Laura se puso de pie, mirando hacia el horizonte con determinación, como si ya pudiera ver el camino desconocido y lleno de desafíos que estaba a punto de emprender. Emiliano, por su parte, permaneció inmóvil, observando su silueta alejarse, su corazón dividido entre la tristeza de la despedida y las infinitas esperanzas por el futuro de su nieta.La noche se hacía más profunda y la mansión de los Soto volvía a su habitual serenidad, pero la decisión tomada esa noche era como una piedra arrojada en aguas tranquilas, creando ondas que presagiaban el comienzo de una nueva etapa en sus vidas.Al regresar a Valle de Cristal, Sandra se apresuró a recibirla. —Señora, ¿qué le gustaría comer? ¡Yo lo preparo!Laura le devolvió una sonrisa y negó con la cabeza. —Gracias, no tengo hambre todavía.—¡Avíseme cuando quiera comer algo! —dijo Sandra.—Está bien, subiré primero.Sandra solo pudo observar su figura desaparecer, suspirando. La señora estaba cada vez más delgada, su rostro apenas del tama
—Laura, dije que puedo explicar lo de estos días, ¿podrías no irte? ¡Solo escúchame! —Miguel contuvo su ira, intentando suavizar su tono.No había regresado apresuradamente de Piedra Blanca para despedir a Laura, sino para explicarle todo y disculparse. Esta vez él estaba equivocado.Laura sujetó firmemente su maleta, mirando con indiferencia el rostro del hombre que había amado durante diez años, al que creyó amaría toda la vida. Ahora, finalmente lo había dejado ir. No se arrepentía de haberlo amado, ni le preocupaba cómo sería su camino futuro. Solo miraba hacia adelante, confiando en que el destino tendría mejores planes.—Miguel, ya no te quedan más oportunidades. Esta vez no me quedaré —su rostro mostraba una serenidad absoluta, sin emoción alguna. Después de la muerte de su abuela, había perdido toda esperanza en Miguel. Una vez que alguien logra dejarlo ir, puede enfrentarlo con calma. De ahora en adelante, todo lo relacionado con Miguel ya no le concernía.—Me equivoqué, pero
Laura ya había planeado vivir en Valle Verde, así que no rechazó el ofrecimiento de Emiliano. —Abuelo, entiendo, pero es tarde, ¿por qué no va a descansar? Cuando esté instalada, iré a acompañarlo.—Está bien —respondió Emiliano, sintiendo un profundo dolor al ver su rostro pálido y demacrado. ¡Qué buena chica! Le dolía dejarla ir, pero no podía ser egoísta y retenerla para que Miguel la siguiera lastimando. Ya vería, ¡Miguel se arrepentiría!Laura avanzó con su maleta sin mirar atrás ni una sola vez. Ya que había decidido irse, debía ser determinante.—¡Laura! —Miguel intentó seguirla, pero Emiliano lo golpeó en la pierna con su bastón—. ¡Quédate donde estás! ¡No la sigas!—Abuelo... —antes parecía tan lúcido, ¿por qué ahora actuaba así?Emiliano le pidió al chofer que llevara a Laura y luego se volvió hacia Miguel con una sonrisa sarcástica. —Miguel, ¿con qué cara intentas retenerla? Cuando murió su abuela, tú, siendo su esposo, desapareciste. Ella aguantó sola durante tres días y no
La mano de Miguel se tensó sobre la taza de té como si una fuerza invisible la hubiera agarrado, mientras su corazón se apretaba inexplicablemente.En el exterior, la noche era oscura como tinta, y la luz amarillenta del interior no lograba reflejar sus complejas emociones.¿Le habría contado Emiliano esto también a Laura? ¿Por eso estaba tan decidida a divorciarse?—Te advertí que no te involucraras demasiado con ella, ¡pero ignoraste mis palabras! —la voz de Emiliano era profunda y autoritaria, cada palabra golpeaba el corazón de Miguel como un martillo.Miguel sabía que Emiliano no mencionaba Piedra Blanca y Jenny sin razón; seguramente ya había investigado. ¿Sabría Laura también lo que Emiliano sabía?Miguel permaneció en silencio ante Emiliano.—Jenny parece frágil, simple y pura ante los demás, pero no es así —continuó con pesar—. No me gusta juzgar a los jóvenes a sus espaldas, pero viendo que estás atrapado y has perdido a Laura, no puedo quedarme callado. ¿Has considerado que
