Capítulo 101
Clara parecía percatarse de algo y se volvió para mirar hacia la ventana sobre su cabeza.

El pequeñín vestía un suéter peludo, como un pequeño oso polar, con las manos apoyadas en el cristal y su gordito rostro pegado al vidrio, tan adorable.

La ventana, con su efectivo aislamiento de sonido, impedía que su voz llegara, pero Clara podía sentir que él le estaba saludando.

Esta escena tan encantadora instantáneamente curó su melancolía, y ella sonrió mientras agitaba la mano en dirección al pequeño.

Diego estaba observando esta escena. en ese momento parecía como si hubiera retrocedido al primer momento en que la vio.

Aquella mañana soleada, la joven con una alta coleta ondeando le había saludado con una sonrisa radiante, como el resplandor del sol.

Aunque habían pasado diez años, esa sonrisa aún tenía el mismo efecto sobre él.

En el siguiente instante, la realidad golpeó a Diego: Clara no podía haber venido a la Residencia Marítima por su propia cuenta. La única razón posible era que el
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