Capítulo 98
En el camino, Clara había considerado todas las posibilidades que podrían ocurrir. Incluso en el caso peor, solo tenía que dejar de lado su orgullo y dignidad para cooperar con Yolanda.

En realidad, no era tan difícil.

¿Qué era la autoestima en comparación con la vida?

Esta era la primera vez que entraba en el interior de la Residencia Marítima, y la decoración tenía el estilo que le gustaba: arcos azules, ventanas en forma de herradura, paredes de barro gris y cortinas blancas que lucían misteriosamente románticas bajo la brisa del mar.

Lo único lamentable era que la dueña de la casa era Yolanda.

Guiada por un sirviente, Clara llegó a la sala de estar, espaciosa y luminosa, con ventanas de cristal de 270 grados que ofrecían una vista panorámica del mar desde cualquier ángulo.

Aún no había visto a Yolanda cuando, de repente, algo se posó en su regazo. Era Claudio, a quien no había visto en algún tiempo.

—Mamá. —Su pronunciación había mejorado desde la última vez, y su voz era encantado
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