Qué alivio haber terminado con él, si no, ¡cuánto le habría dolido escuchar esas palabras!—¿Estás bien? —preguntó Fabio al verla pensativa.—No es nada, vamos a comer —respondió Laura con una sonrisa radiante.Apenas llegaron a la mesa, la esposa del profesor comentó con tono juguetón —Por tu actitud, parece que nos ocultas alguna buena noticia.El corazón de Laura se estremeció. Negó instintivamente con la cabeza, un gesto sutil pero firme, como diciéndose a sí misma: no es momento de revelarlo —No hay nada, señora, está malinterpretando —su voz sonó inusualmente decidida, consciente de que si se filtraba la noticia de su embarazo, podría desatar una tormenta de consecuencias impredecibles. En este mundo complejo, la precaución era su mejor aliada.La esposa del profesor esbozó una sonrisa enigmática y, sin insistir más, palmeó el asiento a su lado —Ven, comamos primero, ya hablaremos después.El ambiente en la mesa se tornó peculiar tras ese intercambio. Laura se esforzó por aparent
Al no recibir respuesta, Jenny se desesperaba cada vez más. No quería morir, necesitaba vivir. Por eso solo le quedaba sacrificar a Laura.—¿Por qué no dicen nada? ¿Acaso no saben cómo es ella? Tengo fotos en mi teléfono, ¡dénmelo y se las muestro! —exclamó Jenny con urgencia. Era su última oportunidad y debía aprovecharla al máximo. Si no podía escapar, arrastraría a Laura con ella, y si lograba huir, ¡dejaría que Laura muriera allí, dos vidas de un golpe, solo pensarlo la emocionaba! En cualquier caso, si conseguían traer a Laura, podría asegurarse de su muerte. Con Laura muerta, todos sus problemas se resolverían automáticamente.—¡Está bien! ¡Te daremos una oportunidad! ¡Desátenla! —finalmente alguien habló, y Jenny casi salta de alegría. ¡Por fin!Rápidamente alguien le soltó las manos y ella, después de frotar sus muñecas, se quitó inmediatamente la venda de los ojos. Frente a ella había un grupo de hombres con uniformes idénticos. Parecían profesionales, no simples delincuentes.
Parecían bastante profesionales… —¿Serán igual de profesionales cuando maten? Jenny no terminó de pensarlo cuando sus manos fueron atadas de nuevo. Alguien le cubrió los ojos con un trapo, y de repente, su mundo se sumió en la oscuridad. Un escalofrío de ansiedad recorrió su pecho. ¿Qué harían con ella? En ese momento, escuchó las voces de unos hombres hablando cerca. Luego, uno de ellos advirtió: —Yo me voy. Cuídenla bien y no dejen que escape. Jenny pensó que no tenía intención de escapar, al menos no antes de que Laura llegara. Quería ver con sus propios ojos cómo Laura moría. Solo entonces se sentiría en paz. * Laura, tras la llamada de Jenny, se dirigió a su estudio. Abrió la caja fuerte y vio el paquete que Emiliano le había entregado, junto al que ella acababa de guardar. Al colocarlos juntos, notó una extraña similitud entre ambos. Laura se quedó un momento en silencio, pasando los dedos por la superficie de las cajas. De repente, su teléfono sonó. Al ver que era un
—¡No te asustes! Espera a que llegue —la voz de Fabio también transmitía cierta urgencia. Laura asintió. —¡Está bien! Aunque quería decir que no tenía miedo, la verdad era que estaba aterrada. Si el hombre en la puerta no era su maestro, sino alguien disfrazado, ¿cuál sería su propósito? —No cuelgues el teléfono. Si pasa algo, llámame —susurró Fabio. —Fabio, no te apresures. Conduce con cuidado —dijo Laura, tratando de mantener la calma. —¡Lo sé! Laura escuchó el sonido del motor del coche al otro lado del teléfono, y eso le alivió un poco la tensión. Fabio, preocupado por la seguridad de Laura, condujo a toda velocidad hacia su casa. Mientras tanto, Laura se quedó parada frente a la puerta, pero de repente notó que el hombre había desaparecido. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Las escenas de las películas de terror que había visto años atrás volvieron a su mente con una claridad inquietante. Maldijo su buena memoria. Cuando Fabio llegó, revisó cada rincón del edificio
