Caminando nerviosamente en la sala de la casa de la playa de Samantha, Alexander espera a su invitada. Sabe que ante esa oportunidad que ha tenido de entrar a esa casa debería mostrarse más confiado o al menos un poco más cuerdo, pero lo cierto es que ante la propuesta que ha decidido hacer no puede evitar sentir que pierde el control de cada fibra de su cuerpo. —Para alguien de tu edad y experiencia esperaría más confianza, ¿O acaso es una especie de acto para mí? —cuestiona Samantha con una media sonrisa divertida mirándolo con cierta curiosidad apoyada en el umbral de la puerta de la cocina. —Aunque te cueste creerlo hay gente que es capaz de ser honesta, que no tienen un motivo oculto detrás de todo lo que hacen —replica el empresario sin importarle arruinar el reciente acuerdo de paz que ha logrado con ella. —Eso no es lo que yo he aprendido a lo largo de estos años, rara vez la gente llega a ser sincera, sobre todo si al serlo pueden poner en peligro lo que quieren conseguir —
Lucía contempla el oleaje del mar tratando de hallar en ese movimiento de las aguas algo de paz, sentada en la arena con los brazos a los lados de su cuerpo entierra las manos en los granos cálidos de la arena. Por un momento cierra los ojos queriendo escuchar solo el sonido de las aguas y de la suave brisa que pasa acariciándole el rostro. Sebastián creyó que esa casa en la playa sería un buen lugar para que ella logre desconectarse de todo, lograr tranquilizar su mente y consciencia, y quizás incluso si fuese posible olvidar el crimen que ha cometido. Al pensar en ese fiel amigo que tiene no puede evitar sentir que las lágrimas ruedan por sus mejillas, cuanto tiempo teniendo la posibilidad de convertirlo en parte de su vida permanentemente, y solo prefirió ignorarlo. A veces uno es tan incapaz de ver lo valioso que tiene a su alrededor, las personas que vale la pena tener a su lado, y ella por desgracia ha comprendido por las malas que el no valorarlas puede llevarte a perderlas.
Alexander abre los ojos lentamente siendo encandilado por un par de luces blancas, sin ser capaz de discernir el lugar en el que se encuentra, o siquiera recordar la razón por la que siente que le duele todo el cuerpo. Parpadea varias veces hasta que su vista se acostumbra a la luz, y logra discernir un techo de yeso blanco, uno que parece el de un hospital. —Hasta que despertaste, estábamos esperando que abrieras los ojos —murmura una mujer de bata blanca con una sonrisa amable en los ojos. —¿D-dónde estoy? —pregunta el hombre sintiendo un carraspeo en la garganta, como si hubiese pasado un tiempo sin hablar. —Estás en el hospital Italiano, tuviste un accidente de auto. ¿No lo recuerdas? —informa la doctora usando una pequeña linterna para determinar la velocidad de reacción de las pupilas. —Yo… quise doblar en una curva… pero… pero los frenos no funcionaron… —balbucea Alexander viendo algunos destellos de los recuerdos de esa noche. —Por suerte no ha sido algo tan grave, tienes
Antonia se mira al espejo observando vestido tipo verano con detalles de mariposas que se ha puesto para su cita, es algo simple, pero lo suficientemente hermoso para realzar su delicada figura. Con un escote moderado y lo suficientemente suelto como para dar la impresión de que no está intentando provocar, aunque la verdad es que en realidad no sabe qué esperar de esa cena. Querría retomar su objetivo de conquistarlo, pero lo cierto es que poco a poco él se ha estado convirtiendo en alguien muy especial como para tenerlo como solo un objetivo.—¿A dónde vas tan arreglada? Creí que volveríamos a cenar juntas —comenta Samantha observando sorprendida a su hija a la que esperaba tener solo para ella por algunos días.—Voy a salir a cenar con Alexander —informa la muchacha optando por ponerse solo una bincha en el cabello que se deja suelto.—¿Con Alexander? ¿En serio crees que eso sea una buena idea? —cuestiona la madre cruzando los brazos sobre su pecho al ver que no le ha servido de na
