Laura había trabajado para la Familia Ramírez desde joven y, ahora, cuidaba de Valeria. Era una mujer ya de avanzada edad, con más de la mitad de su cabello tornándose blanco y arrugas marcadas en las esquinas de sus ojos.Parecía que ya tenía un pie en la tumba.Valeria solía abrazar a Laura y llorar en sus brazos cuando era más joven, comportándose de manera cariñosa con ella. Esta era la segunda vez que Laura lloraba frente a ella.Sin embargo, Valeria no mostraba emoción alguna; su mirada permanecía distante y fría.Valeria se agachó frente a Laura y con una servilleta secó las lágrimas que escurrían de sus ojos, dijo: —Laura, desde que mi mamá se fue, tú la seguiste. Hasta ahora, sigues llamándome «señorita» y te consideras parte de la familia Ramírez. Aseguras que nunca quisiste lastimarme, pero me atacaste en dos ocasiones.Al escuchar esto, Laura tembló. Sus labios se movieron como buscando palabras: —Señorita...—Si realmente no quisieras lastimarme, cuando alguien te amenazar
Valeria sintió cómo se le apretaba la muñeca, impidiéndole continuar con su intento de romper el violín.—Este fue un regalo de cumpleaños de mi padre, pero él ya no está —Valeria apartó un mechón de cabello de su mejilla con su otra mano, su expresión era serena—, tenerlo solo me trae recuerdos dolorosos.Mauricio apretó más fuerte su mano y la cuestionó: —Si te duele tenerlo cerca, ¿por qué lo compraste de vuelta de Sergio?—Quería darte una sorpresa al traer este violín de regreso —respondió Valeria con una ligera sonrisa, sin mostrar tristeza ni alegría—, pero ahora, ya no lo necesito.Mauricio parecía percibir un doble sentido en sus palabras, sintiendo un creciente nerviosismo y miedo que nunca había experimentado antes.Era como si lo que tenía firmemente en sus manos estuviera a punto de escapar entre sus dedos.Cuando Valeria intentó soltarse, Mauricio, casi instintivamente, se aferró aún más fuerte y tomó el violín de sus manos, dijo: —No lo rompas, podrías lastimarte. Yo me
Le llevó mucho esfuerzo a Mauricio controlar su respiración. Acomodó la ropa de Valeria, la cubrió con la manta y cerró las cortinas con el control remoto.—Duerme un poco —dijo el hombre con voz ronca—. Despertaré cuando sea hora de almorzar.Valeria murmuró un asentimiento y se acurrucó bajo las sábanas.Después de salir de la habitación y cerrar la puerta, Mauricio llamó a Adrián: —Ven a la Mansión Serenidad ahora mismo.Se sentía sofocado, como si no pudiera respirar.Al llegar a la sala de estar, vio una cajetilla de cigarrillos sobre la mesa y sacó uno para fumar.Después de que Sebastián huyera con Valeria, Mauricio no se quedó sin hacer nada. Gran parte de su tiempo lo pasó enfrentándose a periodistas y a los tíos de la Familia Soler. Delegó la tarea de buscar a Valeria en Adrián.Después de que consiguió que la policía retirara los cargos contra Valeria, todas las pertenencias de ella también fueron devueltas.Eran el teléfono y el bolso de Valeria que se quedaron en la Mansió
—La empleada comentó que estaba ocupada en el primer piso. Señora Irene bajó a buscarla, mencionando que desde el estudio se escuchaba a doña Rosalía con un tono bastante enojado. Temía que doña Rosalía, con su salud delicada, se sintiera mal por el enojo y le pidió que llamara a la comisaría y al hospital. En cuanto a esas noticias, fue la misma señora Irene quien las hizo circular.—Inicialmente, la noticia sobre la repentina muerte de doña Rosalía no se había difundido mucho. El área de relaciones públicas podría haber distraído a los periodistas con otra información, pero al enterarse el hermano de señora Irene, él mismo se encargó de exponer el asunto a los medios. También fue el hermano de señora Irene quien llamó a la Familia Soler para informarles...Al decir todo esto, Mauricio había estado inclinado, fumando, con una expresión ausente en su rostro.Su calma era tan intensa que resultaba aún más inquietante.Mauricio preguntó con voz serena: —¿Quién ha estado acosando sin desc
