El barco zarpó, llevándose consigo desde mis inquietudes hasta mis inseguridades, me sentí tan en paz conmigo mismo que deseaba sentirme así de por vida. Una cosa era segura, ya no le tenía miedo a nada. En medio de saber que tenía mis días contados, me sentí feliz y a gusto conmigo mismo por todo lo que conseguí con mi propio esfuerzo y tenacidad.
Nunca supe que cargaría con tan gran responsabilidad como la de gobernar una nación, pero ahora que lo sabía, era mi deber para conmigo mismo y para con los demás, cumplir con mi destino. Me despedí de aquel barco, que me arrancó hasta la suciedad del alma y de los pensamientos. Al menos me había regresado la inmensa esperanza de ayudar a todos a mi alrededor ahora que tenía la oportunidad. Respiré una vez más, para llenarme del coraje que casi veía perdido. Me volteé y miEntré a la casa y parecía estar totalmente desolada. No miré a nadie, ninguno de los trabajadores estaba en el interior ni en los alrededores.–Papá, Clara –dije al entrar–.No obtuve respuesta. Todo en el interior estaba a oscuras. Me dirigí hacia la habitación, esperando encontrar a alguien, la puerta estaba entre abierta y un pequeño rayo de luz, hacía de reflejo en el pasillo. Abrí la puerta de la habitación y encontré a mi padre, tendido en el suelo, boca abajo. Desangrado y sin moverse. Me lancé al suelo sin revisar la habitación, tomé a mi padre entre mis brazos y le di la vuelta.–Papá –Dije– intentando contener las lágrimas que mis ojos y los nervios no pudieron evitar. No respondió. Seguí insistiendo, tocando su rostro esperando que dijera algo. Su respiración era muy leve. Revis&
La actitud de Damián era muy extraña, le veía sonriendo y despreocupado, como si tuviera todo resulto. Comparado con el Damián que conocía, esa actitud era de otra persona. Realmente sentía que no lo conocía. Estuve pensando mucho durante todo el camino hasta la residencia en la que se encontraba viviendo Damián. No hice ninguna objeción sobre su decisión de llevarme a aquel lugar, quería saber lo que estaba sucediendo y cuando Damián se volvió tan poderoso en la ciudad que yo creía controlar. –No sabía que tenías tanto poder en la ciudad– dije–. –Bueno, las cosas cambian cuando uno menos lo espera –. –Es asombroso ver que te has instalado bien en tan poco tiempo–.–Han pasado muchas cosas desde que tú has estado ausente por tus sentimientos. Realmente te has vuelto demasiado débil, jamás te había visto tan dejado–. –Solo quiero evitar problemas, creo que ya no es tan necesario pelear tanto–.Damián me quedó viendo fijamente con esa sonrisa tan malévola que siempre mostraba cuando
La historia de Damián, me llevó a recordar el día en que perdí a Elena, según su versión, la persona que había dado la instrucción de asesinarla había sido nada menos que Clara. Mi querida hermana. Cuando lo escuché no lo pude creer, quería golpearlo hasta sacarle la verdad, pero los demás detalles que Damián brindó acerca de las razones que Clara pudo tener para hacerlo, me llenaron la mente de duda. Una parte de mí no quería creerlo, pero la otra me quería hacer pensar que él tenía razón.–Lamento mucho que tengas que enterarte de todo esto, jamás las personas han sido lo que esperas, pero realmente, nadie puede ver a las personas tal y como son, a menos que decidas pagar el precio de conocer la verdad –.–Es algo que no puedo creer –.–Lo sé, tampoco lo creí a la primera&
Clara seguía moviéndose de un lado a otro en la habitación. Jamás la había visto en ese estado. Se miraba un poco triste y a la vez muy decidida. Yo me encontraba tranquilo y a la espera de la decisión que ella tomara.–Sabes que siempre te vi como ese hermano, tan cariñoso y protector. Sentí en muchas ocasiones que necesitabas cariño y atención de mis padres, porque siempre cuando estuve con mi incapacidad de la vista. Ellos me daban más atención de la que necesitaba, eventualmente comencé a extrañar toda la atención que ellos me daban cuando finalmente pude ver. ¿Quién iba a decir que uno de mis mayores deseos se volvería en uno de mis más grandes fracasos? Fue realmente duro perder la atención de mis padres y peor aún, la tuya–.Clara me quedó viendo esperando que le diera un par de palabras de consuelo, pero realmente no tenía intenciones de hacerlo. Simplemente me quedé viendo el paisaje a través de la ventana con la que disponía la habitación del hospital. En medio de aquel tran
