El sonido de la lluvia golpeando el techo del coche parecía ser lo único que podían oír en ese momento. El viaje hacia lo desconocido había comenzado, y con cada kilómetro que avanzaban, Agatha no podía evitar sentir que algo estaba por suceder, algo que cambiaría el curso de sus vidas para siempre.Samer condujo en silencio, su rostro impasible como siempre, pero Agatha sabía que estaba tan preocupado como ella. Habían estado dando pasos hacia un destino incierto, y aunque confiaban en sus habilidades para salir adelante, la presión seguía creciendo. La información que habían descubierto en las últimas horas era crucial, pero aún faltaba mucho por hacer.—¿Estás bien? —preguntó Agatha, rompiendo el silencio que había dominado el coche durante largo rato.Samer la miró brevemente, sus ojos aún fijos en la carretera, pero su expresión relajada mostraba que no era el momento para dejar que sus emociones se desbordaran. Aun así, Agatha percibió una ligera tensión en su postura, como si e
El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, tiñendo de tonos dorados y naranjas las paredes del refugio de Samer. Agatha se encontraba sentada frente a la mesa, observando cómo la luz se filtraba a través de las persianas, creando una atmósfera de calma que contrastaba con la tensión que se había acumulado durante días. El silencio en la habitación era pesado, cargado de expectativas, como si el aire mismo supiera que algo crucial estaba por suceder.Samer, de pie cerca de la ventana, observaba las calles vacías que se extendían más allá de la casa. Su mente no dejaba de dar vueltas al mismo pensamiento: todo podía cambiar en un solo instante. Todo lo que habían sufrido, todo lo que habían luchado, dependía ahora de lo que sucediera a continuación. ¿Serían capaces de finalmente derribar los muros que los separaban de la paz y la felicidad? O, por el contrario, ¿se desmoronaría todo lo que habían construido?—Samer —dijo Agatha, interrumpiendo sus pensamientos mientras se levantaba l
La noche se extendía sobre la ciudad como un manto oscuro, pero la tensión dentro del pequeño apartamento de Agatha era palpable. La luz tenue de la lámpara iluminaba la mesa donde yacían varios documentos dispersos, algunos de ellos confidenciales y otros simplemente incompletos, como si algo se hubiera dejado fuera de lugar. Agatha no podía evitar la sensación de que estaban al borde de algo grande, algo que cambiaría todo.Samer, de pie frente a la ventana, observaba el horizonte. Su mente, siempre calculadora y pragmática, ahora parecía estar ocupada con pensamientos que no quería compartir. Había pasado mucho tiempo desde que enfrentaron la última traición, pero aún sentía las cicatrices que dejaron las palabras no dichas y las promesas rotas.—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Agatha sin apartar los ojos de los papeles. Su voz denotaba una mezcla de incertidumbre y desafío. Sabía que cada paso que daban los acercaba a una verdad incómoda, pero la necesidad de saber era más fue
El reloj avanzaba sin piedad, y el ruido de la ciudad se desvanecía poco a poco mientras Samer y Agatha caminaban por las estrechas calles del vecindario. Cada paso parecía cargar el aire con más tensión. Sabían que el tiempo se les agotaba, y la última jugada estaba por comenzar.Agatha ajustó su abrigo mientras observaba a su alrededor con desconfianza. El lugar no parecía ser el adecuado para una confrontación, pero las circunstancias las habían llevado allí. Después de días de planificación, todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Aquello que parecía estar bajo control había dado un giro inesperado, y ahora su destino estaba en manos de aquellos que menos lo esperaban.—Samer, tenemos que estar preparados para lo peor —dijo Agatha, su voz baja, pero llena de determinación.Samer asintió, sin mirarla. El camino que habían recorrido juntos los había cambiado para siempre. Habían sobrevivido a pruebas que nadie habría imaginado, pero ahora enfrentaban algo mucho más grande.