Justo entonces, sonó el teléfono.Manolo arqueó una ceja.¿Sería Patricia que había recobrado la conciencia y volvía con la comida para cenar juntos?¡Hmph!Si se comportaba bien, tal vez no sería tan duro con ella.Con este pensamiento, sacó su teléfono.Pero en la pantalla apareció el número de Miguel.¿Por qué lo llamaría Miguel de repente?¿Habría pasado algo?Después de un momento, contestó.—Salgamos a beber —dijo Miguel sin rodeos.—Oye, ¿qué pasa? —Manolo estaba muy extrañado.¿Estaría Miguel de mal humor?¿Por qué si no querría beber con él?—Demasiadas preguntas. El lugar de siempre —y colgó.Manolo guardó el teléfono, terminó el plato de verduras y salió.Al llegar al club, vio inmediatamente a aquella mujer esperando.Se frotó las sienes antes de acercarse a ella.—Señorita Suárez.Se dirigió a ella con expresión indiferente.—Ayer me dejaste plantada —dijo ella, apartándose el largo cabello con un aire frío.—Ayer tuve que salir de urgencia por trabajo y olvidé llamarte, l
Milena seguía a Manolo, percibiendo el sutil aroma a jazmín que emanaba de él.No pudo evitar preguntarse qué tipo de hombre sería realmente.—Siéntate.La voz la sacó de sus pensamientos.Sin darse cuenta, habían entrado en el salón privado.—¿Qué pasa? ¿Soy tan guapo? No dejas de mirarme —bromeó Manolo, como si fueran viejos amigos.Y eso que era la primera vez que se veían.Milena se sentó, girándose para agradecerle.Manolo tomó asiento frente a ella.El camarero trajo bebidas y aperitivos.Manolo sirvió las copas.Milena lo observaba con expresión serena, aunque ya sentía cierta atracción hacia él.Atractivo y amable, probablemente el tipo de hombre que toda mujer apreciaría.—Si bebes, toma poco. Si no bebes, puedo pedir que traigan refrescos —Manolo terminó de servir y pareció recordarlo de repente, mostrando algo de pesar—. Perdón, no lo pensé antes.Milena tomó una copa, sonriendo suavemente. —Puedo beber un poco, no necesito refrescos.Manolo levantó su copa. —Esta copa es pa
Manolo se movió ligeramente, sus largos dedos acariciando el borde de la cristalina copa de vino, un gesto que parecía esconder infinitas historias y sentimientos inconclusos.Un mal presentimiento cruzó la mente de Milena.La voz del hombre resonó suavemente en sus oídos: —Debes saber que, nacidos en familias como las nuestras, las decisiones matrimoniales a menudo trascienden los límites de los sentimientos personales, atados por las responsabilidades y expectativas familiares. Por lo tanto, si guardo en mi corazón amor por otra mujer, ya no es tan importante. Lo importante es que nuestro matrimonio satisfaga a nuestros padres, y que entre nosotros, al menos mantengamos una complicidad sin aversión mutua.Mientras hablaba, su mirada se perdía en algún punto indefinido, como si estuviera viendo a alguien a través de él.Esa mirada hizo que el corazón de Milena se encogiera inexplicablemente.Había imaginado que Manolo tendría a alguien especial.Pero enfrentarlo directamente le dolía
Miguel y Luis entraron tras él seguidos por Alonso, el primero vestido casualmente pero destilando elegancia, siempre con una sonrisa que acortaba distancias naturalmente; mientras que Alonso parecía un novato en el mundo corporativo, con ojos que destellaban curiosidad al evaluar su entorno.Al entrar, sus miradas convergieron en Milena, quien sentada junto a la mesa lucía un vestido sencillo pero elegante que realzaba su figura. Su cabello recogido dejaba caer algunos mechones sobre sus mejillas, añadiendo suavidad a su presencia. Respondió a cada mirada inquisitiva con una sonrisa, su serenidad y gracia inspirando simpatía natural.Tras los saludos e introducciones, el ambiente se relajó gradualmente.Manolo mencionó abiertamente su relación con Milena y la posibilidad de su futuro matrimonio.Milena también expresó francamente su actitud hacia esta relación, revelando sus expectativas y aceptación del futuro.Su honestidad hizo que Manolo se sintiera algo avergonzado.Miguel, notan