Ella estaba paralizada, viendo aquel macho avanzar en su dirección. El mundo parecía haber entrado en pausa, todo se volvió terriblemente silencioso, apenas la respiración de aquel lobo avanzando. Podía oír el latido de su corazón, acelerado. Alice no podía arrepentirse de sus palabras, incluso teniendo en cuenta que él la lastimaría por aquello. Pero no podía arrepentirse, porque deseaba que él sintiera al menos un poco del dolor que ella sentía, de la desolación. Él continuó avanzando hacia ella, su mirada gris era casi negra en la media luz, su expresión era trastornada. Sus manos estaban levantadas, y ella podía ver sus garras alargándose, sus dientes redondeados. Ella no temía la muerte en sus manos, pero sentía todo lo que no se había dicho entre ella y Jamie. Alice cerró los ojos, e imágenes de ella y de James le surgieron la mente. Ella sintió nuevamente el roce de sus labios contra los suyos, ella sentía su olor invadiendo su nariz. El toque cálido de sus manos, y a
James se enfrentó a la cueva escondida por ramas de árbol, completamente cubierta por la nieve. Pasó toda la noche caminando al azar por la oscuridad de ese bosque. Cuando había llegado al pueblo no muy lejos de allí, estaba ocurriendo una confusión. Vio a machos y hembras ser colocados contra una pared. Él estaba en su caballo, sosteniendo el retrato de Alice, cuando miró a todos aquellos lobos siendo alineados en la pared de una taberna, él se acercó lentamente con su caballo. Guió al animal hacia el grupo de machos que parecían los responsables de intimidar a todas aquellas hembras y machos. — Tú, ¿cómo te atreves a levantar las manos para el hijo del clan de ese lugar? ¡El mismo clan que fue bendecido con el propósito de cuidar estas tierras, por el mismo Supremo Alfa en la división de la isla! ¡Nuestros ancestros que lucharon por este lugar, y tú llegaste aquí después con tu sangre mestiza! El macho que hablaba era alto, y además de hablar sostenía el látigo. Señalaba a o
La hembra los miró fijamente, y por más que Samanta no quisiera separarse de los brazos fuertes y calientes y Axel, lo hizo. La otra hembra sabía quién era, y cuando se golpeó las pestañas y caminó hasta Axel, ella lo besó. Samanta sintió una punzada en su corazón, y sus mejillas ardieron intensamente mientras veía cómo aquella hembra se enterraba en los brazos que ella acababa de estar. ¿Pero qué tenía ella que ver con eso? Después de todo, aquel no era su compañero y aquella hembra sí, poseía derechos sobre él. Ella era tuya, y él de ella. La había conocido en la mesa, era por lo que ella recordaba a la primera compañera de Axel. Emadeline Villin. La hembra separó sus labios de los de Axel, y la miró. Como si solo en aquel instante percibiese su presencia, ella preguntó: - ¿Se encuentra bien, Srta. Ludov? Está pálida. Su voz era suave, así como su expresión. Pero Samanta podía sentir en su interior su gesto territorial sobre Axel, el modo en que sus manos estaban sobre él,
Samantha despertó de su shock en el instante en que el lobo la agarró. Sintió sus manos pegajosas en sus brazos, empujándola hacia el suelo húmedo de ese lugar. La hembra gritó, y usó sus manos para golpearlo en la cara, el macho solo se rió. - Es feroz, me gusta! Ella lo oía, y sentía su olor nada agradable. El lobo ahora sostenía sus muñecas, y era imposible competir con él en fuerza, ella continuó luchando debajo de su cuerpo grande y pesado. Samanta comenzó a gritar, pero sus gritos solo resonaban en aquella cueva abandonada, siendo totalmente ahogados por el sonido de los truenos. El macho estaba demasiado cerca, sus ojos vidriosos y su boca entreabierta. Ella veía sus dientes afilados, parecía estar quedando excitado con su resistencia, cuanto más ella se debatía contra él, e intentaba soltar sus manos, más el macho apretaba sus muñecas. Hasta cierto punto que ella gritó de dolor, lo sentía muy cerca de romperse las muñecas y su corazón estaba acelerado. La hembra sacu