—¿Alguna vez te viste como padre? —pregunta Antonia cortando un trozo del pollo a la riojana que ha pedido para cenar.—¿P-por qué lo preguntas? —interroga Alexander tratando de ocultar la incomodidad de ser consultado por algo así, incluso se tiene que esforzar en controlar un leve temblor en su mano.—Es que te has comportado de manera tan paternal conmigo, que no pude evitar pensar en que sería un gran padre. Sin duda, el niño que llegara a gozar de estar a tu cuidado podría sentirse más que afortunado —responde la muchacha que incluso ella se sorprende un poco al hacer una pregunta tan invasiva.—Me da gusto dar esa imagen, aunque la verdad es que no sé si estaría preparado para eso, ese instinto protector que he tenido contigo supongo que lo lleva todo hombre. Ya sabes, el jefe de familia siempre ha tenido que estar dispuesto a sacrificarse por los suyos —sostiene el empresario bajando la mirada a su plato de comida para ocultar el pesar que han de teñir sus ojos al pensar inevit
—¿Acaso estoy oliendo pato a la naranja? —pregunta Sebastián saliendo del baño de darse una ducha olisqueando el aroma de la comida que ja inundado el apartamento.—Sí, quise hacer algo un poco más elaborado, puede que no esté a la altura de uno de esos restaurante caros de Palermo, pero puedo asegurarte que será un plato realmente digno —asegura Camila con una sonrisa cargada de confianza revolviendo la salsa blanca que ha preparado para las papas marinadas.—Si algún día decides cambiar el rubro de la decoración por el de la gastronomía anótame como uno de tus inversores, porque amasaríamos una fortuna —asegura el empresario dándole un beso cariñoso en la cabeza mientras va por una botella de vino con la que acompañar la tabla de fiambres que ve sobre la mesada.—Creo que solo me halagas porque eres mi novio, no me gustaría cocinar más que para mi familia y alguna que otra visita, para que siempre halla quien te envidie por tenerme —comenta la mujer soltando una risa juguetona al ve
Dolores estaciona su Sedan rojo frente al lujoso restaurante en el que ha sido invitada a cenar, mirándose en el espejo retrovisor se retoca su labial deseando verse tan arreglada como siempre. Incluso a pesar de que no está allí para cenar con alguien de su agrado, sino más bien por compromiso o quizás cierta curiosidad. Antes de bajar de su auto saca el celular del bolso y lo revisa para ver si le ha llegado algún mensaje de Roberto a quien la tierra parece habérselo tragado, pero al seguir sin señal de él lo vuelve a guardar y se dirige a encontrarse con su cita tratando de ocultar su decepción.—Puede que se haya dado cuenta que olí su trampa, y decidió retirarse antes de que lograra desenmascararlo por completo —murmura la mujer entrando en el elegante lugar en el que un guapo mesero la guía hacia la mesa donde la esperan.—¡Que gusto que hayas podido venir, querida, por un momento temí que no fueses a aparecer! —recibe Uriel con una sonrisa cordial levantando de su silla para mo
—La verdad que esa ducha ha estado increíble —murmura Antonia apareciendo en la cocina en donde Alexander al verla pone la expresión que podría hacer pensar que acaba de ver un fantasma.—M-me alegra m-mucho, todo resulta mejor después de una buena ducha —responde el empresario apresurándose a apartar la mirada de la muchacha parada frente vestida con solo una de sus camisas que le llega a cubrir apenas unos dedos por debajo del muslo.—Sin ninguna duda, aunque no puedo evitar pensar que estoy abusando de tu hospitalidad. Probablemente lo único que aun me tiene dentro de la compañía es que soy la hija de la antigua dueña —murmura la muchacha sentándose en uno de los taburetes de la cocina lamentando que la barra no permita dejar a la vista la camisa que se le sube un poco más.—No, estás en la Compañía porque tienes un talento extraordinario, comienzo a ver que lo que me planteaste el primer día en la oficina era verdad, eres un recurso muy valioso para la empresa, había oído que Flor