Laura parpadeó, adaptándose a la luz tenue que iluminaba el vasto y vacío espacio. Unas cuantas lámparas amarillentas colgaban del techo, proyectando sombras dispersas sobre los montones de objetos apilados en el almacén. Entonces, vio a Jenny. Estaba de pie en el centro del almacén, su figura alargada por la luz, proyectando una silueta solitaria y fría. De espaldas a Laura, jugueteaba con un cuchillo afilado, cuya hoja brillaba con un destello amenazante cada vez que lo giraba entre sus dedos. Al escuchar los pasos, Jenny se volvió lentamente, una sonrisa burlona en sus labios. Sus ojos, penetrantes, parecían capaces de leer el miedo más profundo en el alma de Laura. —Laura, por fin has llegado —dijo Jenny con un tono que mezclaba diversión y desprecio—. Pensé que me estaban mintiendo. Laura contuvo la rabia y el miedo que hervían en su interior. Miró directamente a Jenny, y cada palabra que salió de su boca parecía ser arrastrada desde lo más profundo de su ser: —¿Qué es
Los ojos de Laura brillaron con intensidad mientras lanzaba una mirada fría a Jenny. —Miguel no te ama. Incluso si yo muero, él nunca te olvidará, y mucho menos se casará contigo. Admítelo, Jenny, no significas nada para él. Si es amable contigo, es solo porque te compadece por ser una viuda. La palabra "viuda" golpeó a Jenny como un latigazo. De repente, se inclinó hacia adelante, presionando el cuchillo contra el pecho de Laura. Su risa sonó desquiciada. —¿Sabes? Si empujo este cuchillo con fuerza, mañana será el aniversario de tu muerte. Mi mayor fracaso fue pasar años planeando casarme con un inútil como Diego. La hoja afilada del cuchillo se sentía fría contra la piel de Laura, quien contuvo la respiración. Si Jenny perdía el control, su destino estaría sellado: la muerte. Con calma forzada, Laura preguntó: —Tú y Miguel crecieron juntos. ¿Por qué terminaste eligiendo a Diego? Y la muerte de Diego… ¿tiene algo que ver contigo? Había escuchado de Fiona que la muerte de Die
Laura se quedó paralizada. ¿Qué clase de "coincidencia" podía terminar con la vida de alguien? Jenny, sumergida en sus recuerdos, ignoró la expresión de Laura y continuó hablando: —El accidente fue inesperado. Diego estaba consciente e intentó salir arrastrándose. Entonces, tomé un objeto del salpicadero y lo golpeé hasta que se desmayó. Cuando logré salir, el coche estalló en llamas. Diego quedó reducido a cenizas, y yo me salvé. ¡Justicia divina! —Al recordar esa escena, Jenny sentía una satisfacción fría. Diego aparentaba ser un hombre amable y generoso en público, pero en la intimidad era un monstruo. La torturaba con herramientas y no le permitía llorar. Su muerte fue su liberación. Laura la observaba en silencio, sin sentir ni una pizca de compasión. Diego había sido su elección. Si era un monstruo, ella podía haber pedido el divorcio. Incluso si él se negaba, había otras formas de escapar. Pero Jenny había elegido la opción más cruel: matarlo. ¿Qué derecho tenía a quitarle
Laura se sobresaltó, pero ya era demasiado tarde para esquivar el ataque. De repente, una fuerza poderosa la empujó hacia un lado. El impacto fue tan fuerte que perdió el equilibrio y cayó al suelo. El sonido del cuchillo clavándose en la carne resonó en el aire, seguido de un denso olor a sangre. Laura levantó la cabeza rápidamente y vio a Santiago de pie, con el cuchillo hundido en su pecho. Jenny estaba frente a él, con una expresión de confusión. —¡San… Santiago! —llamó Laura, su voz temblorosa. —¡Laura, corre! —gritó Santiago con urgencia. Jenny estaba completamente fuera de sí, y era obvio que no dejaría escapar a Laura. Jenny recuperó la compostura y miró a Santiago con ojos inyectados de sangre. —Sabes que ella no te ama. ¿Por qué te arriesgaste a salvarla? ¿Valió la pena? Ella amaba a Miguel, pero si él estuviera en peligro y le pidiera que diera su vida por él, lo rechazaría sin dudarlo. Entre el amor y la vida, ¡la vida siempre era más importante! Pero en ese