María.
Mis lágrimas no podían dejar de salir y yo no entendía nada. Se suponía que había elegido a Santiago, que era él el tipo que me hacía feliz… entonces… ¿por qué estaba tan derrotada de dejar fuera de mi vida a Darío?
En medio de todo el frío que sentía mi corazón vi a Santiago. Con tan sólo una mirada supo que las cosas no iban bien. Pero lejos de reclamarme y pedirme explicaciones sobre lo que había pasado tan sólo levantó los brazos con una sonrisa calmada. Me tiré a sus brazos sin tan siquiera pensarlo y le abracé con fuerza mientras mi llanto salía al exterior y él presionaba mi cabeza contra sí, susurrando unas pocas palabras en mi oído.
–Ya pasó – besó mi cabeza y trató
María.Santiago era demasiado cabezota. Cuando se le metía algo entre ceja y ceja no había quién le hiciese cambiar de idea. Le acompañé al hotel a recoger la maleta, lució distante y parecía haber un gran abismo entre ambos. Evitaba el contacto físico y se mantuvo callado todo el trayecto hasta el aeropuerto.–Dime que volveremos a vernos – supliqué incapaz de soltar su brazo. No quería dejarle ir. Él agarró mi mano para que soltarme de él y evitó mi mirada – Santiago…–Cuando volvamos a vernos sólo podremos ser amigos – negué con la cabeza. Odiaba que él predijese las decisiones que yo iba a tomar incluso antes que las tomase – Estar contigo podría haber sido increíble, pero tú aún no estás preparada par
Darío.Aún no podía creerme que hubiese pasado la noche más mágica de mi vida con esa chica. No podía parar de mirarla y hacía ya largo tiempo que había amanecido. Debería estar pensando en prepararme para ir a trabajar, tenía obligaciones, pero no podía hacer más que verla a mi lado, sin querer estar en ningún otro lugar que no fuese ese.Tenía miedo, estaba aterrado de que despertase y reculase sobre sus pasos. Sabía que aún estaba confundida y que tenía sentimientos por otro tío. Eso sólo me molestaba demasiado, porque… ¿Cómo podía ella haberme olvidado tan rápido? Yo llevaba enamorado de ella toda la vida… Me dolía pensar en eso, en si sus sentimientos no serían tan grandes cómo lo eran los míos. Pero una cosa estaba clara, ella aún me amaba, y mi sola presencia había bastado para tambalear la relación que parecía estar empezando con ese tipo.Mi madre me preguntó una vez cómo podía tener esa fe ciega en lo que ella sentía por mí. En ese momento no tuve respuesta que darle, ni siq
María.¿Por qué seguía haciendo lo contrario a lo que debía cuando estaba con ese idiota? ¿Por qué perdía mi voluntad y me convertía en una dócil gatita cuando él estaba cerca?¡Era exasperante, os lo aseguro!–¿Cuándo vas a hablar con ese capullo? – preguntó mientras nos vestíamos por quinta vez consecutiva. Tan sólo esperaba que aquella vez fuese la definitiva – Estoy cansado por la forma en la que estás manejando la situación. Quiero que hables con él y le digas que lo que hay entre nosotros no ha terminado.–No es así como quiero manejarlo – le dije, mientras le abrochaba la camisa que él estaba abrochándose mal a propósito – Tienes que dejarme tiempo para que piense en todo esto, D
Darío.En aquella estresante mañana en la que ultimaba los últimos detalles para la nueva colaboración con una importante marca de ropa, la nueva representante de la marca debía estar al llegar para hablarme sobre las novedades del proyecto, pero parecía estar haciéndose de rogar.Tenía miles de cosas en las que pensar últimamente, así que no estaba muy concentrado en el trabajo. El tema de María me tenía del todo preocupado. ¿Por qué ella se empeñaba en seguir con sus dudas sobre elegirme a mí? ¿Acaso no le había demostrado ya que me iba a tomar en serio lo nuestro?Ella me quería. ¡Joder!¿Por qué seguía teniendo a ese idiota en la recámara por si las cosas no iban bien conmigo?Aún no comprendía cómo ese tipo podía haberle dado tiempo sabiendo que aún existía algo entre nosotros.Unos golpes en la puerta me hicieron salir de mis pensamientos y cuando volví la vista me sorprendí cuando vi allí a María, asomando su cabecita. Sonreí, como un idiota, mientras ella entraba al despacho v