El sol comenzaba a ocultarse detrás de los edificios, sumiendo la ciudad en una penumbra que presagiaba un giro fatal. Agatha y Samer se encontraban frente a un escritorio lleno de papeles, con la mirada fija en la pantalla del ordenador. La información que había estado acumulando durante semanas finalmente estaba al alcance de sus manos, pero había algo más, algo que no podían ignorar.—Este es el momento —dijo Samer, su tono grave y decidido. Había llegado la hora de enfrentar la verdad, de hacer que la traición saliera a la luz. No podían seguir viviendo bajo la sombra de la incertidumbre.Agatha asintió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sabía que la traición no solo los afectaba a ellos, sino a todos los que confiaban en ellos. Era una herida profunda, una que dejaría cicatrices imborrables, pero era el precio que debían pagar por la supervivencia.—Vamos a resolverlo, Samer —dijo Agatha, con la voz tensa, pero decidida—. No podemos permitir que sigan manipulándonos. Es
La brisa cálida del atardecer acariciaba el rostro de Agatha mientras caminaba junto a Samer por la playa desierta. Habían pasado semanas desde que la tormenta de conflictos y traiciones quedó atrás, y aunque las cicatrices eran profundas, ambos sentían que finalmente podían respirar en paz. La arena bajo sus pies era suave, casi terapéutica, y el sonido de las olas se entrelazaba con el latido calmado de sus corazones.—¿En qué piensas? —preguntó Samer, rompiendo el silencio mientras la observaba con una mezcla de ternura y admiración.Agatha lo miró, con una sonrisa tímida que iluminaba su rostro. Había algo en sus ojos, una chispa que reflejaba la serenidad que ambos buscaban.—Pienso en lo mucho que ha cambiado todo —dijo ella, girando para enfrentarlo—. Hace unos meses no podía imaginar que estaríamos aquí, juntos, en paz.Samer asintió, tomando sus manos con delicadeza. El viento jugaba con los mechones de su cabello, y sus dedos trazaban círculos suaves sobre la piel de Agatha,
El día amaneció con un cielo despejado, como si el universo hubiera decidido bendecir el momento que tanto esperaban. Agatha se despertó temprano, sintiendo cómo la emoción y los nervios se entrelazaban en su pecho. Desde la ventana de la suite del hotel, podía ver el océano extendiéndose hacia el horizonte, un reflejo perfecto de la paz que anhelaba para su vida junto a Samer.El equipo de estilistas ya estaba en marcha, acomodando su cabello en un moño elegante adornado con pequeñas flores blancas. Su vestido colgaba cerca de ella, un diseño sencillo pero impecable, con encajes delicados que parecían haber sido hechos a mano por las estrellas.—Hoy es tu día, Agatha —dijo Emma, su amiga más cercana, con una sonrisa radiante mientras ajustaba el velo.Agatha respondió con una risa nerviosa.—No puedo creer que haya llegado. Todo esto parece un sueño.Mientras tanto, en otra parte del mismo hotel, Samer terminaba de ajustarse los gemelos de su camisa. Su traje negro a medida resaltaba
Cinco años habían pasado desde aquellos días tumultuosos llenos de incertidumbre y peligro. El sol de Dubái brillaba con fuerza, bañando la lujosa mansión de Samer y Agatha con una luz cálida y apacible. La vida que ambos habían construido estaba llena de amor, risas y una paz que habían luchado tanto por alcanzar.En el espacioso dormitorio principal, Agatha, con su prominente vientre redondeado, descansaba en la cama adornada con suaves cojines. Sus ojos brillaban de emoción mientras acariciaba su vientre con delicadeza. Samer entró en la habitación con una taza de té de hierbas en la mano y una sonrisa que nunca dejaba de derretir el corazón de Agatha.—Aquí tienes, mi amor —dijo mientras le entregaba la taza y se inclinaba para besarla en la frente—. ¿Cómo te sientes?—Ansiosa, pero feliz —respondió ella con una sonrisa—. No puedo creer que hoy sea el día. Después de todo este tiempo, finalmente vamos a conocer a nuestros bebés.Samer tomó asiento junto a ella, dejando que su mano