—¿Estás seguro, Adrián?— preguntó Diego, expresando ciertas dudas de manera tentativa.Tanto Gabriel como Diego consideraban a los jóvenes detrás de ellos como de menor experiencia, especialmente a Adrián, quien, según ellos, era un estudioso que siempre estaba en el laboratorio y que, según su perc
Al caer la tarde, Juliana no tenía idea de dónde se encontraba.Solo sabía que estaba como un trozo de madera flotando, balanceándose en el agua, como si estuviera en una montaña rusa en un parque temático, tan sacudida que no se atrevía a abrir los ojos.No sabía cuánto tiempo pasó, pero finalmente
—Santiago?Finalmente, Juliana se acercó valientemente. Su sombra proporcionó cierto alivio del sol, y él, siguiendo su instinto, se inclinó hacia ella.Juliana quedó atónita; su peso entero la presionó y casi la volcó.—Oye!Juliana lo empujó hacia atrás con fuerza, y Santiago cayó hacia el otro la
Cuando Juliana regresó a la cueva, el hombre que yacía en el suelo estaba comenzando a recobrar el conocimiento.Estaba ardiendo en fiebre, cada movimiento suyo parecía un tormento.Al escuchar el ruido proveniente de la entrada de la cueva, levantó lentamente la cabeza y apretó el cuchillo que sost
El tono insolente provocó una mirada fría de Juliana, pero Santiago no esquivó su mirada. En su voz débil, se podía percibir incluso cierto placer.Tomó una castaña de su lado y, sin comerla, la pellizcó mientras hablaba de manera ambigua.— O tal vez, ¿la señorita Román ni siquiera planeaba irse? ¿
Al escuchar esto, Gabriel y Diego se miraron el uno al otro. No rechazaron a Emiliano, pero dado su estatus y lo que había hecho en el pasado, Gabriel y los demás aún mantenían ciertos prejuicios hacia él. Sin embargo, cuando se trata de buscar a alguien, más información significa más seguridad, por
Santiago, dentro de la cueva, vislumbró algo con la mirada y no pudo evitar preguntar.Juliana arrojó una a una las piedras y conchas que tenía en las manos, levantando la vista para mirar la luna: —¿Estoy haciendo algo mal? Solo estoy un poco aburrida, simplemente mirando la luna.—¿Mirando la lun
—¿Te alabo por tu nobleza, ¿y qué?Juliana miró con desprecio a Santiago, que tenía el rostro pálido, sin mostrar miedo alguno. En el momento en que fue secuestrada, se atrevió a insultarlo, incluso lo arrastró hacia abajo. ¿Debería tener miedo ahora de un lunático que apenas podía mantenerse en pie