Amelia subió de nuevo a su apartamento y tomó las llaves y el bolso. Buscó un abrigo y tomó el primero que encontró. Al salir a la calle, detuvo un taxi y le dio la dirección de Zack.
Necesitaba su propio auto urgente, pero todavía no ganaba lo suficiente como para eso, y ella estaba ahorrando, pero para su primer apartamento.
Se sentó en el asiento trasero deseando poder ir más rápido. No podía dejar pasar las horas sin arreglar esto. Encima, tenía un ave de rapiña rondando a su novio, alguien que podía, sin pensárselo dos veces, hacerles mucho, mucho daño. No. De ninguna manera iba a perder a Zack.
Cuando llegó al edificio, justo empezó a lloviznar, y ella no había traído un paraguas consigo, y cuando introdujo la llave, esta no entró siquiera. ¿Qué había pasado? ¿Habían cambiado l
—Haz lo que quieras —le dijo, y Amelia se envolvió en la toalla sin mirarlo—. De todos modos, va a ser como si no estuvieras aquí. No te echo porque llueve, y me faltan tripas para aventarte afuera. Pero no me provoques más, Amelia; en este momento estoy tan enojado contigo que lo que menos quiero es verte —sin añadir nada más, Zack se dio la media vuelta y tomó el teléfono para llamar a alguien.Pizza, él estaba pidiendo pizza.Se quedó allí, de pie aún, envuelta en la toalla, con sus últimas palabras rebotando en su mente. Ciertamente, se notaba que no quería ni verla. La había tenido desnuda y dispuesta delante de sus ojos, y había sido como si mirara un mueble.Y eso nunca antes había pasado. Los ojos siempre le brillaban, y acto seguido la pegaba a su cuerpo para sentirla.Dijiste que aceptarías su ira; ah&iac
Cuando Zack volvió, encontró su apartamento más organizado y limpio. Sólo habían sido unos minutos, pero su novia era una obsesa de la limpieza.Su novia.Estaban enojados, y él había dicho que la dejaría, pero en su mente seguía siendo su novia. Pensó en el anillo que ya tenía visto para dárselo. Había pensado proponerse esta navidad.El corazón le dolió un poco.Sacó de la bolsa las cosas que había traído para desayunar y Amelia no tuvo ningún reparo en ponerse a preparar. Batió un par de huevos, exprimió naranjas mientras él hacía el café, y en menos de nada tuvo al frente un desayuno bien cargado de proteínas.—Pregúntame —le pidió ella sentándose a su lado en las butacas de la barra de su pequeña cocina.—Qué &md
—No te dejaría por nada que tenga que ver con el pasado —le dijo él casi en el oído, apretándola fuertemente luego de que ella hubo llorado durante lo que pareció ser horas—. Tus decisiones pasadas, tus desaciertos… eso no me importa. Lo que me interesa es tu presente, las decisiones que tomas ahora, lo que me revelas y lo que me ocultas.—No volveré a ocultarte nada. Lo juro. Todo… todo te lo diré…—Y por favor, ya no tengas miedo. Necesito que creas en la fortaleza de lo que hemos construido. Esta relación será resistente a todo, Amelia, menos a la desconfianza y las mentiras, ellas son las únicas que podrían socavarla, así que no tengas miedo de revelarme todo.—Ya no hay más que revelar. Y no volveré a tener miedo, lo juro —él la miró un momento, y al cabo, sonrió, como si al fin
Noviembre pasó, pero no las lluvias, y las temperaturas empezaron a descender. Denise ya le había dicho a Amelia y a Zack que los esperaban esa navidad, y Amelia se vio entonces en una disyuntiva. Tendría que elegir entre pasar esa fecha con sus padres o sus suegros.Seguro que a Mary y a Elvis no les gustaría que no estuviera con ellos, sobre todo, porque estaba soltera, y era su deber como hija.—Entonces, pasas un rato con ellos, y otro rato con nosotros —Amelia lo miró de reojo por esa solución. Él sólo se echó a reír.Vivian entró a una joyería, lugar al que Zack acababa de entrar.Casi siempre sabía dónde estaba él. Si salía, si volvía, si estaba con la insoportable de su novia, si viajaba…Ahora, había sido ella misma quien lo siguiera, y al verlo entrar aquí, sint
—Amelia… —la llamó Elvis al final de la cena de navidad, cuando ya todos se iban a sus casas, o a sus habitaciones para dormir—. Nosotros nos vamos a casa —le dijo—. No trasnoches demasiado—. Amelia sonrió asintiendo. Por primera vez no le estaban poniendo una hora para llegar, ni siquiera le estaban ordenando que fuera a dormir a casa. Casi le estaban dando permiso para pasar la noche fuera.—Eso es un avance —le dijo Zack mirándolos partir. Amelia se echó a reír.—Tendrás que llevarme luego a casa… o… ¿me haces un espacio en tu habitación? —Zack rio también.—Ya veremos.—Cariño, ven y te digo dónde está la habitación de Zack —la llamó Denise rato después, y Amelia fue con ella.—Tal vez deba irme a mi casa.—¿Bajo esta
A la mañana siguiente, Amelia despertó sola en su cama. Se asomó por la ventana de la habitación de Zack, que daba al jardín, y vio a su ahora prometido jugando con Damien en el patio. Había un tablero de básquetbol, y se turnaban el balón para hacer lanzamientos. Y conversaban, notó ella.Nunca los había visto llevarse tan bien, y era agradable verlos así.Una fina llovizna caía sobre ellos, y vio a Zack estornudar, así que se asomó y desde la ventana le advirtió que se resfriaría si no se cuidaba. Zack la ignoró olímpicamente y siguió jugando.Llamó a sus padres asegurándoles que había dormido junto a Catherine en su habitación. No supo si le creyeron, pero no hicieron demasiadas preguntas. Desayunó junto a Denise y Chloe, y luego subió de nuevo para darse una ducha.
Amelia abrió sus ojos ya en la clínica.Se sentía pesada, tonta, con la visión borrosa. Intentó moverse, pero algo se lo impidió. Tenía suero conectado en un brazo, y sangre en el otro. Le dolía levemente la pierna, y se miró. La tenía vendada, pero no había señales de yeso, ni nada. A su lado estaba Penny, y ella extendió su mano a ella.—Zack… —fue lo primero que preguntó. Penny le apretó con suavidad los dedos.—Tienes que tranquilizarte.—No, no… —lloró Amelia—. Dime cómo está Zack. Por favor… —Penny se acercó a ella y le acarició la frente echando atrás sus cabellos.—Él… sigue vivo.—Oh, Dios, gracias. Gracias…—Tienes que recuperarte, Amelia. Perdiste mucha sangre, y vas a necesitar&
—¿Dónde estás? —lloraba Amelia—. ¿Dónde estás, anciana? Justo ahora que más te necesito. ¿Dónde estás? ¿Para esto tanta magia y tanto revuelo? ¿Para traerme aquí, donde pierdo el amor? No quiero, no quiero esto. No lo soporto. Duele demasiado.Se dejó invadir por los sollozos, y el miedo que la atenazaba le robaba la energía, así que sólo le quedaba llorar. Se sentía cayendo cada vez más rápido en un pozo oscuro y sin fondo; cada minuto que pasaba sin que él abriera sus ojos era un minuto en el que más se acercaba la muerte, y ella lo abrazaba rodeando los anchos hombros con sus brazos como si así pudiera protegerlo de todo mal, como si con su mera fuerza de voluntad pudiera hacerle frente a un ser que nada temía.—Ven aquí y respóndeme. Por favor &mdas