CRYSTAL
Me acomodo el cabello para que no se vea tan desaliñado después de las miserables horas que pasé el resto de la madrugada. Unos ojos celestes con grandes ojeras me regresan la mirada cansada, sin poder dormir después de casi caer desmayada por el dolor de su traición. Esa pequeña voz de mi conciencia me dice que de pronto no me reconoció, pero es el maldito príncipe, claro que lo hizo. Suelto un suspiro tembloroso, secando las lágrimas de tristeza y rabia. ¿Por qué todo lo malo tiene que pasarme a mí? ¿Por qué no soy suficiente para nadie? ¿Por qué? Dejo mis pensamientos atrás para salir de mi pequeña seguridad y pararme en la puerta justo a tiempo. Los tacones esta vez suenan apresurados, lo que me indica que será un largo día. —Si ayer no quise errores, hoy mucho menos. Esta celebración es importante porque da la bienvenida a los dos grandes Alfas; la Reina no quiere errores, así que cuidado. La mañana pasó agitada, yendo y viniendo de un lugar a otro, llevando las grandes bandejas de comida hacia el salón de baile. Agradecí todo lo que nos pusieron a hacer; así mantenía mi mente ocupada en cualquier cosa. Es demasiado todo lo que he vivido en pocos días para procesar. Llevé la última bandeja de comida hacia el salón. Cuando entré, vi a la mujer con la que mi compañero había pasado la noche, revisando todo con sus perfectas uñas cuidadas y un vestido muy elegante. —Oye, esclava, esto debes quitarlo; a mi Eder no le gustan las cosas picantes. También reemplaza ese postre de fresas; no me gustan para nada. Apreté los puños a mis costados, haciendo lo que ella pidió. Recuerda, Crystal: seguir órdenes y nada más. Llegué a la cocina con todos corriendo rápidamente, apurándose, y ahora yo les había traído otro dolor de cabeza por culpa de esa mujer arrogante. Tomé la bandeja de reemplazo, pero ni siquiera llegué a la puerta cuando la solté. La comida se esparció en todos lados; el metal golpeó varias veces el mármol antes de detenerse. Oí gritos al fondo, pero no podía escuchar nada más que un pitido sordo en mis oídos, sumándose a la horrible punzada de mi brazo. Todo se movía, o tal vez era mi cabeza la que lo hacía. Me sostuve de lo que sea, cualquier cosa para no caer, mientras cerraba los ojos esperando a que aquel malestar pasara. Y así como llegó, se fue, dejándome un poco aturdida, mareada, pero bien. Una vez que abrí los ojos, lo primero que vi fue la mano venir directo a mí, impactando contra mi mejilla. —Eres una inútil, ¿cómo se te ocurre dejar caer la bandeja? Después de esto, serás azotada… —¿Qué sucede aquí? Todos en la cocina se quedaron de piedra, congelados tanto como yo. Era él, mi compañero; su olor me hizo cerrar los ojos mientras la electricidad invadía todo mi cuerpo. —Príncipe, disculpe que lo hayamos molestado. No fue nada, solo una simple esclava que hizo algo mal, pero ahora mismo la mando a su castigo. Abrí los ojos para encontrarme unos segundos con aquella mirada penetrante sobre mí; había algo en ellos que aún no lograba leer. ¿Me aceptará? —Yo me encargo de la esclava; ustedes sigan con sus cosas. Mi prometida quiere un postre diferente, nada de fresas, no le gustan. "Mi prometida" Mis labios se curvaron en una sonrisa al darme cuenta de que sigo siendo aquella niña ingenua de 18 años que pensó tontamente que sería aceptada por su compañero. No entiendo cómo es posible que la Diosa juegue con mi destino de esta forma. —Tú— me estremecí ante su voz, —ven conmigo. Se dio la vuelta dejándome allí perdida por unos segundos hasta que mis pies reaccionaron y lo siguieron. En todo momento tuve la cabeza inclinada, mirando únicamente sus botas pulidas para la ocasión. No sé a dónde íbamos; daba algunas miradas de reojo a las paredes con cuadros y algunas esculturas. Por aquí