Elena tenía una cita con Mariana e Inés en el local de la modista encargada de confeccionar los vestidos para la boda, no podía, aunque se esforzaba esconder su incomodidad y su mal humor, la noche anterior había cancelado sus planes de salir con Claudia por ese mismo motivo pensando que una buena noche de descanso le quitaría su indisposición. Hablaba poco, respondía a todo con monosílabos. Parada en el centro del elegante salón sobre un pequeño pedestal, soportaba a duras penas a la modista que clavaba alfileres sin descanso en el vestido que le ajustaban.—¿Estás cómoda así? —preguntó la estirada modista con acento francés mientras corregía el talle.—Sí. Está bien.—¿El busto está cómodo?—Sí.—Creo que debemos subir un poco el ruedo...—¡El vestido está perfecto! —estalló exasperada llamando la atención de las dos mujeres que la acompañaban.Al darse cuenta de que había sido grosera, Elena respiró profundo desconociéndose a sí misma.—Lo siento mucho. No es un buen día para mí. E
El día siguiente fue un día muy agitado, Elena ayudaba a Mariana a tener todo listo para la fiesta de esa noche, a pesar de que Inés se encargaría de todos los preparativos Mariana se empeñó en colaborar con los últimos toques de la decoración, además debía ir a la peluquería, encargarse de familiares que venían de otras ciudades y un sin fin de detalles que parecían interminables.Las bolsas de los regalos para los invitados no estaban listas aún y Elena se ofreció para esa tarea después de que todo lo demás estuviera resuelto, rato después se le unieron su exsuegra y la futura novia que se sentaron junto a ella para ayudarla. Colocaban en cada cesta los artículos escogidos para obsequiar a los invitados, luego de que todas las cestas estuvieron listas debieron contar y comparar con el número de invitados para asegurarse que no quedara nadie por fuera, esto molestó un poco a Elena al pensar que una de esas hermosas cestas llenas de regalos sería para la rubia que Gabriel había invita
Al día siguiente Iván y Mariana se reunieron con el matrimonio Mendoza para almorzar y pasar la tarde juntos, comentaban acerca de la fiesta del día anterior coincidiendo en que todo había sido perfecto.—¡Yo me divertí mucho! —dijo Alberto.—Sí, la verdad es que todos lo hicimos, gracias por hacernos esa despedida de solteros —agregó Iván luego de darle un sorbo a su jugo de naranjas.—Para mí fue un tanto extraña —acotó Inés extrañando a todos en la mesa.—¿De qué hablas, Inés? —preguntó Mariana.—¿De qué acaso solo yo me di cuenta de que Gabriel y Elena estaban acompañados?—Imposible no verlos —indicó Alberto algo molesto.—Mi hija ya me había hablado de ese joven —contó Iván—. Lo conoció en Londres y ahora él vino a visitarla.—Parece un buen hombre para Elena —expuso Mariana.—Por lo menos tu hija te advirtió que estaría acompañada, Gabriel no nos dijo nada ni a mí ni a su madre. ¿O te había dicho algo, Inés?—No —respondió la esposa—. Yo no sabía nada de esa chica, de hecho, no
Los días que siguieron después de la boda fueron bastante tranquilos, los novios se habían ido a su luna de miel cortesía de los padrinos Alberto e Inés, un viaje por varios países de Europa que duraría algo más de un mes. Elena los dejó en el aeropuerto dos días después de la boda y después de una alegre despedida partieron dejándola con una sensación de paz y alegría producida por la felicidad de ver a su padre rehacer su vida. Durante las siguientes semanas la rutina continuó para todos, Gabriel profundizaba cada vez más su relación con Priscila, se veían a diario y a él se le comenzaba a notar un entusiasmo que no había demostrado desde hacía mucho tiempo, su ánimo era ligero y jovial casi siempre, excepto en presencia de Elena, cuando ella estaba cerca de él su mirada se volvía más dura e intensa, su semblante se vivía de piedra, casi inexpresivo, el tono de voz le cambiaba y todo lo que decía sonaba a amenaza. Todo eso le hizo creer a Elena que él la despreciaba, o por lo meno
Con los días todo volvió a la normalidad, la frialdad, la soledad. Esa noche Elena se arreglaba para salir con William, estaba decidida a dejar definitivamente atrás el episodio con Gabriel, tenía planes muy concretos para esa noche, quería solidificar una relación con él de una vez por todas, —se merece más de mí, ha sido todo un caballero y de verdad quiero hacerlo...—, se convencía a sí misma dándose razones para entregarse a su enamorado inglés.Bajo su ropa decidió usar uno de los conjuntos de lencería que compró en Londres cuando se preparaba para su regreso, compró aquel conjunto tan sexy pensando en una reconciliación con Gabriel así que el usarlo para William le daba una especie de tonalidad vengativa a la cita que no sabía sí disfrutaba o lamentaba. Escogió un minivestido color champán con un aire retro que la hacía lucir más atractiva y sensual de lo que nunca se había visto en una cita con William, «esto tiene que funcionar», pensó al mirarse en el espejo de cuerpo entero.
