Obsesión

Anya observaba con horror cómo Alexei, ajeno a su presencia, contemplaba ensimismado al pequeño bebé a través del cristal de los cuneros.

Un escalofrío recorrió su espalda al ver que tenía la vista fija sobre su hijo, tenía que hacer algo para alejarlo.

Con un impulso nacido de la desesperación, Anya hizo amago de levantarse de la silla de ruedas, tenía que enfrentarlo, tenía que proteger a su hijo de ese monstruo...

Pero Sonia y Francesca se lo impidieron, sujetándola con suavidad para que no lo hiciera.

—No, mi niña, no lo hagas —susurró Sonia con desesperación, sería un error muy grave que la expondría de nuevo al peligro y la furia de su marido— si te descubre, si se entera de que ese bebé es suyo... se lo llevará sin dudarlo.

Anya se estremeció ante la idea, sentía que las lágrimas quemaban en sus ojos.

—Pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada, nana, no puedo dejar que se acerque a mi hijo...

—Lo sé, tesoro, pero enfrentarlo ahora solo empeoraría las cosas —Francesca le acar
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