Habían pasado 2 días más y Sofía y Jamilet no daban ninguna señal. No podía evitar sentirme preocupado por ellas. La angustia en mi pecho comenzaba a crecer constantemente y más al recordar que ahora tenía un enemigo que posiblemente había transformado todo su amor en odio. Clara podía ser la persona más dulce si así lo deseaba, pero igual podía ser la persona más despiadada de quererlo. Las enfermeras me habían dado el alta y Francisco había llegado a recogerme, se había empeñado en hacer de mi guarda espaldas mientras la sociedad daba el siguiente paso a la fase 3. Una camioneta se nos atravesó cuando nos dirigíamos camino a mi casa y supe que se trataba de Damián. Nos siguió muy de cerca todo el camino. –No entiendo que has venido a hacer aquí, te has vuelto tan idiota que todo mundo sabe tu rutina –comentó Damián en un tono de molestia–. –Cállate, no es necesario que le hables así– interrumpió Francisco–. –No te atrevas a tocarme de nuevo, mugriento –dijo Damián mientras levan
Damián y Francisco se encargaron de buscar a Jamilet, según lo que cuentan, la encontraron en un camino poco poblado y con una suciedad que limpiarlo sería una ofensa a los utensilios. Logré verla después de que ellos la limpiaran y le detuvieran el sangrado. Decidieron llevarla a una de las casas seguras de Damián, a la que también decidieron llevarme a mí. Por cuestiones de seguridad, debía estar lo más alejado posible de la ciudad. Verla tendida en la cama me hizo recordar la vez en que vi a Elena morir en mis brazos. Su cuerpo frío y su color pálido, me hicieron revivir ese momento. Me acerqué a ella y sus manos estaban heladas. Me senté en una silla junto a su cama y posé mi frente en su mano. Sentí como el calor de mis lágrimas comenzaba a deslizarse desde mis ojos hasta mi mentón. No podía decir nada, tan solo me quedé llorando, quizás mantenía la esperanza que mis lágrimas mejoraran su estado. –Teo –hemos encontrado al responsable– comentó Francisco–.Le di un beso a la mano
Recordar ese momento en que me hice la pregunta sobre si realmente amaba a Elena fue lo peor de ese momento, si quería torturarme esa era la mejor forma de hacerlo. Ese día reflexioné mucho sobre mis sentimientos por Elena, quería decir que sí la amaba con todo mi corazón y que haría cualquier cosa por ella, pero mi subconsciente sin dudarlo salía a defender su honor y me hacía preguntarme, ¿Porqué no enfrentas a tu familia?Dejé a un lado el tema de Elena y recordé lo primero que Damián me había dicho sobre Jamilet. –Es el tipo de mujer que quiero en mi vida, alguien decidida y sin miedo a tomar decisiones. Me encanta esa mujer–.–Ya lo creo. ¿Estás seguro de que podrías tener algo con ella? Es decir, no lo pregunto por ti, sino por ella–. –Lo intentaría de igual manera–.–Sí que estás enamorado–. –Es uno de los mejores sentimientos Teo, deberías de experimentarlo–.–¡Paso! eso del romanticismo te lo dejo a ti–.Damián siempre fue muy dedicado a cada uno de sus objetivos y alejado
–Mira estúpido, no tengo el deber absoluto de obedecerte o quedarme a esperar que me insultes como quieras, así que cuida tus palabras–dijo Francisco. –Francisco, no te he ofendido de ninguna manera y si lo que quieres es pelear, te sugiero que busques a otra persona, porque no tengo intención alguna de pelear con nadie. Agradece que te dejo pasar esto por el estado en que te encuentras, vete a dormir y olvidaré lo sucedido–dije–.Comencé a caminar. –No me dejes hablando solo infeliz–dijo Francisco, tomándome del brazo–.–Guarda tus palabras y tus acciones Francisco, no quiero iniciar una pelea contigo–.–No se trata de lo que quiera el niño bonito. ¿Cuándo podremos tomar decisiones por nuestra cuenta? Siempre debemos estar a la disposición de lo que esa absurda corte de protectores decida, no me parece para nada justo, ¡Es una estupidez! –Entonces renuncia, aquí nadie está obligado a quedarse o protegerme, si ustedes lo han hecho es por que han querido, yo ni siquiera sabía una mi