—Por todo lo antes descrito me complace anunciarle a esta junta directiva que han sido solventados casi en su totalidad los inconvenientes que teníamos con los sindicatos —anunció Gabriel con satisfacción—. Todavía nos quedan algunos detalles por solventar, pero eso queda en manos de nuestros abogados que estoy seguro de que en pocos días finiquitaran el asunto.Todos los miembros de la junta directiva de las empresas Mendoza aplaudieron felices de haber terminado con los inconvenientes que tantos problemas habían dado.—Fue un gran trabajo en equipo —continuó—. Me siento orgulloso de tenerlos a todos ustedes a mi lado.Gabriel finalizó la frase mirando fijamente a Elena, aunque no la mencionó directamente a ella, varios de los presentes pudieron darse cuenta del cambio de actitud que hubo entre los dos. Así terminó la reunión de ese lunes, todos parecían muy armónicos, el trabajo fluía muy bien, los barcos zarpaban a tiempo y no había retrasos importantes de que preocuparse. Para cel
Gabriel iba camino a su apartamento, eran cerca de las diez de la noche. Había acompañado a Elena hasta su edificio muy a pesar de ella que insistía en quedarse en el hospital, —en caso de que ocurra algo—, argumentaba insistentemente mientras Gabriel y las enfermeras le explicaban que lo mejor era que se fuera a su casa a descansar. La escoltó hasta que la vio entrar con su coche en el estacionamiento, una breve llamada confirmó que había subido.—Hola...—¿Todo bien?—Sí, Gabriel, gracias.—Descansa, pequeña. Y no te preocupes, ya sabes que si llegaran a necesitarte en el hospital te llamaran de inmediato.—Lo sé... —dijo agradecida.—Hasta mañana.—Hasta mañana.Tan pronto colgó la llamada, Gabriel comenzó a sentir que extrañaba a Elena, pensaba en ella y sentía la falta que le hacía a pesar de que se habían separado hacía pocos minutos, de pronto recordó que Priscila debía estar en su apartamento esperándolo.—Buenas noches —saludó Gabriel al entrar en su hogar y comprobar que efe
La recuperación de Iván era paulatina, cada día recuperaba un poco sus fuerzas habituales, una vez que lo trasladaron a una habitación privada su ánimo mejoró lo suficiente como para estar en compañía sin agotarse como los primeros días tras el ataque al corazón que casi acababa con su vida.Mariana se desvivía por atenderlo y complacerlo lo más que pudiera, lo consentía como si fuera un niño pequeño y él lo agradecía con sonrisas y besos más que con palabras, Elena no lo visitaba por las mañanas porque prefería pasar con él más horas en la tarde después del trabajo y aprovechaba para relevar a Mariana por algunas horas mientras las esposa descansaba o iba a su apartamento.—Si sigue así dejará el hospital muy pronto —dijo el médico tratante durante su visita.—Eso sí, papá —acotó Elena sonriendo—, ahora deberás cuidar más tu salud, seguir una dieta sana, ¡y nada de estrés!—No te preocupes por eso, Ele —interrumpió Mariana entrando a la habitación—, yo me voy a encargar de que sea as