Laura parpadeó, adaptándose a la luz tenue que iluminaba el vasto y vacío espacio. Unas cuantas lámparas amarillentas colgaban del techo, proyectando sombras dispersas sobre los montones de objetos apilados en el almacén. Entonces, vio a Jenny. Estaba de pie en el centro del almacén, su figura alargada por la luz, proyectando una silueta solitaria y fría. De espaldas a Laura, jugueteaba con un cuchillo afilado, cuya hoja brillaba con un destello amenazante cada vez que lo giraba entre sus dedos. Al escuchar los pasos, Jenny se volvió lentamente, una sonrisa burlona en sus labios. Sus ojos, penetrantes, parecían capaces de leer el miedo más profundo en el alma de Laura. —Laura, por fin has llegado —dijo Jenny con un tono que mezclaba diversión y desprecio—. Pensé que me estaban mintiendo. Laura contuvo la rabia y el miedo que hervían en su interior. Miró directamente a Jenny, y cada palabra que salió de su boca parecía ser arrastrada desde lo más profundo de su ser: —¿Qué es
Los ojos de Laura brillaron con intensidad mientras lanzaba una mirada fría a Jenny. —Miguel no te ama. Incluso si yo muero, él nunca te olvidará, y mucho menos se casará contigo. Admítelo, Jenny, no significas nada para él. Si es amable contigo, es solo porque te compadece por ser una viuda. La palabra "viuda" golpeó a Jenny como un latigazo. De repente, se inclinó hacia adelante, presionando el cuchillo contra el pecho de Laura. Su risa sonó desquiciada. —¿Sabes? Si empujo este cuchillo con fuerza, mañana será el aniversario de tu muerte. Mi mayor fracaso fue pasar años planeando casarme con un inútil como Diego. La hoja afilada del cuchillo se sentía fría contra la piel de Laura, quien contuvo la respiración. Si Jenny perdía el control, su destino estaría sellado: la muerte. Con calma forzada, Laura preguntó: —Tú y Miguel crecieron juntos. ¿Por qué terminaste eligiendo a Diego? Y la muerte de Diego… ¿tiene algo que ver contigo? Había escuchado de Fiona que la muerte de Die
Laura se quedó paralizada. ¿Qué clase de "coincidencia" podía terminar con la vida de alguien? Jenny, sumergida en sus recuerdos, ignoró la expresión de Laura y continuó hablando: —El accidente fue inesperado. Diego estaba consciente e intentó salir arrastrándose. Entonces, tomé un objeto del salpicadero y lo golpeé hasta que se desmayó. Cuando logré salir, el coche estalló en llamas. Diego quedó reducido a cenizas, y yo me salvé. ¡Justicia divina! —Al recordar esa escena, Jenny sentía una satisfacción fría. Diego aparentaba ser un hombre amable y generoso en público, pero en la intimidad era un monstruo. La torturaba con herramientas y no le permitía llorar. Su muerte fue su liberación. Laura la observaba en silencio, sin sentir ni una pizca de compasión. Diego había sido su elección. Si era un monstruo, ella podía haber pedido el divorcio. Incluso si él se negaba, había otras formas de escapar. Pero Jenny había elegido la opción más cruel: matarlo. ¿Qué derecho tenía a quitarle
Laura se sobresaltó, pero ya era demasiado tarde para esquivar el ataque. De repente, una fuerza poderosa la empujó hacia un lado. El impacto fue tan fuerte que perdió el equilibrio y cayó al suelo. El sonido del cuchillo clavándose en la carne resonó en el aire, seguido de un denso olor a sangre. Laura levantó la cabeza rápidamente y vio a Santiago de pie, con el cuchillo hundido en su pecho. Jenny estaba frente a él, con una expresión de confusión. —¡San… Santiago! —llamó Laura, su voz temblorosa. —¡Laura, corre! —gritó Santiago con urgencia. Jenny estaba completamente fuera de sí, y era obvio que no dejaría escapar a Laura. Jenny recuperó la compostura y miró a Santiago con ojos inyectados de sangre. —Sabes que ella no te ama. ¿Por qué te arriesgaste a salvarla? ¿Valió la pena? Ella amaba a Miguel, pero si él estuviera en peligro y le pidiera que diera su vida por él, lo rechazaría sin dudarlo. Entre el amor y la vida, ¡la vida siempre era más importante! Pero en ese
