Capítulo 86
—No te pongas nerviosa, relájate o no podré examinarte —dijo la doctora con voz suave—. Todas las primerizas son así. No te preocupes tanto por el bebé, son más fuertes de lo que realmente imaginamos. No se pierden tan fácilmente.

Laura se relajó un poco al escuchar las palabras de la doctora.

La doctora la examinó cuidadosa, palpó con delicadeza su vientre haciéndole preguntas, y luego dijo:

—Vístete y baja, te recetaré algo.

Se quitó los guantes, los tiró a la basura, se lavó las manos y se sentó en su escritorio.

Laura se vistió y bajó al instante de la camilla. Como aún le dolía el vientre, se lo sostuvo mientras se sentaba cuidadosa en la silla.

—Doctora, ¿mi bebé está bien?

En ese momento, se escuchó una voz masculina desde la puerta:

—Laura, dejaste tu teléfono en el auto.

Laura volteó y vio a Santiago en la entrada, sosteniendo su teléfono y mirándola con ternura.

—Que pase tu esposo, necesito darle algunas indicaciones al respecto —dijo la doctora mirando la pantalla de la com
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