Conteniendo el aire y sintiendo una presión en el pecho, Julio estaciona su auto frente a un frondoso bosque. La sensación de inquietud que siente no se debe a que se trate de un territorio enemigo, o que espere a encontrar lobos rivales allí dentro, sino a que jamás creyó que debería adentrarse en ese lugar, nadie en su sano juicio decidiría entrar al Bosque de las brujas por voluntad propia, y sin embargo, allí está, a punto de hacerlo.—¿Es idea mía o aquí el aire se siente muy pesado? —pregunta Bianca al bajar del vehículo, pensando que así debe de sentirse al estar a una altura muy grande, donde el oxígeno comienza a disminuir.—Supongo que es la manera que tienen las brujas de advertir que no te acerques, o quizás inclusos sea cosa del bosque, apuesto a que estos árboles han presenciado demasiadas cosas —responde el Alfa mordiéndose el labio inferior con nerviosismo, comenzando a cuestionarse si es realmente necesario entrar allí.—Según Dante aquí podría estar una de las Dagas
—Pareces algo asustado, Dante, hasta ahora creía que no había manera de sacarte esa cara tuya de estar siempre por encima de todo y todos —murmura Alana, agachada junto a su primo detrás de unos arbustos.—Estamos por invadir uno de los escondites de los cazadores, eso ya sería bastante malo normalmente, pero incluyendo el rencor que nos tienen desde que Julio asesinó a Donato. Si nos encuentran no nos matarán simplemente, primero se asegurarán de torturarnos durante días —responde el hombre sin perder de vista al par de hombres que vigilan la casa rodeada por un cerco de alambre electrificado.—Podrías haber probado suerte con las brujas, después de todo te fue bastante bien con Margo —se burla la mujer soltando una pequeña risa, usualmente no se pondría a jugar de esa manera con su primo, pero tal y como están las cosas necesita algo con lo que dejar de sentir que está cayendo en un pozo sin fondo.—La verdad es que casi todo el crédito es de Bianca, no tengo idea cómo, pero a ella
—Sé que puede llegar a asustarte, pero no hay razón para que lo hagas —susurra Tekay en su forma humana acercándose lentamente a Sayo, como si esperara que ella fuese a salir huyendo en cuanto tenga la oportunidad. —¿Qué fue eso? ¿Cómo lo hiciste? —pregunta la muchacha pasando la mirada del cazador al cadáver del cazador nocturno sin terminar de creer lo que sus ojos han visto.—Es lo que Colmillo Blanco, el guardián de mi tribu me entregó. Aunque no estoy seguro de con qué propósito lo hizo, yo… yo entenderé si ya no quieres que siga permaneciendo en ti tribu y cerca de ti —murmura el muchacho con la cabeza gacha al considerar que podría llegar a ser considerado un monstruo no muy diferente de la bestia que ha matado.—¡Claro que no! Por ti no puedo sentir más que gratitud, has salvado mi vida, si no hubieses echo eso ahora estaría muerta. Y aunque aún se me haga difícil creer lo que he visto, estoy más segura de que debes permanecer con nosotros —reconoce Sayo con una sonrisa ac
—¿Mi padre? ¿Qué hacía él aquí? —pregunta Julio que no estaba al tanto de que su progenitor hubiese estado en ese lugar, algo que cree que debería habérselo comunicado.—Secretos, en las familias abundan, no importa que tan unidas y antiguas sean. Aunque no creo que eso deba sorprenderte, Alfa Julio, deberías saber por experiencia que hay situaciones que demandan ocultar la verdad o al menos diluirla un poco —responde la mujer con una sonrisa en sus finos labios, señalando las sillas libres para que tomen asiento junto a ella.—Si vino cuando yo era el Alfa significa que pasó por encima de mi autoridad, en tal caso, como mi aliada tendría que haberme informado de eso —reclama Julio comenzando a tomar un poco de valor, aunque sólo sea por cierto disgusto hacia su padre.—Podría haberlo hecho si hubiese venido en nombre de la manada, pero vino como un viejo amigo, y en tal caso no tengo que darte cuenta de mis relaciones personales. ¿Verdad? —replica la bruja sin borrar la sonrisa de su