no había nadie excepto él y yo. Abrió una puerta de roble pesada que daba acceso a una habitación amplia, con un enorme escritorio al frente. Detrás de él pude ver un amplio estante con muchos libros; mis ojos se iluminaron por un momento, hace mucho que no tocaba uno. —¿Cuál es tu nombre, esclava? —Crystal… —Solo el nombre, no me interesa tu apellido. Alza la cabeza y mírame. Pasé saliva, retorciéndome los dedos entre las manos sobre la falda para calmar mi nerviosismo. Alcé mis ojos, perdiéndome en los suyos; el vínculo estaba allí, podía sentirlo, aunque sabía por su mirada que eso iba a acabar. Me analizó por unos minutos, casi como si fuera una eternidad, hasta que por fin se movió de su lugar para comenzar a caminar a mi alrededor. —Una Omega—susurró más para sí mismo que para mí. Ya estaba acostumbrada a esto, pero aún así dolía cuando venía de la persona que se supone va a cuidarte por el resto de la vida. Se paró frente a mí, demasiado cerca; podía sentir mi piel hormiguear con su cercanía, su olor llenando cada fibra de mi ser, hasta que bajó a mi cuello para olerlo. Escuché un leve gruñido, de molestia tal vez; no puedo coordinar mis pensamientos con él tan cerca. —¡¿Por qué?!— exclamó con rabia, alejándose, pasando la mano por su cabello. —Deseaba tanto a mi compañera, pero… tú eres una Omega y yo no puedo aceptarte, no cuando eres de las más débiles. Thea se alejó al fondo de mi mente, volviéndose bolita. Yo solo podía quedarme allí parada, con los ojos llenos de lágrimas y aquel dolor en el pecho por ser nuevamente rechazada. Debo estar maldit4 o algo. —Lo siento, sé que me harás fuerte— esta vez su voz era más suave—, pero no puedo tenerte a mi lado. —Yo, Eder Castell, príncipe y futuro Rey Alfa de los lobos, te rechazo a ti, Crystal, como mi compañera y Luna, dando por terminado este vínculo. Caí al suelo de rodillas, mordiendo fuerte mi labio hasta que el sabor metálico de la sangre inundó mis sentidos. Alcé los ojos llenos de lágrimas para verlo, haciendo mi mayor esfuerzo por aceptar su rechazo, aunque las palabras no salieran de mí. —Crystal…— hubo un toque de ansiedad en su voz, dando un paso adelante, con la preocupación marcada en su rostro. —Yo… lo siento, no puedes estar más aquí. Las puertas volvieron a abrirse; sabía que alguien venía a llevarme, aunque ya no me importa a dónde. —Dénsela a los vendedores de esclavos, que consigan una buena manada para ella, donde no sea tratada mal. Les daré una buena suma para que cumplan mis órdenes. Cerré los ojos, dejando caer mis lágrimas, escuchando cómo mi propio compañero prefiere venderme para no estar ni cerca de mí, porque el vínculo lo obligará a volver, así me haya rechazado. No entendía, realmente no entendía; siempre era la rechazada, incluso mis padres me dejaron tirada como si no valiera nada. Me sacaron del palacio hacia el despiadado frío, la luna brillando en lo alto, viendo mi desgracia y seguramente burlándose de mí. Miré hacia atrás una última vez y allí estaba él, con las manos detrás de su espalda, un atisbo de arrepentimiento brillando en sus ojos. Pero cuando me metieron en la jaula, no hizo nada para detenerlos. Poco a poco, su figura se fue desvaneciendo en la penumbra mientras la carreta en la que iba se fue alejando. Aferrada aún a los barrotes, alcé una súplica silenciosa a nuestra Diosa, aunque seguramente iba a ser ignorada como siempre.CRYSTAL Observo el camino por el que voy, dejando atrás los grandes árboles de verde intenso. Mis ojos se mantienen enfocados en el suave movimiento de sus copas, cuando la brisa las acaricia. Mi mente está en blanco; me siento vacía de cualquier emoción. Es como si hubiesen apagado todo en mí. Solo soy una cáscara rota a la que todos rechazan y desechan, sin nada de valor. Mi