Si ella lo hubiera escuchado, ¡su imagen de persona frágil y bondadosa se habría derrumbado!Antes de que Miguel pudiera hablar, Santiago se adelantó: —Señor Soto, en mis últimos momentos le suplico que proteja a Laura durante toda su vida.Su querida Laura había sufrido demasiado desde pequeña y ahora seguía padeciendo; verdaderamente el cielo no tenía ojos para ver su dolor.Se escuchó un golpe seco cuando el cuerpo de Santiago se desplomó. Al oír el ruido, Laura recordó súbitamente que Santiago estaba herido —había estado distraída pensando en Miguel y Jenny, seguramente había perdido el juicio.Sacudiendo la cabeza para alejar todos esos pensamientos, Laura se arrodilló rápidamente junto a Santiago. Al ver que la herida no dejaba de sangrar, se apresuró a quitarle la corbata y mientras intentaba detener el sangrado, gritó: —¿Hay alguien afuera? ¡Por favor, entren rápido, necesitamos ayuda!Miguel observaba su expresión angustiada, al borde del llanto, y sintió una punzada en el cor
—¡Laura, ¿qué haces ahí parada? ¡Date prisa y ve al hospital! —Jenny, temiendo que Miguel aún no hubiera superado a Laura, intentó alejarla rápidamente.Laura, consciente de la grabadora que llevaba consigo y preocupada de que Miguel la descubriera, se apresuró hacia la salida. Lo primordial era proteger la evidencia, además de que debía cuidar a Santiago, quien después de todo había sido apuñalado por su causa.—Mario, baja al herido y deja que la señorita Sánchez se las arregle por su cuenta —pronunció Miguel mirando a Laura, con una voz aparentemente suave que, sin embargo, transmitía una intensa presión.Laura se detuvo instintivamente y, tras tomar una profunda balada de aire, se volteó para enfrentar a Miguel.—¿Qué pretende, señor Soto? —espetó ella con evidente irritación en su voz.Jenny sintió un vuelco en el corazón mientras analizaba la situación. Miguel había estado actuando extraño desde que apareció, ¿qué significaba todo esto?—Acércate —Miguel hizo un gesto con el dedo
El aire parecía congelado mientras ambos se enfrentaban, cada respiración sonaba extraordinariamente pesada en medio de la tensión.Jenny, apenas procesando el significado de las palabras de Miguel, no pudo contener el pánico y la ansiedad que la consumían. Se abalanzó hacia él, aferrándose desesperadamente a su brazo mientras su voz temblaba con una súplica desesperada: —Miguel, ¡me prometiste que te casarías conmigo! ¿Cuándo? Ahora mismo, ¿sí? Te lo ruego, ¡no quiero ver a nadie más sufrir por mi culpa!Las lágrimas amenazaban con derramarse de sus ojos, pero ella, obstinadamente, se negaba a dejarlas caer, presentando una imagen que inspiraba tanto compasión como impotencia.La mirada de Miguel vagó entre Laura y Jenny, deteniéndose finalmente en el rostro lacrimoso de esta última, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. —Me parece que nunca te prometí casarme contigo —su tono llevaba un matiz de burla, como si jamás hubiera tomado el asunto en serio.El ambiente se congeló
Laura se mordió el labio, pensativa. Antes de que pudiera decir algo, la voz angustiada de Mario resonó por la habitación:—¡Señor Soto, el señor Montero está empeorando!Laura sintió que el pánico se apoderaba de ella mientras consideraba las consecuencias de seguir perdiendo tiempo. Si algo le pasaba a Santiago, jamás podría perdonárselo, pero la idea de regresar con Miguel y volver a esa vida anterior le resultaba igualmente insoportable.—¡Entonces tírenlo afuera! —espetó Miguel con rostro impasible, aunque al observar de reojo la palidez de Laura, un fugaz destello de compasión cruzó por sus ojos antes de desvanecerse.Así era él: dispuesto a todo por conseguir lo que quería.—¡Está bien, acepto! —cedió Laura entre dientes, consciente de que Miguel no pararía hasta obtener su consentimiento, pues de lo contrario, dejaría morir a Santiago. La sola idea de ser testigo de su muerte era algo que no podría soportar.—¡No! ¡Me niego rotundamente! —gritó Jenny con todas sus fuerzas.Laur