Malika estaba peinando sus cabellos después de bañarse cuando alguien llamó a la puerta. Inmediatamente pensó que debía ser alguna de las criadas, ya que desde que Aisha y Rania se habían marchado eran con las únicas con las que hablaba, y bueno, con su pequeña cuñada Dalia. —Pase.—autorizó y se levantó sobresaltada cuando vio un rostro familiar asomando la cabeza en la puerta. —¡Aisha!—exclamó la chica corriendo hacia la empleada personal para abrazarla. —Princesa Malika, que gusto volver a… ¡Ah! —se sorprendió con su recibimiento. La esposa de Amín se veía muy feliz de volver a verla. —No sabes la alegría que me da tenerte aquí otra vez. —confesó con entusiasmo. —¿Rania también ha regresado?... Ella me hace mucha falta. —dijo cabizbaja y la chica negó con la cabeza. —¿Entonces has venido sola? —No exactamente señorita. —Aisha señaló la terraza, y cuando Malika se giró se encontró con la bonita sonrisa de Jax. —Cada día te ves más hermosa mi reina. —declaró acercándose
Solo eran diez pasos, Malika estaba segura de que no podían ser más, desde donde se había bajado de la moto hasta la entrada de la mansión de Jax, pero se quedó inmóvil sin poder dar un paso hasta aquella puerta que la llevaría a un mundo nuevo. —Tu casa es muy bonita, y está cerca del desierto. —musitó con ansiedad y él la tomó en el cobijo de sus brazos, envolviéndola en un fuerte abrazo. —Esta noche es nuestra, de los dos, para estar juntos a solas, sin que nadie pueda interrumpirnos o separarme de ti. —respondió y después la besó. Jax le dio un largo y profundo beso, de esos que te hacen levitar, que te arrebatan el alma o cualquier cosa que tengas en tu interior. Un beso posesivo, donde su lengua buscaba la suya con desesperación, y aunque todavía era muy inexperta, Malika se entregó a ellos y sus lenguas entraron en un duelo que ambos deseaban que fuese infinito. Ella rompió el beso jadeando y Jax pasó la yema de sus dedos por los labios rojos e hinchados de su reina, le enca
Jax tenía una taza con té entre las manos, mientras estaba apoyado en la barandilla de la terraza de su cocina. Observaba cada detalle de su reina, guardando todo de ella en su memoria. Cómo entrelazaba las piernas sentada en una silla alta, mientras devoraba el pedazo de sandía que tenía en las manos, y la mejor parte es que estaba desnuda. Para una chica como ella, que había pasado toda la vida cubriéndose de los pies a la cabeza, después de sentirse cómoda desnuda delante de un hombre, Malika ya no quería ni siquiera mirar una pieza de ropa. —Despacio o te vas a atragantar. —advirtió Jax viendo como ella manchaba la comisura de sus labios comiendo su fruta. —Tengo prisa, mucha prisa. —declaró antes de soltar lo que restaba de la sandía y tomarse un vaso con agua hasta dejarlo vacío. Malika saltó de su silla, tomó a Jax de la mano arrastrándolo al salón. Él solo tuvo tiempo a soltar la taza sobre la isla y seguirla. —Vamos, tenemos que hacer el amor otra vez. No tenemos mu
Toda su piel estaba erizada por la manera como su esposo la miraba. Se habían subido a una bonita limusina y el príncipe la hizo sentarse delante de él, para poder mirarla durante el trayecto. Rania había visto el deseo reflejado en los ojos azules de Karim muchas veces, pero no como en aquella ocasión. Había lascivia en su mirada, una sombra de perversión que la mantenía más sombría que de costumbre, algo que la asustaba, pero también la excitaba. El vestido que Karim había elegido para ella era un pequeño trozo de tela brillante, que no cubría ni la mitad de su cuerpo. Tenía la espalda desnuda y un escote delantero bastante pronunciado, resaltando sus senos. Rania apretó los muslos cuando la mirada de Karim paseó por sus piernas y luego subió hasta su boca. El vestido era muy corto y tenía dos fendas laterales que le llegaban hasta la cintura y no llevaba bragas. Ella se encogió con un escalofrío que atravesó su cuerpo, jadeó cuando su pezón rozó la tela fría y pesada del vesti
