5

La cena transcurre y a duras penas puedo comer lo que me sirven debido a que hay una tensión que surgió no sé de adonde.

—¿Qué pasa amor? —Bratt toma mi mano— Estás muy callada. Me doy una cachetada mental e intento volver a la realidad.

—Estoy un poco cansada.

Me surgen las ganas de volver a mirarlo.

—Llegó hoy de Phoenix, es un viaje largo —comenta Bratt.

—Mi suegro es muy amigo de tu padre —dice Sabrina acariciando el brazo de su esposo.

—Ya lo sabía, Bratt me lo comentó.

Su marido me mira y el corazón se me quiere salir.

—Si no les importa —me levanto— Iré al baño a retocar mi maquillaje.

—Estás perfecta, no tienes que retocar nada —sonríe Bratt.

—No tardo.

Tres pares de ojos me observan mientras me levanto, en este tipo de situaciones odio ser el foco de atención. Camino hacia el baño con miedo a caerme de mis tacones.

No puedo creer que caminé sobre azoteas de edificios de cuarenta pisos y hoy tema a caerme de mis zapatos.

El baño está vacío, entro a uno de los cubículos y bajo la tapa del retrete. Me siento respirando hondo ya que mi cerebro no recibe el oxígeno suficiente.

«El hombre es atractivo, sumamente atractivo ». ¡pero no debo comportarme como estúpida! me repito.

Trato de poner mis pensamientos en orden antes de salir. Me siento como una adolescente con las hormonas alborotadas. «Es solo una primera impresión, el hombre está como Dios manda y es normal que cause tales efectos».

Me contemplo frente al espejo, hay un par de chicas retocando su maquillaje. El mío está intacto así que solo aliso mi vestido y salgo de nuevo al vestíbulo.

Bratt está pagando la cuenta mientras Sabrina está colgada del brazo de su esposo. Agradezco que haya concluido la cena y nos marchemos de inmediato.

Me acerco dejando que el mayordomo me coloque el abrigo.

—Debemos hacer esto más seguido —comenta Sabrina mientras salimos del restaurante.

Ruego a Dios que Bratt no le haga caso, no me creo capaz de soportar otro momento como éste.

La brisa me congela los huesos y me aferro al brazo de mi novio en busca de calor. El valet parking le entrega la llave del Mercedes, me abre la puerta para que entre, intento hacerle caso, pero Bratt me sujeta para que me despida de Sabrina.

No me va bien ser hipócrita, pero trato de ser educada.

—Disfruté de su compañía —le digo antes de despedirme con un beso en la mejilla— Un gusto conocerlo coronel.

No me atrevo acercarme, así que solo le hago un gesto con la cabeza que él responde de la misma manera.

Espero en el auto mientras Bratt se despide, saco el móvil e intento distraerme, pero el magnetismo es demasiado, no contengo las ganas y concentro los ojos contemplando lo atractivo que es. Nunca había visto un hombre así, eso es raro ya que trabajo en una central llena de hombres bellos y fornidos. Somos agentes secretos, se supone que nuestro físico debe causar empatía.

Surgen preguntas sobre el motivo de no haberlo visto en fotos, apenas caigo en cuenta que la única imagen que llegué a ver de él, es una pequeña fotografía sobre una fiesta de disfraces, para colmo, ni siquiera se le veía la cara.

Tenso los muslos cuando se pasa las manos por el cabello mientras se humedece los labios con la lengua.

«¡Basta!» Me regaño.

Dejo de mirarlo, es el mejor amigo de mi novio, no puedo estar viéndolo como si fuera la octava maravilla del mundo.

—¿Qué tal la pasaste? —me pregunta Bratt cuando abre la puerta.

—Casi muero de hambre, pero disfruté la cena.

—Nos explicó el motivo de su tardanza —enciende el motor— No te lleves una mala impresión de él.

«La única impresión que tengo es que es el hombre más atractivo que he visto en mi vida»

—No tengo ninguna mala impresión de nadie, la velada no estuvo mal, además, Sabrina no fue tan detestable, eso es algo que debo recalcar en mi diario.

Me besa la mano sin apartar la vista de la carretera.

—Tengo la esperanza de que algún día dejes de odiarlos.

Me apena que diga eso. Sabrina es la niña de sus ojos, durante años ha tenido que lidiar con las constantes peleas que se desatan entre las dos.

—No los odio.

—Sé que sí, no es necesario que me mientas.

—Aunque Sabrina se comporte como una arpía no la odio, por el simple hecho de que es la hermana del hombre que amo —le beso la mejilla— Y a Christopher no lo conozco lo suficiente como para odiarlo pero dudo que pueda hacerlo. No puedo despreciar lo que es importante para ti.

—Siempre haces que te ame más — me sonríe.

—Lo sé, te tengo locamente enamorado —me quito el cinturón, comienzo a repartir besos por su cuello— Ve más rápido —susurro en su oído— Pasé un mes sin ti y mi cuerpo te aclama.

Llegamos en menos de media hora, entro primero dejándome caer en el sofá del lujoso apartamento. Fue un regalo de sus padres cuando se graduó.

Son una familia muy adinerada, pertenecen al consejo de la FEMF y tienen negocios en el extranjero. Por eso no le caigo en gracia a Sabrina, quería para su hermano alguien de más glamour, una rosa inglesa, no una chica americana con amigas desordenadas.

—Fue una noche larga —se deja caer a mi lado.

—Mis pies me están matando.

—Te amo, cariño —dice

La luz del sol se filtra por la ventana quemándome la cara, intento levantarme, pero las piernas de Bratt no me lo permiten. Hago un segundo intento y deja caer el brazo sobre mi vientre.

—¿A dónde vas? —pregunta adormilado.

—A casa —logro sentarme y apoyarme en el cabezal de la cama.

—¿A qué? Quédate un rato más —me aplasta con las piernas.

—Debo ir arreglar todo para mi regreso mañana —me escabullo colocándome la camisa blanca que traía anoche.

Miro el reloj, son las diez de la mañana. No le gustará debido a que mencionó que debía presentarse temprano en la central.

—¡Bratt!

—¿Sí? — contesta con la cara enterrada en la almohada.

—Son las diez de la mañana.

Se levanta con la fuerza de un rayo.

—¡Mierda! —se queja de camino hacia la ducha— Christopher me va a matar.

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