabello
Deslizándose a toda velocidad por una de las pistas de esquí, Lucía siente el tan anhelado sentimiento de paz, si como en ese momento en el que su cuerpo parece cortar el aire y todo a su alrededor pasa tan rápido se sintiera casi flotando en las nubes. Por un momento incluso hasta siente el impulso de cerrar los ojos y disfrutar de esa sensación, pero considerando que con eso solo lograría llevarse puesto un pino renuncia a la idea.—¡Impresionante como siempre, dentro de poco podrías estar dando clases en lugar mío! —exclama un canoso instructor al ver llegar a la mujer frente a él.—Gracias, pero puedes quedarte con tu puesto, el enseñar y la paciencia nunca han sido mis fuertes —asegura Lucía con una sonrisa divertida en los labios mirando la pendiente una vez más.—Quizás ya deberías volver al hotel, se viene una fuerte tormenta y puedo asegurarte que no querrás que te halle en el exterior —aconseja el anciano que ha visto tantas veces a Lucía en ese complejo que es casi una amig