Ella sentía a su alrededor la lluvia cayendo sobre su cabeza, e incluso sintiendo las gotas heladas ella no se importó. Era como si estuviera atrapada en una celda de hielo, sentía el olor del macho mientras la cargaba. Los movimientos de su cuerpo, firmes. Sus pasos eran rápidos, y sus manos la sostenían firmemente. Hace varios minutos, cerró los ojos y sumergió su rostro en su pecho. Su corazón estaba latiendo lentamente en ese momento, y se sentía paralizada. No podía todavía creer todo lo que acababa de suceder, había huido de la propiedad Villin, intentando de modo insano huir de su destino. ¿Pero era su destino casarse realmente con Vlad Villin? ¿O desde el principio se dirigió a ese momento? ¿Para ese castigo por Dalila? ¿Era ese su destino? ¿Eso estaba escrito para ella? De repente, la lluvia a su alrededor cesó. ¿Se preguntó adónde la llevaba? ¿La estaría llevando de vuelta al castillo Turner? ¿Y cómo explicaría lo que pasó? ¿Su padre la aceptaría? Los machos no
Era muy consciente de los latidos del corazón de la hembra delante de él. Su rostro al oír esas palabras se volvió pálido, hasta sus labios perdieron gradualmente el color. Su mirada violeta, antes tan firme sobre él ahora vagaba por el suelo de aquel bosque cubierto de nieve. Sus cabellos oscuros caían como ondas negras de obsidiana a su alrededor, su piel pálida se parecía a la nieve a su alrededor. Él la vio juntar las manos, y sostenerlas de modo nervioso. Aquella no era la reacción que él estaba esperando, estaba esperando que ella lo golpeara con algún golpe, o protestase. Pero esa Alice parecía sorprendida y avergonzada. Cuando él la llamó por su nombre, ella levantó la mirada violeta hacia él, la luz del sol se reflejó en sus ojos y fue como si el cielo se estuviera abriendo ante él. Fue como si estuviera ante el nacimiento de dos piedras preciosas y raras, y aquello lo dejó instantáneamente sin habla, apenas consiguió quedarse parado a mirar. ¿Cuándo se había vuelto
Ella sentía su cuerpo dolorido, pero no más que su corazón. El olor de ese macho invadió su nariz de nuevo, y esta vez sintió que el dolor llegaba a su estómago, haciéndola retorcerse en esa cama. Ella se inclinó y rodó hacia un lado, los dolores en su estómago haciéndola vomitar violentamente. Samanta abrió los ojos en el instante en que sintió las manos en su espalda, ella se volvió aún sintiéndose mareada, y nauseabunda. La hembra se encogió en las pieles de aquella cama, y otro olor invadió su nariz. Un olor más suave y agridulce. Ella tiró de las mantas hasta el cuello, intentando espantar el frío que sentía, intentando de modo inútil disminuir aquellos temblores en su cuerpo. Incluso en el fondo sabiendo que aquellos escalofríos no eran debido al frío, de nada tenía que ver con el clima. Se dio cuenta de que el macho Axel se había acercado a la cama, solo su toque la hizo estremecerse, cuando ella miró a sus dulces ojos, se dio cuenta de cómo retrocedió. Ella tampoco po
Una espada en tu corazón. Así es exactamente como se sentía, como si una espada estuviera clavada en su corazón, y aunque quería sacarla de allí, no podía. Era un peso y dolor invisible a los ojos. Algo que se había mezclado a su cuerpo, y en ese instante ella vio a aquel macho decir aquellas palabras. ¿Pero cómo pudo sentir eso? ¿Cómo podría él entender lo que ella sentía o sufrir con su sufrimiento? Estas eran las preguntas que Samanta se hacía, mientras el macho sostenía sus muñecas, él levantó su mirada marrón y vio lágrimas brillando en ellos. Axel tenía un rostro divino, tan diferente del macho que estaba sucio y con una apariencia de loco, el rostro de Axel estaba bien cuidado, sus características eran masculinas y armoniosas. Sus pestañas oscuras, sobre los ojos melancólicos ahora. El agua del río estaba a la altura de su vientre, mientras que en ella estaba casi en el cuello, él levantó sus manos y sobre la luz del sol ella vio sus uñas rojas. Samanta no gritaba más,