—¿Mi tío realmente cree que no sé lo que está planeando? —se burló Mauricio mientras encendía otro cigarro.El humo blanco ocultó la mirada sombría y enigmática del hombre.La sala permaneció en silencio por un buen rato. Finalmente, Mauricio intervino con indiferencia —Haz lo que mi tío Ignacio te pida, esparce esas noticias por ahí, quiero que todas las Familias de Vientoluz estén al tanto.Adrián miró a Mauricio con sorpresa, intentando encontrar las palabras adecuadas.—Los doctores dijeron que Valeria esperaba gemelos, ya estaban formados —mencionó Mauricio, bajando la mirada. Un destello le cruzó la mente, evocando la imagen del sangrado intenso entre las piernas de Valeria.Su mano temblaba, y el cigarrillo que sostenía cayó sobre la mesa. Cerró los ojos por un instante, recogió el cigarrillo y lo depositó en el cenicero.Con voz rasposa, continuó: —Adrián, en unos meses cumpliré treinta y tres. Esta es la primera vez que iba a ser padre, pero desde que supe hasta que lo perdí,
Valeria tomó otro puñado de higos y dijo: —Hace un momento, cuando charlaba con Sergio, me preguntó qué quería comer. Dijo que había pedido comida a domicilio, debería llegar en cualquier momento.Al oír esto, la mirada de Mauricio se endureció y un atisbo de molestia se reflejó en sus ojos.En ese instante, sonó el timbre.—Debe ser la comida —dijo Valeria, intentando levantarse. Sin embargo, Mauricio la detuvo con una mano en su hombro, insistiendo en que se quedara sentada mientras él iba a abrir la puerta.Al abrir, se encontró con el mismo repartidor de la comida del mediodía.Con ambas manos cargadas, el repartidor se apresuró a decir: —Señor Soler, aquí tiene su pedido...—Eso no lo pedí yo —interrumpió Mauricio, con voz fría y cortante—. Hazte cargo tú.La recepcionista se quedó desconcertada un instante. Y en ese breve momento de vacilación, la puerta ya se había cerrado tras él.Sacó la dirección del paquete y la revisó varias veces, estaba segura de que ese era el domicilio
No pasó ni media hora después de que Mauricio se fuera, cuando Valeria emergió del cuarto principal.Llevaba una blusa blanca de mangas cortas y jeans, sus piernas largas y esbeltas eran un contraste impresionante. Estaba recogiendo su cabello con una liga.Se la veía mucho mejor en comparación al día anterior.Sus ojos reflejaban una sonrisa sutil, pareciendo más vivaz y animada.Isabella, que no esperaba verla tan pronto, chocó accidentalmente con ella. Sorprendida, bajó la cabeza rápidamente y saludó: —Señora, buenos días.Después de recoger su cabello en una coleta baja, Valeria entró al comedor, tomó asiento y con una sonrisa inquirió: —¿Qué hay de desayuno?—Hay atole y agua de horchata, que sé que te encantan, y también preparé unos tamales —respondió la empleada.—Optaré por el atole —dijo Valeria.Isabella asintió y se dirigió a la cocina. En poco tiempo, volvió con una taza de atole caliente y unos tamales humeantes. Valeria le agradeció.Mientras Valeria saboreaba su tamal,
Valeria, al escuchar, dibujó una sonrisa en sus labios, dijo: —Irene es una violinista reconocida mundialmente. Este violín es muy valioso para ella, pensé que estarías negociando con ella al menos media hora.—A ella le aterra que Mauricio se entere —dijo Sergio mientras observaba la expresión de Valeria—. Le importa mucho Mauricio.Con una sonrisa aún más radiante, Valeria contestó: —Sí, también lo noté.Sergio y Valeria habían crecido juntos, por lo que él podía leer en su mirada lo que ella estaba pensando.Las dudas que tenía Sergio se disiparon y su ánimo mejoró notablemente.Abrió la puerta del coche, con una voz grave dijo: —Val, te llevaré a conocer a alguien que estoy seguro querrás ver.—Está bien —respondió Valeria mientras subía al coche con su violín.No sabía a quién iba a conocer y tampoco preguntó. Parecía confiar plenamente en Sergio y dejaba que él decidiera.Esa confianza hizo que Sergio sintiera un calor en su pecho.Si Valeria pudiera seguir confiando en él como e