Capítulo 82
Ya no le importaba la vergüenza, solo quería calmar a Miguel.

Solo si él se calmaba, dejaría en paz a sus seres queridos, y con suerte, olvidaría por completo los millones.

Miguel sentía su corazón acelerarse al tener el suave cuerpo de ella entre sus brazos, escuchar su dulce voz y percibir su delicado perfume.

Estaban en la posición más íntima que podían compartir dos amantes, pero aun así él pronunciaba las palabras más crueles de su corazón:

—¿Así que la señora Soto se está vendiendo? ¿Cuánto cobra por vez? ¿Cuántas veces tendrá que venderse para pagar los millones que se llevaron los Sánchez?

Laura sentía un dolor insoportable, como si le retorcieran una y otra vez las entrañas.

Eran esposos, y no solo se negaba a ayudarla, sino que además la humillaba.

Respiró profundamente y, con una sonrisa radiante y voz seductora, respondió:

—El número de veces dependerá de qué tan generoso sea el señor Soto. Si es generoso, con una vez podríamos saldar los millones. Si es tacaño, tendré que
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