Rania pensaba preguntarle que significaba eso o por lo menos quién era realmente, que por qué realizaba esa clase de fiestas, pero un hombre que parecía ser una especie de mayordomo apareció. —Majestad, es un placer tenerlo de vuelta. —dijo el hombre educadamente inclinando la cabeza. —Gracias Fred, me da mucho gusto volver a verte. —Majestad, no quiero molestarlo, pero podría concederme un momento de su tiempo para hablarle sobre algo importante. —preguntó y Karim asintió. —Por supuesto. —contestó y después se giró para ver a su esposa. —Rania, ¿te importa quedarte sola unos minutos? —No, estaba pensando en ir al baño. —musitó y Karim frunció el ceño sin dejar de mirarla, llamando a una de las empleadas para guiarla por la mansión. Rania le dio la espalda para seguir a la mujer, pero Karim la tomó del brazo con brusquedad y la pegó a su cuerpo, sin molestarse en quién estaba delante. Entonces sujetó su barbilla para mirarla a los ojos. —Ni se te ocurra terminar sola, lo que he
Era seguramente el momento más impactante de su vida, y eso que había vivido muchos, pero ver a Karim en condición de sumiso la dejó petrificada, y lo más abrumador es que la estaba poniendo en condición de ama. —A eso se refería… —murmuró para sí misma recordando las palabras de Amanda. Karim la había llevado aquel lugar para enseñarle sus demonios. —¿De qué hablas? —preguntó Karim con incomprensión y Rania se arrodilló delante de él. —Habibi, yo no sé qué hacer… jamás en mi vida he hecho nada parecido… por Dios fuiste el primer hombre en mi vida, el primero en todo lo que se refiere al sexo. —Rania miró alrededor desconcertada.—esto… esto es algo totalmente desconocido para mí. —habló con ansiedad y Karim atrapó su rostro entre las manos. —Lo primero que debes recordar Rania, que esto no se trata de lo que sepas o no sobre el sexo. Ser amo o sumiso va mucho más allá de nuestras fantasías, de nuestros deseos más íntimos. —explicó Karim pasando el dedo por su boca deseando morderl
—¡Rania, para! —demandó y fue cuando ella volvió en sí. Rania soltó la fusta jadeando y vio lo que había hecho. Solo en ese momento se dio cuenta de que había llegado muy lejos. Inmediatamente dio la vuelta al panel para verlo. El pecho de Karim subía y bajaba con frenesí. Su respiración estaba acelerada. Rania levantó su rostro para mirarlo con ansiedad. —¿Estás bien? —preguntó angustiada y lo vio sonreír. —¿Tú estás bien? —replicó con la voz entrecortada y ella lo besó con urgencia. Karim respondió a su ardiente y posesivo beso, la sintió eufórica por lo que había experimentado. Era justo lo que esperaba de ella, estaba orgulloso. —Te amo… —jadeó y Rania rompió el beso, con una mirada acusadora. —Un hombre que ama a su mujer no la tortura dejándola a medias, como tu lo hiciste en la limusina. —espetó sonriendo sobre los labios de su príncipe. —¿Deseas venganza ama? —preguntó con un tono sutil de picardía y Rania llevó la mano a su miembro. —¿Duele? —inquirió subiendo y baja
Unas semanas después de la primera noche de perversión de la pareja, Karim convención su esposa a ir de compras. Rania entró con su esposo en una tienda de juguetes sexuales, pues Karim quería que entre su colección de juguetes hubiera cosas tanto de su gusto, como de el de su esposa y una dependienta se encargaba de ayudarla. —Yo soy de la opinión de que todas debemos tener un amiguito especial, ¿si me entiendes? —dijo la chica al otro lado del mostrador buscando algo en las estanterías, mientras Rania echaba una mirada a su esposo que se reía de verla tan incómoda. —No te asuste con lo que te voy a enseñar. La mayoría piensa que no puede con algo tan grande, pero créeme que todo es posible. —la mujer puso un consolador a pilas delante de Rania y la chica ni siquiera se inmutó con el tamaño. —Este tiene veintidós centímetros. Rania echó una mirada a Karim, se fijó desde su entrepierna hasta su rostro, que estaba rojo como un tomate. Miraba el techo como si tuviera encima de