Capítulo 128
Francisco observó la villa a sus espaldas antes de dirigirse hacia la casa.

En ese instante, una bala rozó peligrosamente su pie.

Paco, con el arma en la mano, dejó escapar el humo de la pistola entre sus labios, con una expresión feroz y maliciosa marcada entre las cejas.

—Jefe Herrera, entrar ilegalmente en una propiedad privada es un crimen.

—¡Quiero ver a Sabrina!

Paco estaba lleno de ira: —¿Quién eres? ¿Piensas que puedes ver a Sabrina cuando te plazca?

Francisco apretó los puños fuertemente, impaciente: —¿Qué quieres hacer?

Paco apagó su cigarrillo. —Dado que una vez tomaste una bala por mi jefe, no te mataré hoy, pero no esperes verla.

—¡Aparta!

Su corazón latía frenéticamente.

—¡Francisco!

Paco apuntó directamente con su arma a la cabeza de Francisco: —No te atrevas a dar un paso adelante, ¡no me culpes por no ser amable!

Justo después de pronunciar esas palabras, resonó un disparo. Una bala golpeó con precisión la empuñadura del arma en la mano de Paco, dejándolo a
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