cuerpo permanece entumecido por las largas horas de viaje en esta carretera, donde todo lo que he recibido es un poco de agua y un pedazo de pan viejo. Me abrazo a mí misma, y no porque sienta frío, sino por buscar un consuelo que no siento. Alzo la mirada hacia algo más allá de nosotros, moviéndose entre el límite del bosque. Un lobo se mueve con sigilo entre los árboles; sus ojos brillan entre las sombras y su pelaje marrón le da un perfecto camuflaje a la vista.No se acerca, es como si solo se estuviera asegurando de algo. Los hombres que hablan de cualquier cosa no parecen percatarse de él, pero yo s
CRYSTALEstaba satisfecho con mi respuesta; podía verlo en su sonrisa retorcida, con aquel brillo juguetón en su mirada.—Ven aquí —ordenó, señalando el lugar donde estaba hace unos segundos.Me solté del marco, respirando por la boca, antes de avanzar con pasos temblorosos hasta quedar frente a él.Tomó mi brazo, sacando la venda para ver su mordida. Su pecho vibró ante la risa ronca que brotó de él, seguramente admirando lo que me hizo.—Te ayudaré con eso, ya no la necesitas; ahora estás en mis manos.—¿Q… qué quieres decir?—Solo fue una marca temporal para saber dónde y cómo encontrarte.¿Qué? Todas mis preguntas se bloquearon al ver que cortaba su muñeca con una de sus garras; la sangre roja pronto brotó de la herida, goteando hasta la tierra.—Bebe.Abrí los ojos, negando con la cabeza e intentando alejarme de él, pero fue más rápido. Me tomó con fuerza de la nuca, inclinando mi cabeza, haciendo mucha presión hasta el punto en que solté un pequeño grito de dolor.—Abre la boca
CRYSTAL Alzo la mirada al ver la manada de luna oscura, un lugar frío y solitario, con tierra infértil donde todo lo que crece son árboles densos y nada frondosos. Las calles de piedra serpentean entre las muchas casas donde las personas se asoman para ver la llegada de la nueva intrusa. De hecho, no pensé que la manada de este miserable fuera así de grande, con aires de riqueza. Más allá, veo el imponente castillo, el lugar al que nos dirigimos, el que será mi hogar y mi prisión hasta que la Diosa quiera. Durante todo el camino hacia aquí, no hubo palabras; no las había tampoco. Sabía cuál era mi posición delante de él, o tal vez no. Mientras me pierdo un poco en mis pensamientos, puedo ver la enorme reja que cierra el castillo. En las columnas de la entrada y las de adentro, estatuas algo perturbadoras parecen observarte. Una vez que cruzamos hacia el patio interno, siento que ya no hay salida, que ya no saldré de sus garras, aunque eso es algo que sabía muy bien desde un inic
CRYSTAL Miro el vestido en el pequeño espejo del baño; es bonito, aunque algo descubierto. La tela es simple y suave, se ajusta bien a mi cintura, cayendo en una falda lisa. Recogí mi cabello rojo con una cinta negra, dejando al descubierto la mancha de mi cuello, que poco a poco se va borrando. Es el último recuerdo de que alguna vez estuve emparejada y de un pasado que espero olvidar. Salí del baño para ver a la mujer parada en la puerta, esperándome. Su mirada recorre mi cuerpo con una señal de aprobación antes de darse la vuelta y salir. Vamos, Crystal, puedes hacer esto. No demuestres lo débil que eres; no permitas que él vea cuánto te afecta. Di los primeros pasos fuera de la habitación, mirando el pasillo que está iluminado por la suave luz que entra por los ventanales más allá de estas puertas. A un lado, la mujer espera paciente por mí a pesar de que estoy lista. —Primero que nada, las reglas principales de dónde estás justo ahora— señala la puerta a su espalda, la qu
