DEPREDADOR SILENCIOSO

El doctor sale de la habitación después de examinarla, su expresión es de asombro.

—Es un milagro que haya despertado —murmura, sin ocultar su incredulidad.

No me importa lo que piense. Solo quiero volver a entrar.

—¿Cómo está? —pregunto con impaciencia.

—Débil, pero estable. Necesitará tiempo para recuperar fuerzas. Le haré más estudios, pero lo importante es que está consciente y responde bien.

Asiento sin apartar la vista de la puerta. Apenas el doctor se aleja, entro de nuevo.

Sophía sigue acostada, con el ceño fruncido. La observo en silencio. Su cabello es más largo, su piel aún está pálida, pero lo que más me impacta es la chispa en sus ojos. Esa maldita chispa que pensé que nunca volvería a ver.

—¿Te quitaron la lengua? —Su voz es ronca, pero la arrogancia sigue ahí.

Una risa seca se me escapa.

—No. Solo esperaba que empezaras a maldecirme de una vez.

Sus labios se aprietan en una línea tensa.

—Dame unos minutos y lo haré.

Ahí está. Mi fiera.

Pero algo en su mirada cambia. Baj
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