María.Trabajar con Darío Espier era un verdadero suplicio, no porque fuese un mal trabajador, sino porque sus continuas miradas me hacían sentir demasiado y terminaba pensando en nosotros, en aquel maldito trío en el que yo solita me había metido, dejando de prestar atención al trabajo.Necesitaba dar lo mejor de mí, pues yo misma le aseguré a Micaela que mi pasado con Darío no iba a ser un problema.Santiago no me puso impedimentos y se alegró demasiado cuando le hablé sobre aquella oportunidad laboral, aunque… lo cierto es que ni siquiera mencioné que estaba trabajando con Darío. En aquel momento… me daba demasiado miedo su reacción, tener que explicar demasiado o que él no entendiese la situación.El pequeño coctel de celebración de aquella colaboración estaba
Darío.Las cosas se me estaban saliendo de las manos.¿Cómo pude ser tan irresponsable cómo para decirle que no iba a esperarla?Quizás tan sólo quería ver su reacción cuando dijese algo así. Aunque… lo cierto es que la conocía lo suficiente como para saber que eso iba a tener justo el efecto que yo quería obtener. Ella iba a hacer lo contrario a lo que yo le pedía. No iba a elegir a ese capullo, iba a estar tan molesta con mi actitud que no podría dejar de pensar en mí.¡Joder!¿Por qué cojones volvía a las andadas?¿Por qué tenía que hacerle daño para hacerme notar ante ella?Tenía que detenerme de una vez, pero … ¿por qué no podía?Tampoco quería pensar en lo que sucedi&
María.No quería pensar en mis dramas en ese momento, más cuando las cosas iban tan bien en el trabajo. El problema de todo seguía siendo el mismo estúpido de siempre que seguía sacándome de quicio.¿Qué? ¿Qué no iba a esperarme e iba a buscarse a otra? ¡Por mí cómo si se tiraba de un puente con ella!Aquel día estaba de un humor de perros y la culpa de todo era del idiota de Darío que no dejaba de darme largas. Realmente … ¿iba a tirar la toalla sin luchar?¿Qué demonios podía esperar de ese idiota?Era más que obvio cuál debía ser mi decisión final. Porque frente al niñato de Darío, Santiago le daba mil vueltas. Pero … ¿por qué no lo tenía tan claro? ¿por qué seguía pensando en ese idiota?–¿Cómo va todo por allí? – quiso saber Santiago en aquella video llamada que hacía tiempo que no hacíamos - ¿Por qué tienes ojeras? ¿No estás durmiendo bien? Deberías descansar, María. Entiendo que ahora estés muy ocupada con el trabajo, pero también tienes que cuidar tu salud.–Yo estoy bien – me
Darío.Reconozco que estaba impaciente por volver a verla, a pesar de todo. Quizás me había vuelto masoquista y tan sólo quería que ella me destrozase una vez más. ¿Qué era? ¿un maldito enfermo?Aún quedaban algunas semanas para nuestra próxima reunión, por lo que no me pareció mala idea quedar con uno de mis clientes y su prometida, pero la cena no le sentó nada bien, y se llevó la noche en el baño. Finalmente, allí estaba, en la barra, tratando de hablarle a Cintia de mil remedios que su novio podría usar para aliviar su estómago.–Muchas gracias por todo, Darío, de verdad – aseguró ella después de que la camarera pusiese a su alcance la infusión que le había recomendado. Besó mi mejilla y se marchó al baño.–¿Qué es tu nueva víctima? – dijo una voz a mis espaldas. Sonreí y me di la vuelta, descubriendo allí a María. Estaba tan molesta como aquella vez en la que pensó que iba a acostarme con la periodista – Pobrecilla, ni siquiera sabe lo que le espera.–Te veo demasiado molesta par