CRYSTAL Retrocedí al verlo avanzar, mis puños apretándose a mis lados mientras entraba en una negación total a lo que decía. Cerré mis ojos por unos segundos para tratar de calmar la agitación en mi interior, ese poder que llevo dentro y que se remueve con fuerza, respondiendo ante la amenaza y no sé cómo pararlo. —Eres tú quien no merece vivir, por tu culpa lo perdí todo, ¡TODO! Clavé las garras en mi pecho en un intento desesperado de calmar el dolor y el ardor, de calmar aquello que ruge con fuerza para dejarlo salir. Abrí mis ojos apenas en una pequeña rendija para ver el mármol bajo mis pies cristalizarse, lo mismo que había pasado en ese bosque. —No —solté apenas en un susurro, intentando calmar incluso los temblores de mi cuerpo. —Por suerte para mí, eres débil, posiblemente la más débil de todas: la Omega rechazada y abandonada, la Omega vendida que lo perdió todo en un día, la Omega sin valor que no es capaz de protegerse a sí misma porque solo es una cobarde. —¡BASTA
CRYSTAL "¡Estás embarazada!" Aquellas palabras dichas por la sanadora de la manada aún resuenan en mis oídos, fuertes y latentes, así como la pequeña vida que ahora crece dentro de mí. Miro el documento en mis manos, apretándolo fuerte, como si quisiera aferrarme a esas letras que confirman que realmente lo estoy. Una sonrisa temblorosa adorna mis labios, sintiendo cómo mis ojos se humedecen. Esta feliz noticia cambiará mi vida; de eso estoy segura. ¡BAM! Me exalto con el golpe de la puerta al ser abierta con brusquedad. Trato de esconder el documento de ella, la mujer que más me odia en este mundo, la madre de mi compañero. —¿Qué escondes ahí? Se acerca a grandes pasos, arrancándome el papel; sus ojos se van tornando oscuros a medida que va leyendo. Justo en ese momento entra mi compañero, todo mi mundo se congeló de miedo al ver su expresión severa tomando el informe de las manos de su madre. Los latidos acelerados y estruendosos de mi corazón me sacuden el pecho.
CRYSTAL Mi cuerpo adolorido golpea constantemente la jaula en la que voy, mientras las ruedas pasan por un camino difícil. Pegada al último rincón, puedo ver la otra carreta que viene detrás de nosotros, iluminada únicamente por una antorcha con la llama danzante por la brisa de la noche. Hace poco que oscureció; aún seguimos dentro del territorio de la manada, pero estamos en los límites de la frontera. Más adelante, nos detuvimos. El hombre que me compró abrió la reja, sacándome de allí hacia mi nuevo destino. Otra jaula más grande, tirada por dos caballos, nos espera ya llena de varias mujeres. —Vayan a hacer sus cosas rápido, porque luego de eso se tendrán que aguantar. La otra mujer y yo nos miramos unos segundos antes de escondernos detrás de algún árbol. Subí la falda de mi vestido, bajando mi prenda íntima. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver la sangre fresca que la manchaba. Cerré los ojos y permití que ese calor cargado de odio se extendiera por mi cuerpo. El ll
CRYSTAL Sus garras volvieron a alzarse a la altura de mi corazón, así que solo cerré los ojos, esperando el dolor que acabaría con mi vida, pero fue todo lo contrario. Los volví a abrir cuando sentí sus afiladas uñas deslizarse suavemente en mi pecho, bajando con lentitud por mi abdomen. Este empezó a brillar con símbolos y círculos que desconozco, siguiendo la misma senda que él. Desde mi corazón hasta mi ombligo, esas formas se iluminaron hasta que él quitó su toque. Todavía estaba sorprendida, con mi pecho subiendo y bajando debido a la agitación, intentando comprender qué había sido todo eso. Varios aullidos resonaron a la distancia, poniendo al lobo sobre mí, tenso con toda esa bruma agitada. Golpeó el suelo con fuerza con una de sus patas, gruñendo de forma obstinada, hasta que sus ojos se encontraron nuevamente con los míos. Retrocedí en un intento inútil de huir; tal vez me dejaría con vida por haberlo salvado… —¡Ahhhh!— grité cuando el dolor desgarrador se ext