Aquel solitario café era tal cual lo recordaba de sus tiempos de estudiante. Apenas con un alma alrededor a esas horas, y que solía atiborrarse de estudiantes hambrientos en las horas de descanso. Esperaba a aquella chica de sus sueños, la misma que le había pedido encarecidamente el ayudarle con alguna cuestión que le era ya completamente desconocida y que le hacía preguntarse que era lo que estaba haciendo allí. Elric Harrison era un hombre serio, bastante apuesto en sus 1.80 de piel morena clara y unos impresionantes ojos verdes que resaltaban aún más debido a su cabello negro. Las meseras del lugar cuchicheaban entre si, mirándolo sin ningún recato alguno, cosa que, cómo siempre, lograba incomodarlo. Elric se consideraba un hombre apuesto, lo era en realidad, pero aquello no podía importarle menos. Era de carácter frío, analítico en exceso y con sus prioridades siempre en primer lugar. Sin embargo, no podía evitar dejar todo de lado por Rhaena, su amiga de infancia y la primer
La luz del amanecer les molestaba un poco a sus ojos cansados; era lógico, no había dormido más que un par de horas en un motel de paso antes de llegar a su destino, sin embargo, finalmente llegaba a Aquel lugar; había decidido tomar la carretera y no un avión porque necesitaba algo de tiempo para analizar la situación y terminar de asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo lo que habia hablado con Rhaena, le habia provocado trementa jaqueca y ahora mismo tenia que acudir a una junta importante antes de ver que era lo que haria con esa chica que sabia bien como meterse en problemas. Aun no podia creer que se habia casado por contrato, y de alguna manera habia terminado enredada con ese hombre al grado de estar esperando a un hijo de este, Anthony Crawford, el importante heredero, ahora le parecia una persona demasiado despreciable. La ciudad parecía casi desierta a esas horas de la mañana; era de esperarse, aquel lugar solía ser una ciudad muy viva pero solo de noche, por ello no gusta
– Esta casi hecho, aunque sigo pensando en que esto es una completa locura, cuando ella muera, y solo para que te des por enterada, tendremos que ser tú y yo quienes asumamos la custodia de esa niña – respondió con frialdad Elric. – Eso ya lo suponía, pero, ¿Cómo haremos con ello? No somos ni seremos nunca una pareja, diablos, ni siquiera me agradas – respondió la mujer con demasiada sinceridad. Elric casi quiso reír ante esa estúpida interrogante. – Tendremos que fingir obviamente, mi mentora ha conseguido que esta tontería sea posible, aunque lógicamente rayando casi en lo ilegal, así que por mínimo deveras soportarme un tiempo hasta que la niña pueda valerse ella sola, además, solo será para ir a sacarla del internado que Young eligió para ella – dijo Elric saliendo de su Maseratti A6 GCS Berlinetta. La mujer no le respondió durante un momento como si estuviese repensando las cosas. – Esta bien, envíame los detalles a mi correo y cuando debo presentarme a firmar, supongo que l
El sonido de la vibración de su celular, distrajo sus pensamientos. Era ella, su amada Rhaena, su única debilidad y lo único que quería tener consigo para siempre. Mirando la pantalla, leía con una ansiedad no demostrada, cada palabra escrita por ella. “Me encuentro bien, perdona por tardar en responderte, estuve ocupada buscando un nuevo trabajo, no te preocupes, lo he encontrado, no es necesario que me dejes dinero, no quiero molestarte y no lo necesito, gracias por todo Elric” Sus ojos de lluvia releyeron ese mensaje un par de veces más, en verdad, odiaba que fuese tan terca, su situación no era la mejor, aun cuando tenía una cuantiosa suma de dinero en su cuenta debido a ese absurdo acuerdo matrimonial, lo mejor para ella era no tocar nada de ese dinero para que aquello no terminara afectándola, además, estaba sola, embarazada, despreciada por su madre y escapando del acoso de Alexia D´Angelis quien no tendría ningún reparo en destruirla por haber tomado a su prometido, sin emba