—No creí que esa pudiese ser tu reacción, aunque debo confesar que me alegra poder permanecer aquí. Puedo comenzar a sentir que pertenezco a un lugar, aunque aun sea un extraño para muchos —murmura Tekay con una débil sonrisa en los labios mirando a su compañera.—Pues al menos yo ya no soy capaz de imaginar la tribu sin tu presencia, y mucho menos ahora que te debo la vida, no podría imaginar una forma para pagarte —susurra Sayo parada a solo unos centímetros del cazador, sabe que no debe seguir insistiendo de esa manera, que de darle tiempo. Pero ante la cercanía de sus cuerpos y habiendo estado a punto de perder la vida, simplemente siente que no puede perder el tiempo que podría estar dedicándolo a construir una vida a su lado. Por lo que con timidez y sintiendo un fuego comenzando a arder dentro de ella acerca sus labios a los de él, puede que él la rechace nuevamente o que intente escabullirse de alguna manera, pero no le importa, ya no puede resistirlo.Al ver el intento de
—Tú pareces ser un gran ejemplo de eso, puedo ver que has sufrido más de lo que yo podría siquiera imaginar, pero aquí estás volviendo a empezar, e incluso dándote una oportunidad para volver a amar. Creo que el Gran Espíritu te envió en el momento justo a mi vida, cuando necesitaba un puntal que me ayudara a seguir en pie —afirma Sayo apoyando la cabeza en el pecho del cazador.—Puedo decir lo mismo de ti, yo estaba perdiéndome en la soledad, sin rumbo, sin un destino definido. Pero apareciste tú y por primera vez en un tiempo sentí que el sol aparecía para mí después de una larga noche oscura, tú fuiste mi sol, y te estaré eternamente agradecido —sostiene Tekay con una gran sonrisa al ser capaz de volver a sentir un poco de paz.—Entonces procura nunca apartarte de mi lado —susurra la muchacha sintiendo que ya no tiene ninguna razón para desear recorrer el mundo, pues lo que esperaba hallar en ese viaje ahora lo tiene entre sus brazos.El cazador solo se limita a sonreír, está se
Cap. 55: El primer monstruo—¿Cómo es posible, madre? No… no lo entiendo… —solloza Ferza con los ojos inundados de lágrimas al ver a la mujer cuya piel parece ser de piedra.—Mi pequeña Ferza, cuanto has crecido, ya eres toda una mujer. Hubiese deseado verte crecer, pero el hecho de tenerte frente a mí significa que mi sacrificio no ha sido en vano —murmura la mujer con la voz ronca y cansada.—¿Tú sacrificio? Tú moriste, es lo que nos dijo nuestro padre, que un grupo rebelde te había emboscado y asesinado —relata la muchacha sintiendo como si le estuviesen apresurado el corazón.—¿Qué morí? Supongo que era la explicación que mejor podrían asimilar, pero la verdad es que el Imperio que tu padre había heredado estaba en peligro de derrumbarse, a pesar de sus muchos intentos de afirmarse en el poder y unir a los pueblos, no lo conseguía. Yo sufría mucho al verlo al borde de la desesperación, por las noches incluso el sueño huía de sus ojos por las preocupaciones que abrumaban su men
—¿Su corazón? ¿Para que querría su corazón? —cuestiona Veida sin ser capaz de comprender lo que Shakra pudo haber tramado.—Para Tahora, siempre pensé que esa bruja se me hacia familiar, que me recordaba a alguien, y ahora lo sé, era a la reina a quien se parecía, porque llevaba su corazón —afirma el mensajero bajando la cabeza al pensar en lo que ese Imperio ha costado.—¿Esa bruja con el corazón de mi madre? Supongo que ahora entiendo la razón por la que le fue tan sencillo manipular a mi padre, no solo por la ambición de poder, sino porque en ella veía a su esposa —murmura Ferza meneando la cabeza al descubrir que su padre en realidad no era el peor monstruo.—Siempre me pregunté qué habría sido de mí corazón, si fue útil para construir el Imperio que Tumaru deseaba puedo sentirme satisfecha —susurra la mujer con una mirada de ilusión en sus ojos apagados.—El imperio… ¿Decidiste abandonar a tus hijos por este maldito Imperio? ¿No pensaste en lo que tu ausencia provocaría en t