Rhaena había decidido tener a su hijo, y Anthony, había decidido informar esa misma tarde a sus padres. Aquel acuerdo matrimonial que habían firmado, se le había salido de las manos, eso era un hecho, sin embargo, aquello no le molestaba en lo mas mínimo.Una vez mas esa mañana, Rhaena había ido a ver a su amigo abogado, lo invitaría a cenar esa noche para presentarlos. Algo de ello no le daba buena espina a Anthony, sin embargo, la dejaría ser.– No te caerá mal comer algo diferente, traje ternera y pasta, según recuerdo, realmente te encantaba comer ambos cuando aún eras una mocosa – dijo el apuesto abogado recordando a la pequeña Rhaena completamente sucia con salsa de tomate y celebrando comer exactamente lo que había comprado. Ese día la había invitado al departamento de su madre para hablarle sobre lo siguiente que tenían que hacer en contra de Alexia.Rhaena sonrió. – Es verdad, realmente amaba comer eso cuando era pequeña – dijo la joven con melancolía recordando los buenos ti
Por ahora pausamos la historia de Rhaena para dar paso a una alternativa dentro del mismo universo que se unira a la de nuestros protagonistas.Encendió un cigarrillo. Era uno de los vicios que se le habían pegado desde que abandonó su faceta de buena persona, y decidió vivir alejado de todo lo que una vez amo. La habitación estaba a oscuras. La cama desordenada, era el mudo testigo de lo que había pasado hace instantes… sólo sexo… banal, sin sentido, pero buen sexo al fin. Era la rutina: llegar, saludar, coger, y largarse de ese asfixiante lugar. Para él, ella no se merecía más, y ella no se quejaba de ese trato. Se encontraba solo en esa habitación que odiaba… y como cada vez que esa mujer abandonaba la cama y se metía al baño, aunque trataba con todas sus fuerzas de que no ocurriera, él se acordaba de la otra, la que con su indiferencia le rompió el corazón, y se preguntaba cómo sería hacerle el amor. Suspiró. Y una llamarada de ira se apoderó de su pensamiento, imaginando que el m
Carlisle cerró el diario súbitamente y con rabia. No estaba en sus planes seguir saliendo en primera plana y menos con una noticia como esa. “¿Qué diablos les importa que hago con mi dinero?” “Como si fuera importante que comprara una estúpida revista” “Malditos infelices…. Cuando descubra al que dijo la cantidad de estupideces…” Tiraba el diario con vehemencia a un basurero, cuando David Beckett entraba tranquilamente por la puerta de su oficina. Carlisle lo miró, y sin decirle buenos días, lo increpó duramente.—No harás nada referido a los negocios hoy ¿entendiste? — golpeó la mesa. — Quiero que te dediques exclusivamente a descubrir quien mierda habló sobre cuánto dinero tengo… — bufó. — “fuentes confiables…” Te aseguro que el muy desgraciado no quedaría vivo si lo tuviera en frente.—Veo que has leído el diario hoy…— dijo David tranquilo sentándose en una cómoda butaca. — Ni siquiera me has saludado. Carlisle, no puedes controlar ese temperamento que tienes?—¿Ese temperamento? —
Los Rose estaban devastados cuando llegaron a la cocina de aquella casa que una vez fue la más alegre, luego de su visita a los Moore. Eleanor era la más afectada. Parecía que un desalmado le hubiera dado con un palo en la cabeza. Estaba aturdida y no escuchaba a sus hermanos. Como un animal de costumbres, puso la tetera al fuego para tomar un té. Perdida en su mundo interior, trataba de buscar la forma de encontrar tanta cantidad de dinero, pero no podía encontrarla, no había una manera posible de reunir ese dinero en poco tiempo…ni siquiera en un año entero trabajando todos.Una mano femenina pasó por delante de su cara y la hizo volver a la realidad. Farrah, la miraba preocupada. Había visto una esperanzada Eleanor, ir a la casa de su amigo, y ahora la rubia estaba como dos metros bajo tierra, de lo decaída que se mostraba. Farrah le apoyó una mano en el hombro y le sonrió. Ella sólo la miró, no entendiendo el gesto de su amiga. Farrah, hizo una mueca parecida a una sonrisa y fue h